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Osaka no es solo su skyline de rascacielos, el castillo de Hideyoshi, las norias que proliferan por todas las grandes urbes y el exótico bullicio ... de una ciudad de más de dos millones y medio de habitantes. A las afueras, confundido entre grandes naves industriales, modernos edificios y nudos de comunicaciones, tiene un remanso de paz. Unos jardines presididos por un singular edificio que contrasta con la arquitectura japonesa de cualquier época: la Villa Hatori Hanzo. Se puede llegar por carretera, por tren o en teleférico desde el monte Takanoyama.
Azulejado, con rasgos barrocos, góticos y mudéjares, el Gaudi no Kimagure es uno de los grandes atractivos de la ciudad desde finales del siglo XX, un edificio modernista y única obra de Antoni Gaudí fuera de España, lo que es especialmente significativo si se tiene en cuenta que el maestro del modernismo nunca dirigió ni diseñó ningún proyecto en el extranjero y solo cuatro fuera de Cataluña. Gaudi no Kimagure significa 'El capricho deGaudí', una villa burguesa que, como todo el mundo sabe, está en Osaka, a donde llegó directamente desde Cantabria. Lo que hay en Comillas es una copia.
Naturalmente, todo es falso, pero podía haber respondido a la realidad de acuerdo con el bulo que se difundió por Comillas, y no solo por Comillas, cuando en 1991 una empresa japonesa compró El Capricho.
Originalmente conocida como Villa Quijano, la finca es un encargo de Máximo Díaz de Quijano, un indiano enriquecido y concuñado de Antonio López, recién nombrado marqués de Comillas. Son estos dos personajes los grandes responsables del legado modernista que ha quedado en Comillas: la Universidad Pontificia, de Lluís Domènech i Montaner; el Palacio de Sobrellano, de Joan Martorell, y el Propio Capricho, de Antoni Gaudi, aunque la obra la dirigió su compañero Antonio Cascante.
Construida entre 1883 y 1885 sobre el proyecto del entonces joven arquitecto, Máximo Díaz de Quijano murió ese mismo año y apenas pudo disfrutar unas semanas de la villa, que pasó a manos de su hermana Benita y, posteriormente, de sus herederos hasta que tras la Guerra Civil quedó abandonada, hasta el extremo de que a mediados de los setenta el Ayuntamiento de Reus llegó a plantear la posibilidad de trasladarlo allí para evitar que entrara en ruina. La propuesta no salió adelante y la última heredera lo vendió a finales de los setenta a una empresa que lo convirtió en restaurante tras una ambiciosa restauración integral.
No llevaba mucho años funcionando el negocio cuando la firma japonesa Mido Development compró el villa por 300 millones de pesetas, según se publicó en su momento.
El edificio había sufrido algunos cambios que lo alejaban de su fisonomía original, de modo que el proyecto de rehabilitación fue bien recibido hasta que se comenzó a rumorear que lo que en realidad planeaban los nipones era desmontarlo piedra a piedra para trasladarlo a Japón y reconstruirlo allí de forma exactamente igual al original. Ya tenían el solar y el traslado era cuestión de semanas si nadie hacía algo para impedirlo.
Era sencillo de creer: la prensa había publicado el nombre de la empresa compradora y ya podía verse movimiento en Comillas para abordar el proyecto. Incluso se habían trasladado responsables japoneses a Cantabria que se dejaban ver por el pueblo sin ningún pudor, como si no les importara que se propagara el secreto a voces. Como si tuvieran derecho a expoliar el patrimonio de otros pueblos o culturas. Como si fueran el Museo Británico?
El antecedente de Reus, aunque solo se quedara en idea y ni siquiera se llegara a analizar si era técnicamente posible, alimentó el bulo. Si aquello ya pudo pasar en la España de los años setenta, ¿de qué no serían capaces de hacer dos décadas después los japoneses, si se lo proponían?
Al final la historia murió por sí misma y por la tenaz persistencia de El Capricho en quedarse donde estaba para convertirse en el museo en torno a la figura del catalán que es actualmente. Alberga además una colección de sillas diseñadas por él y diversas actividades, talleres y muestras temporales. Pero su gran atractivo no es otro que la visita del propio edificio, casi tan espectacular en su interior como en el exterior.
El Capricho es una de las tres únicas obras de Gaudí fuera de Cataluña. Las otras dos son el Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines, ambas en León. También se le encargó la rehabilitación y reforma de la catedral de Palma de Mallorca, en la que dejó su huella pero que no llego a concluir por desavenencias con el contratista y la muerte del obispo Pere Campins. Todas siguen donde estaban.
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Ana del Castillo
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