Aquí el coronavirus no ha llegado
UN AÑO LIBRES DE COVID ·
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UN AÑO LIBRES DE COVID ·
Tudanca y Tresviso son los dos únicos municipios cántabros que no han registrado ningún caso desde el inicio de la pandemiaComo quien busca un oasis en medio del desierto. Así de complicado es encontrar a estas alturas un solo rincón en el que el covid no se haya colado en esta pandemia. Pero los hay. Tresviso y Tudanca son los dos únicos municipios de Cantabria en los que no se ha registrado ni un solo caso desde el comienzo de la crisis sanitaria. Casi un año después y con tres olas de contagios, parece que el virus ha pasado de largo por estas dos pequeñas localidades de la región. O, al menos, eso dicen las estadísticas, donde, mes a mes, el número cero –de contagios– aparece junto a sus nombres. Pero, ¿qué tienen de especial para ser los privilegiados que mantienen su pequeña burbuja libre de covid entre los 102 municipios de Cantabria?
Pues ni ellos lo saben. Parece que, para llegar hasta febrero de 2021 con el marcador de contagios a cero, no hay ningún secreto. ¿Alguna pista? Si algo tienen en común estos dos municipios, separados por poco más de cincuenta kilómetros, es que son el vivo reflejo de la vida rural con poblaciones muy pequeñas.
El alcalde de Tudanca, Manuel Grande, no puede evitar una carcajada al ser preguntado por ese secreto para que ninguno de los 135 vecinos del pueblo se haya contagiado después de casi un año.«Si te digo la verdad, yo tampoco lo entiendo. Es muy sorprendente». Durante los primeros meses achacaban la ausencia de casos al bajo número de vecinos y a que la mayoría de ellos ronda los 80 años, por lo que apenas se desplazaron cuando pudieron salir del confinamiento. Pero la sorpresa fue mayor cuando, tras un verano con muchas visitas de turistas, tampoco se registraron contagios. «Nos extraña porque ya vamos para el año y durante los meses de julio, agosto y septiembre tuvimos muchos turistas, además de los vecinos que tienen casa y que vienen en fechas concretas. Eso es lo realmente sorprendente, permanecer limpios después de todas esas visitas», comenta Grande. Otros pueblos cercanos como Polaciones o Cabuérniga sí que han tenido contagios, pero ellos continúan en su pequeña burbuja libre del virus.
Con la llegada de las bajas temperaturas, la probabilidad de conservar esa «grandísima suerte» que parece haberles tocado aumenta. Sólo hace falta un paseo por las calles de Tudanca para observar que la vida del pueblo es muy tranquila y que apenas hay paisanos por sus calles. Es difícil toparse con alguno de ellos, y los pocos que se dejan ver permanecen solos, como un vecino que aguarda en la puerta de su casa tras cortar varios trozos de leña para la chimenea.
Unos cuantos minutos por Tudanca bastan para darse cuenta del detalle que diferencia a esta pequeña burbuja del resto del mundo: no llevan mascarillas. Una estampa que tienen totalmente naturalizada, pero que a cualquier forastero, adaptado a la nueva vida marcada por el covid, le llama la atención nada más comenzar a recorrer el municipio. «Aquí por el pueblo nadie lleva mascarilla. No nos paramos a hablar con nadie y es raro encontrarse con alguien. Yo la llevo en el bolsillo, pero rara vez la utilizo», cuenta Rosa Martínez, vecina del pueblo.
Explica que, incluso, más de una vez ha tenido que volver a casa a por ella cuando se dirigía al ambulatorio, en el municipio de al lado. «No tengo costumbre de utilizarla y muchas veces me he tenido que volver a medio camino a por ella. Para nosotros es extraño». Y es que hasta la farmacéutica del pueblo admite que es difícil vender estos artículos por el poco uso que le dan hasta ahora los habitantes.
La rutina de Rosa no se ha visto muy trastocada por el covid. Continúa con sus paseos en solitario por Tudanca, pero reconoce que en verano «fue una barbaridad la gente que vino». Desde la ventana de su cocina charlaba con los turistas que visitaban el pueblo.
Ahora la estampa es muy diferente. El único bar del municipio tiene la persiana echada y en uno de los laterales se puede ver un cartel de «se alquila». Como dice José Ramón Fernández, vecino del pueblo, «aquí cada uno va a lo suyo». Apenas hay «roce» entre la gente y se puede recorrer toda la localidad sin cruzarse con nadie. Él sólo sale de Tudanca para comprar.«Procuro bajar lo justo a Puentenansa. Para sacar dinero y poco más. Y si lo puedo evitar, mejor». Y es que este podría ser otro de los factores para su particular situación. En Tudanca no hay comercios ni servicios en los que se puedan formar aglomeraciones. Una furgoneta acude dos días a la semana para llevar fruta y otros productos a los más mayores y para muchos ese es el único contacto –exterior y con distancia– que tienen fuera de sus casas.
En Tresviso el panorama es muy similar y su alcalde, Javier Campo, resume la situación con dos palabras:«tener suerte». A pesar de no llegar ni a los sesenta vecinos, desde marzo no han sido pocas las personas que han paseado por sus calles y comercios, sobre todo tras el confinamiento. «En verano tuvimos muchísimos turistas de toda España, incluso más que otros años, y no creo que todos estuvieran libres de covid porque, sólo por estadística, alguno lo tenía que tener. Está claro que el factor suerte ha jugado a nuestro favor», comenta Campo.
Eso sí, el buen tiempo en muchas fases del año ha acompañado a la pequeña localidad, situada en la comarca de Liébana. Cuestión que, según el regidor, favoreció «la vida de terraza» en los bares, con espacios al aire libre que han sustituido a los espacios cerrados, donde se ha comprobado que es más fácil que se produzcan contagios. Campo señala también las pocas salidas de los vecinos en fechas clave, como en la Navidad.«La gente está muy advertida de que no hay que moverse y más aún cuando hemos conseguido mantenernos en esta burbuja sin contagios. En cualquier momento podemos tener la mala pata de que alguno lo coja, pero es fundamental no confiarnos ni bajar la guardia».
Eso aquí cuesta menos que en otra parte. En Tresviso están acostumbrados a tener sus propios aislamientos cada invierno por el temporal, por lo que sus habitantes no han sido muy reacios a la hora de aplicar las normas.«Sabemos que de diciembre a mayo nos pueden encerrar en cualquier momento una semana o quince días. Es nuestro pan de cada año», cuenta Santa López, concejala y vecina del pueblo. Explica también la influencia de la idiosincrasia del municipio. Son personas de más de setenta años muy activas y que se dedican a trabajar sus huertos y a pasear.
Es difícil encontrarse con el resto de habitantes, pero cada uno lleva su gel hidroalcohólico en el bolsillo y los vecinos mantienen grupos cerrados para salir a pasear y así evitar mezclarse. «Se cuidan mucho, se mantienen las distancias incluso en los bancos de la plaza, donde nos sentamos a contemplar la panorámica del pueblo».
Asegura que se ha creado incluso una especie de «norma generalizada» para que quienes acuden «de fuera» no entren a las casas. «Tú vienes al pueblo y a casa de los vecinos no entras, tienen ese recelo y se ha creado la costumbre de recibir en las terrazas. Saben que si entra el virus los más perjudicados son los residentes». Aunque hayan tenido mucha suerte, saben que no están a salvo del virus. «No vamos a tirar cohetes, porque esto no ha terminado. Ni de lejos», concluye el alcalde de Tresviso.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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