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Mercedes y Carlos, recién casados, saliendo de la casa de la cultura de Cabezón de la Sal el pasado 14 de febrero. JAVIER ROSENDO
Crónica del amor de un periodista

Crónica del amor de un periodista

Carlos Bribián, de 94 años, contrajo matrimonio el pasado 14 de febrero con Mercedes Fernández, tras seis años de noviazgo, en la casa de la cultura de Cabezón de la Sal

Lucía Alcolea

Cabezón de la Sal

Domingo, 7 de marzo 2021, 17:07

El periodista y escritor Carlos Bribián contrajo matrimonio con Digna Mercedes Fernández el pasado 14 de febrero en la Casa de la Cultura de Cabezón de la Sal a punto de cumplir 95 años. Este sería el titular de la noticia que responde a las 5 W (qué, quién, cuándo, dónde y por qué), a las que el histórico periodista de Binéfar (Huesca) concede una importancia superlativa. Lo que seguramente no se imaginaba Carlos hace ocho años, cuando conoció a Mercedes, de 63 años, es que él iba a ser el protagonista de una de las muchas informaciones que a día de hoy continúa corrigiendo cuando lee el periódico por «deformación profesional», dice, como si no pudiera terminar de soltarse del periodismo del todo. Hace quince días que contrajeron matrimonio, pero la pareja conserva ese aire de recién casados cuando sale al jardín de su casa, en Ontoria, para hacerse las fotos de rigor. La estampa es un poco mágica, porque el césped recuerda al cuento de los siete enanitos, con sillas de plástico, plantas, unos cuantos cojines de colores y un gato. El minino es otro de los personajes de una historia, la de este matrimonio, que no encaja en molde alguno y que se ha ido trazando, hilo a hilo, a golpe de casualidades.

Aunque firmaron los papeles el día de los enamorados de 2021 -«queríamos que fuera esa fecha precisamente por eso»-, Carlos y Mercedes ya se habían jurado amor eterno hace seis años. Fue en el alto de Palombera, porque Bribián quería verlo todo, como cuando era portero de fútbol y vislumbraba la jugada mejor que nadie, antes de hacerse entrenador y más tarde corresponsal deportivo en Alemania para 'Pueblo' y 'ABC'. «Delante de cuatro vacas tudancas», rememora Mercedes sin dejar de reírse, en septiembre, Bribián hizo un ramo con margaritas, como un quinceañero enamorado, y le dijo a ella: «Yo te quiero por todo y para todo sin rodeos ni mentiras, para que entre los dos salvemos algo de eso que se llama poesía». «¿Cómo le vas a decir que no?» Pues eso, que sí. El compromiso se selló con un beso y los campanos de las vacas de fondo, auténtica melodía de Cantabria.

Y melodía la que sonó el día de la boda, para deleite de los veinte invitados y sorpresa de Mercedes, que le había pedido a su hijo que interpretara un tema con la viola. Eligió 'A mi manera', de Sinatra. Su canción. Además, se casaron a su manera. Mercedes con el traje típico de la morisma de Aínsa (Huesca) para rendir tributo a los orígenes del periodista, y también con algunos «motivos» de Cabezón de la Sal, como el broche con un rabel que le regaló el rabelista Che Salmones. En la mascarilla, de la Textil Santanderina, llevaba cosidas a mano las perlas del collar de su madre, ya fallecida. El novio lucía un elegante esmoquin negro, que acompañó con la caballerosidad quijotesca que le define. Un rasgo de su personalidad que marcó el inicio de esta relación.

La historia de este matrimonio está llena de casualidades desde que se conocieron tras varias conversaciones telefónicas

Carlos y Mercedes se conocieron a través de un amigo común, Alberto Vallejo. Carlos presidía la Asociación Cántabra de Escritores y Mercedes escribía. «Alberto me decía siempre que me lo tenía que presentar, que me iba a gustar», explica ella. Nunca hablaron porque ninguno de los dos se puso en contacto con el otro. Hasta que entró en juego la vocación del periodista. «Me llamó para criticar una publicación que había realizado para la Sociedad de Escritores», recuerda Mercedes. Desde entonces, hablaron por teléfono todos los días durante dos años. De filosofía, de historia, de la vida. En todo ese tiempo no se vieron ni una sola vez, pero el escritor le enviaba una tarjeta diaria a Mercedes por correo postal. Una tarjeta cada día, todos los días, durante dos años. Fue un amor epistolar. Les unieron las palabras y por eso quisieron casarse en la casa de la cultura, la misma en la que Bribián fue nombrado hijo predilecto de Binéfar y en la que ella presentó su primer poemario, 'Claraboya a mi interior'.

Y la casualidad, o la serendipia, ha estado muy presente a lo largo de estos años de noviazgo. En uno de sus muchos viajes a un pueblo del pirineo aragonés, descubrieron que sus abuelos habían trabajado en estaciones contiguas de tren -para explicarlo, Carlos dibuja sobre un papel una especie de mapa-, que seguramente hablaban todos los días en términos ferroviarios y que igual se les escapaba algún dato personal. «Pues se ha casado mi sobrina...». Y quién sabe si se anunciaron el nacimiento de Carlos o de Mercedes, que hoy posan sobre un bidón que también tiene su historia. «Le dí la vuelta y puse cemento con conchas pequeñas que en su día cogieron mis padres», relata la novia apoyada en él. Después grabó las iniciales y la fecha de la boda junto al símbolo del infinito. Como en los anillos. El gato merodea por el jardín y responde a dos nombres. Para Mercedes es 'bibri', para Carlos 'mifi'. La familia feliz y una última frase redonda del maestro: «Ella es la estación 'termini' (término de trayecto en italiano) del último viaje de mi vida». El romanticismo está más vivo que nunca y Bribián también.

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