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Cuando se iba a dormir en el albergue de Algemesí, en Valencia, tras jornadas de doce horas baldeando la calles y desatascando alcantarillas, el bombero forestal Miguel Medina experimentaba una especie de desdoblamiento. «Físicamente estaba exhausto, pero emocionalmente excitado, con ganas de que llegase el ... día siguiente para continuar ayudando». La contradicción y la adrenalina circulan entre los testimonios de los 42 bomberos forestales del Gobierno de Cantabria que han acudido –con cinco vehículos autobombas– a Valencia para ayudar a los afectados por la DANA en un operativo que se ha extendido 15 días.
Los operarios han sido recibidos este jueves por la Consejera de Desarrollo Rural, María Jesús Susinos, en la sede de Cabezón de la Sal –era además la primera visita de la consejera al operativo de prevención y lucha contra incendios–, así como por el director general de Montes, Ángel Serdio, y el alcalde, Óscar López. Miguel, el bombero, tenía «clarísimo» que iba a ir a Valencia. Él y todos sus compañeros –dice–. Volaron en avión. A la ida con las imágenes que habían visto en los medios de comunicación. A la vuelta con las escenas de una realidad difícil de digerir. «Había coches por todas partes, maleteros abiertos, desguazados, en los 'praos'. Todo estaba hecho un desastre y lleno de militares. Parecía una guerra, como estar en Gaza».
La misma guerra que vio Rocío Quintana, bombero forestal, cuando llegó a la localidad de Alsira. «Mirabas a la gente deambulando por la calle, como si no supiera muy bien a dónde iba». Rocío encaja la palabra «fenomenal» en su testimonio cuando habla de la gente, «de lo bien que nos trataron, ofreciéndonos todo lo que tenían». Eso sí, «que no nos olviden, nos decían, que vamos a seguir aquí, y ese es el mensaje que me he traído de Valencia». Adrián Méndez, otro de los voluntarios, todavía carga con el peso del desastre. «Es que no te puedes imaginar lo que hay allí, por muchas imágenes que hayas visto». «Es –describe– como si una bomba nuclear de barro hubiese impactado contra esos pueblos; una situación terrible; todo lo que te diga es poco». Además, «de cuatro metros de altura hacia abajo, no queda viva ni una flor, nada, no hay nada». Solo una densidad marrón. Ante esto, Adrián destaca «el trabajo de los voluntarios y de los afectados, que además nos han tratado como si fuéramos reyes; ver a la gente trabajar allí es muy, muy gratificante. Casi hasta me emociono otra vez al contártelo».
La consejera ha valorado el trabajo de los voluntarios, «que han ayudado de manera altruista y han realizado una acción muy importante, estrechando lazos con la ciudad de Valencia». Una experiencia «que siempre va a estar dentro de nosotros, porque es tremendo», decía Miguel.
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