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Hay un silencio respetuoso en el Capricho de Gaudí, como si los visitantes –pocos en esta época del año– anduviesen a tientas. Como si el edificio se percibiese y no solo se mirase. De hecho, más que eso, al entrar uno tiene la sensación de que le observan y es certero que apuntan al huésped al menos seis mil girasoles, los que cubren las paredes azulejadas del monumento gaudiniano y reflejan la luz, cada uno de una forma diferente. El Capricho de Gaudí ubicado en Comillas cumple 140 años en 2025. Ya ha pasado más de un siglo desde que el joven arquitecto catalán, aún en ciernes, modelase esta obra maestra que permanece incólume en la villa modernista. Y si hay alguien que ha crecido a la par que el edificio es Carlos Mirapeix, su director, que cumple, por decirlo así, 15 años, ya que fue un 24 de julio de 2010 cuando él y cuatro más rescataron el Capricho como monumento visitable, tras una desafortunada etapa anterior como restaurante. Tenían «una mesa, una sombrilla y una riñonera», el apoyo de los propietarios y nada que perder. Establecieron una tarifa de 5 euros por visitante. La gente les decía que nadie iba a pagar por ver la villa Quijano –la obra de arte fue concebida para ser la vivienda del indiano Máximo Díaz de Quijano–. El primer día lo visitaron 600 personas. Así «conseguimos sacar la cabeza del agua». Ahora ya van por la cintura, por lo menos.
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El Capricho celebra su aniversario como un monumento «más maduro». «Nos hemos profesionalizado y hemos llegado hasta aquí con una identidad propia, no somos la casa de Gaudí más importante, pero tenemos una visión de la cultura diferente, nada elitista, que se basa en un trato más humano y más directo con el visitante». Total, que el monumento es el mismo, la imponente construcción ornamentada, que es una melodía, un bosque, un instrumento, que es incluso matemáticamente perfecta, «se conserva igual que hace 140 años». Esto es posible porque solo cierra durante cinco jornadas, es decir, que está operativo 361 días al año, en los que se cuida hasta el más mínimo detalle. Lo que Mirapeix denomina «conservación preventiva». El director reclama para la obra iniciática de Antonio Gaudí –su primera casa acabada– mayor trascendencia. Dejar de ser ese «monumento menor» situado en un lugar remoto. «El Capricho simboliza el preludio de la modernidad en Europa y se considera la primera expresión de Gaudí, que lo diseñó con apenas 31 años, por eso en el edificio se pueden leer las claves que van a definir la arquitectura del artista en el futuro». Es decir, que para poseer un conocimiento panorámico del conjunto de la obra de Gaudí, que alcanza su cénit en edificios como la Casa Batlló o La Pedrera, «hay que conocer la base», los cimientos. Y esos están en Comillas. En las barandillas con forma de clave de sol y en la luz que se posa, parsimoniosa, en el alfeizar de las ventanas. Además, no importa si uno lo visita, pongamos, cuarenta veces. En cada ocasión conocerá una faceta diferente.
El Capricho de Gaudí no siempre ha sido un monumento visitable. Tras la intervención que experimentó en los años noventa, que incluyó la restauración del invernadero y de las paredes –el resto es todo original–, la sala principal fue empleada como restaurante. «La cocina estaba en una zona excavada debajo del invernadero, lo que por suerte no afectó a la estructura del edificio». El establecimiento nunca funcionó especialmente bien y la actividad no permitía una adecuada conservación del Capricho. En 2008 cerró debido a la crisis económica.
El director del Capricho y el Gobierno de Cantabria presentaron ayer los actos programados para conmemorar el aniversario. Como eje fundamental, el Capricho reunirá en un acto sin precedentes a los representantes de las principales obras de Gaudí repartidas por cuatro comunidades: Cataluña, Castilla y León, Islas Baleares y Cantabria. A lo largo de mañana, jueves, y el viernes, los asistentes pondrán puntos en común. Además, el Ejecutivo promoverá ante la Unesco la declaración de Patrimonio de la Humanidad para el Capricho y destinará 40.000 euros en 2026
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Álvaro Soto | Madrid
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