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El baile de picayos y pandereteras al Cristo del Amparo en el puerto de Comillas empezó puntualísimo a las seis y media de la tarde – ... el año pasado hubo que esperar más de media hora–. Había muchas ganas de celebrar la procesión marítima en condiciones, después de dos años de pandemia con más cautela que ilusión. «Salve, salve santísimo Cristo/ cuyo amparo es un himno de amor/ cuyo nombre pregona Comillas/ como el timbre de gloria mejor». Escuchar el himno de nuevo, con las voces impregnando el muelle de devoción, emociona, sea uno creyente o no. Este viernes volvió a pasar. Los hombres de blanco y con fajín rojo o azul. Las mujeres camisola, falda azul, faldiquera y delantal de cuadros. Todos con el pañuelo de las fiestas al cuello. La tradición es la indestructible identidad de un pueblo. En Comillas es que hablan con la 'u' y celebran el Cristo como si cada año fuera la última vez.
A las siete menos cuarto fue subida a bordo la imagen del Santo. En torno a la figura, picayos, pandereteras y vecinos. En total, como un centenar de personas en el buque Cure Itxaropena. Hoy se dio a conocer la Comillas marinera, porque esta procesión es un homenaje a los pescadores. A los que están y a los que se dejaron la vida, el corazón y el alma en el fondo del mar. Aunque hubo un par de mareos y una señora mayor tuvo que ser atendida por los sanitarios, todo salió bien.
Misa A las 12.00 horas de este sábado tendrá lugar la misa solemne, tras lo cual los picayos bailarán al Santo
Coro A las 18.00 horas actuará el Coro 'The Hemel Hempstead School' en la plaza de la Constitución
Verbena A partir de las 00.20 horas comenzará la actuación de la orquesta 'Súper Hollywood' en Campíos
El mar no estaba precisamente tranquilo, pero se podían tolerar las suaves embestidas de las olas. «Agárrate, que salimos y te caes», advertía Emma Martínez, con sombra de ojos color lila y el traje de panderetera. Niños, niñas, jóvenes, adultos, autoridades eclesiásticas, políticos –en el barco cabían todos– parecían proteger la figura religiosa situada en el centro de la embarcación. Emma lleva casi treinta años en la agrupación «por devoción y porque mi abuelo era pescador, como mi padre, mi tío, mi hermano y mi s primos». ¿Y qué tal se vive de la pesca? «muy mal, hay que ahorrar cuando vienen vacas gordas para las flacas». Emma es una comillana de raza que cuando canta el himno del Santo, evoca a sus padres fallecidos. «Siempre, siempre, siempre –enfatiza– estoy con ellos y ellos conmigo». Laura Lavín trata de sujetarse a la superficie del barco. «No soy creyente, pero vivo estas fiestas con mucha ilusión, porque en mi familia hay pescadores –es sobrina de Emma–». A unas pocas millas del puerto el barco se para. Junto a él, las otras cuatro embarcaciones que lo acompañan. «Ahora se reza un responso y se echan flores a la mar por todos los que ya no están», explica la concejala de Deportes, Vanesa Sánchez. Se hace el silencio y el párroco comienza a rezar.
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Hasta el Cantábrico parece respetar la ceremoniosidad del momento. El sol apunta directamente a un costado de la imagen religiosa. El agua de la tarde proyecta rayos de luz bajo el cielo de verano. Cuando todo termina, los presentes aplauden y gritan «viva el Cristo del Amparo». Carlos García es uno de los cuatro hombres que cargan el Santo a hombros. Unos sesenta kilos de peso. Para él, «un orgullo».Eso sí, «menos mal que se hace solo una vez al año». Ya de vuelta en el puerto, desembarcan. La banda de gaitas 'Geidu' y los picayos acompañan al Cristo a la Iglesia, donde pasará la noche hasta hoy, cuando le vuelven a bailar.
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