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Operarios trabajan en una de las cabañas del Poblado Cántabro
Comienzan las obras para restaurar las cabañas del Poblado Cántabro en Cabezón

Comienzan las obras para restaurar las cabañas del Poblado Cántabro en Cabezón

El arqueólogo y diseñador Ángel Ocejo dirige las labores de reconstrucción junto a seis peones contratados por el Ayuntamiento

Lucía Alcolea

Santander

Jueves, 5 de septiembre 2024, 07:30

No hay fecha de caducidad para el Poblado Cántabro, por mucho que le hayan salido hasta agujeros –literalmente, en las techumbres–. Es más, las fechas que se manejan por ahora están, una vez más, relacionadas con la reapertura del museo de Cabezón de la Sal cuyas cabañas recrean cómo vivían los antiguos cántabros. Seis peones y el arqueólogo y diseñador del complejo, Ángel Ocejo, trabajan desde el lunes en la restauración de las tres cabañas –dos circulares y una rectangular– que se sostienen, a veces a duras penas, sobre la colina que blinda la entrada al municipio, en lo que siempre se llamó el Picu de la Torre. El personal ha sido contratado por el Ayuntamiento, gracias a una subvención de 170.000 euros del Gobierno de Cantabria, y trabaja bajo la dirección del arquitecto municipal, Moisés Castro. Su cometido es reflotar las históricas viviendas que conforman el fuerte arqueológico y que durante dos años han permanecido cubiertas con un plástico azul tras sufrir goteras, filtraciones, inundaciones, robos y la desidia de los responsables políticos. De unos y de otros.

Una dinámica, la de abrir o cerrar el museo al aire libre dependiendo de las circunstancias, a la que a partir de ahora pretenden dar carpetazo. Lo más importante para que así sea es garantizar el debido mantenimiento de las cabañas y evitar la incursión de dos enemigos: el agua y los saqueadores. Y es más difícil lo primero. ¿Por qué? El motivo es que el material del que están hechas las cubiertas de las viviendas es escoba, un arbusto que se mantiene libre de pájaros y otros intrusos gracias al humo de las hogueras que se encienden en el interior de las cabañas. Exactamente igual que hace miles de años.

Ángel Ocejo trabaja entorno a una de las cabañas del Poblado Cántabro. Javier Rosendo

Esa es la estrategia de Ocejo. Más o menos. «Si un tejado de estos se hace bien, se mantiene solo. El humo evita que los pájaros escarben en la superficie y estropeen las techumbres», explica. Para mantener la actividad tanto en el interior como en el exterior del recinto, la idea de Ocejo es «contar con un grupo de recreación histórica que habite las cabañas de vez en cuando y encienda hogueras en el interior». Un modelo que según el arqueólogo, «ya se da en otros países de Europa, como Irlanda o Dinamarca». Estas personas «estarían vinculadas al poblado de forma voluntaria», es decir, sin cobrar. Y lo salvarían del olvido durante los meses de menos afluencia turística, porque en el pasado ya ha quedado demostrado que en época estival el recurso turístico recibe cientos de visitantes. Lo que no se puede hacer –apunta– «es la chapuza de tapar los agujeros de cualquier manera, porque no se consigue nada». De hecho, el arqueólogo se ha encontrado el complejo «en unas condiciones deplorables, con restos de haber hecho botellón, hierbajos, humedades y destrozos». Por eso, lo primero que han hecho los operarios es «desescombrar, desmontar techos y eliminar basura para volver a empezar». El objetivo es reconstruir las cabañas «como se hicieron originalmente, respetando el hecho histórico, con material vegetal y dotándolas de los materiales que se empleaban en cada época».

De las tres viviendas que datan la evolución de los antiguos cántabros, dos –de forma circular– están ambientadas en la Edad del Bronce. La rectangular pertenece a una época diferente «que se corresponde con las Guerras Cántabras». Ocejo calcula que las obras duren «unos seis meses, teniendo en cuenta que vamos camino del otoño y nos queda por delante el invierno, por lo que habrá días en los que las condiciones meteorológicas nos impidan trabajar». Estará listo «para la primavera del 2025 e incluso antes». Parten de una premisa clara. La misma con la que Ocejo se planteó levantar el complejo hace ya dos décadas: «vamos a hacer algo que traspase lo local y a dejar de mirarnos el ombligo».

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