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Leyendas de Aquí

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La muerte de un soldado francés cuando trataba de quemar un crucifijo en una ermita de Bielva puso en fuga a toda la compañía

Aser Falagán

Santander

Domingo, 5 de febrero 2023, 08:02

Bielva no solo tuvo un tipo que jugaba especialmente bien a los bolos. También cuenta con la bolera que lleva su nombre, aunque Rogelio González ni fuera zurdo ni naciera en Bielva, una necrópolis, una iglesia y un Cristo. Y en torno a ese Cristo, una leyenda de más de dos siglos que permanece intacta y que en 2022 se recuperó a raíz de una serendipia: la puerta de una cuadra con llamativos grabados que José Luis Casado Soto descubrió en ese mismo pueblo y que ahora se expone en el Museo Marítimo del Cantábrico. Un portón de madera que deja testimonio, o al menos así se puede interpretar, de un rocambolesco capítulo de la Guerra de la Independencia en Cantabria: la huida de los Dragones de la Caballería napoleónica de Herrerías después de una intervención divina. Contra ellos, claro está.

Al parecer, en plena invasión francesa un pelotón de una unidad de élite de la caballería gala denominada Dragones decidió hacer noche en Herrerías, con lo que improvisaron campamentos en las iglesias y demás edificios disponibles. Entre ellos una ermita de Bielva en la que para combatir el frío decidieron hacer una hoguera con lo que tuvieran a mano. Probablemente bancos, quizá algún otro mobiliario o algún confesionario. Todo lo que pudiera arder.

En plena vorágine incendiaria a uno de los soldados le debió dar por encaramarse al crucifijo para tratar de arrancarlo y echarlo también a la hoguera. Fue entonces cuando se desprendió un brazo y le golpeó en la cabeza con violencia para matarle en el acto.

Sus compañeros, aterrorizados, salieron en estampida de la ermita, montaron en sus caballos y huyeron a galope de Bielva horrorizados por lo que entendieron como una intervención divina en castigo por haber intentado quemar un Cristo crucificado. Con ellos salieron en estampida, según el mito, todas las tropas francesas.

Otro relato es que el dragón solo intentaba robar la talla y no cometer ningún sacrilegio, pero con idéntico resultado: un golpe que le matara de inmediato y la huida despavorida de sus compañeros ante las evidentes connotaciones del suceso.

Esa es la historia por la que un Cristo puso en fuga a un pelotón de Dragones, algo no demasiado complicado si se tiene en cuenta que según otra leyenda un puñado de cabras –y una buena treta– terminaron con la caballería francesa de Laredo en lo que todavía se llama el Paso del Francés, haciéndola despeñarse por un precipicio invisible en la noche cuando iban en persecución de eso; de unas cabras a los que los pejinos habían atado faroles y que pastaban ajenas a la treta en El Montecillo.

En aquel caso el testimonio lo da el director del Archivo Histórico Municipal.En este, además de la tradición oral, el 'Diccionario etimológico de la toponimia mayor de Cantabria' y un artículo académico –un paper, para quien le guste esta jerga– de Carlos Arteaga y Leonor Parra Aguilar, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid, titulado 'La historia oculta de la puerta de Bielva: un barco y un apellido. Un testigo directo de la Guerra de la Independencia Española en el Museo Marítimo del Cantábrico'.

El diccionario, al que citan los propios investigadores. Habla de La Malata, un «prado en la hondonada contigua al llano conocido como San Roque» en el que «existe una curiosa leyenda acerca de que está enterrado un soldado francés que intentó robar la imagen del Cristo».

Arteaga y Parra Aguilar se detienen más en el relato folclórico: «Incluso la tradición oral, aún en nuestros días, narra que, en plena Guerra de la Independencia, un pelotón de soldados napoleónicos hizo noche en Bielva. El frío, les obligó a cobijarse en dicha Ermita y decidieron, para hacer lumbre y calentarse, quemar toda la madera que existía en el pequeño templo. En un momento determinado, uno de ellos, intentando alcanzar al Cristo allí colgado con el objeto de quemarlo también, vivió un suceso que marcará la historia de la Ermita y la propia localidad de Bielva: el brazo del Cristo le golpeó la cabeza matándolo de inmediato. Este hecho, parece ser que dio gran temor a los militares que allí se encontraban, y prendieron la huida precipitada del pueblo. Los lugareños entendieron que fue un milagro cuya creencia pervive hasta nuestros días».

En realidad el mayor descubrimiento de la investigación es que la talla de un barco por el que el portón del que hablaron a Casado Soto (se exhibe desde la inauguración del museo en 1981) no es un galeón cualquiera, sino 'El Montañés', que participó en la Guerra de la Independencia. Y a dos jinetes también labrados, con esos dragones, uno de ellos muerto, de la caballería francesa.

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