Chequeo al Ángel Exterminador de Comillas para iniciar su restauración

Bajo un sol aún inofensivo, temprano, y ese cielo azul impoluto que asoma a veces por el Cantábrico, una grúa estiraba ayer su brazo de treinta metros de largo para acercarse al ángel del cementerio comillano. Presenciaban la escena los miembros del equipo multidisciplinar de expertos en patrimonio, que ha impulsado la recuperación de la escultura. Entre ellos, el doctor en Historia del Arte Enrique Campuzano, el doctor en Química Alberto Tagle, el arquitecto Luis Alberto Alonso, la especialista en la obra de Llimona, Natalia Esquinas, y la secretaria general de la Fundación Domènech i Montaner, María Manadé.

Todos alertan del peligro que corren las piezas originales que conforman el ángel guardián del antiguo cementerio comillano. Piezas que se están viendo afectadas por la corrosión de los materiales que se emplearon en su última restauración. «La estatua se cayó en el año 1941 como consecuencia de un temporal y para reconstruir la parte afectada emplearon cemento y elementos metálicos que se han ido oxidando, lo que genera daños y roturas en el mármol original». De hecho, si uno se fija mucho, puede ver las varillas medio desnudas -porque se ha caído el cemento que las cubría- sobresalir de las alas del monumento. A todo esto hay que añadir que el cementerio se ubica al lado del mar y la escultura posa expuesta a las inclemencias meteorológicas, lo que dificulta su conservación.

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Con el fin de inventariar los daños que sufre, los operarios de la empresa de restauración, con sede en Madrid, tomaron ayer fotografías y muestras que serán analizadas antes de decidir cómo y dónde actuar. Una parte de los resultados serán analizados por expertos de la Universidad de Granada, «donde son impulsores de un tratamiento con bacterias, ya que éstas generan cal y la cal consolida».

También tendrán que determinar si el ángel se restaura in situ o si se traslada. La primera opción «implica montar un taller allá arriba», explican los entendidos. El muro que soporta la figura tiene 12 metros de altura y el monumento, cuatro. «Habría que quitar elementos para luego volver a colocarlos y si además se producen precipitaciones o hace viento...». «No es una tarea fácil», aseguran. Pero es que bajar la pieza, también entraña sus riesgos. Además, puede salir más caro. De momento, no descartan ninguna opción. «Primero tenemos que realizar un análisis exhaustivo, porque vamos a ciegas». Hasta que no se conozcan de forma concreta las 'dolencias' del ángel, tan solo se puede trabajar sobre supuestos.

El tema de los plazos también es pantanoso. «Es imposible ofrecer una fecha para iniciar los trabajos sin datos sobre lo que se tiene que hacer». Sin embargo, los académicos caminan más sobre seguro cuando hablan de financiación. «En principio se ha comprometido a subvencionarlo el Obispado de Santander a través de la parroquia de Comillas». «De momento, no hay un euro que venga de la Administración pública». También fue la Iglesia quien pagó la recuperación de la verja ornamental.

Hace ocho años, ante la insistencia de Campuzano, acudieron a valorar el monumento técnicos del Instituto de Patrimonio Cultural de España. «Estimaron un presupuesto bajo de 30.000 euros». Ahora costará más. «La obra es de una importancia capital para Cantabria -indica el equipo de expertos- y para el patrimonio nacional, tanto por su calidad artística como por su relevancia histórica».