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José Luis Rodríguez, a la entrada del pueblo.

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José Luis Rodríguez, a la entrada del pueblo. Javier Rosendo

«Era cuestión de tiempo que el covid llegara a Tudanca»

Tan aislados viven los vecinos de este municipio de cuatro pueblos, que habían aguantado sin contagios toda la pandemia, hasta que el virus apareció el pasado viernes

José Carlos Rojo

Santander

Martes, 16 de febrero 2021, 07:12

Tudanca era uno de esos extraños casos de municipios que habían logrado mantenerse libres de coronavirus durante toda la pandemia. Pero llegó el pasado viernes, y este ayuntamiento de cuatro pueblos, que no llega a sumar 150 habitantes, contó su primer positivo para romper la racha de casi 11 meses limpio del patógeno y dejar así que sea Tresviso el único que ostente ese privilegio en la región.

«Era cuestión de tiempo que el virus llegara a Tudanca. Podía haberlo traído yo, que bajo bastante a Santander, o cualquier otro de los que andan de acá para allá», resuelve José Luis Rodríguez, obrero de la construcción reconvertido a ganadero por la crisis derivada de la pandemia.

Va de un lado a otro del pueblo de Tudanca montado en su tractor y sin mascarilla. «No solemos ponerla porque en realidad no nos encontramos ni hablamos entre nosotros. Es muy raro ver a gente por la calle», explica. Es algo que se comprueba en un breve paseo por la zona. Nadie sale de casa, ni siquiera se asoma a las ventanas.

El positivo detectado, una chica joven, cumple cuarentena en su casa, ubicada en el pueblo de Sarceda

El único bar del lugar está cerrado desde hace más de un año, antes incluso de que estallara la crisis sanitaria. Por no haber, no hay ni misa. «Hace tiempo había un domingo de cada mes y luego los sábados, pero como el cura venía y se encontraba solo, decidieron que ya no venía más», aclara una mujer desde la balconada de su casona, en el centro del pueblo.

No queda allí gente mayor, gran parte de la población son jóvenes en edad de trabajar. «Hay muchos ganaderos que suben al monte y trabajan la ganadería extensiva. Yo mismo me dedico a ello porque no hay más de donde sacar. Así que así, todo el día por el monte, ya me dirás cómo nos vamos a contagiar», ironiza Rodríguez, que carga abono en su tractor para reconvertir en huerta un prado que tiene sin uso.

La zona es frecuentada todos los fines de semana por decenas de senderistas y ciclistas que recorren las montañas a través de las diversas rutas de las que se puede disfrutar en aquel entorno, «pero no nos relacionamos con ellos», aclara Paulino Grande, que repara su tractor en el jardín de su casa. «Los vemos pasar desde la distancia pero no hablamos ni nada. No hay relación de ningún tipo. Si tienen el virus, se lo llevan como lo trajeron».

Lo que sí hay es vecinos que en algún momento han estado trabajando fuera de la localidad, incluso en Santander. Esos que se mueven más son los que pueden servir de caballo de Troya para el microorganismo.

Es lo que ha ocurrido en Sarceda, otro de los pueblos del municipio, donde el pasado viernes le fue detectado el virus a una chica joven, de unos 20 años. Nadie sabe a ciencia cierta quién es, o al menos dicen no saberlo, porque en otros casos se confiesan buenos guardianes del secreto por mantener la intimidad de la afectada. Y en el Ayuntamiento, nadie, ni siquiera el alcalde, el regionalista Manuel Grande, responde preguntas.

«Creo que hay una chica que vive en las casas del principio», indica una mujer, donde se supone que la infectada cumple estos días cuarentena.

Nada de mascarillas

En este pueblo de no más de quince casas, casi nadie lleva mascarilla por las calles. En realidad no es necesario porque las conversaciones se resuelven en la distancia. «Nosotros siempre nos hemos comunicado un poco así, de balcón a balcón, o de la calle al balcón», justifica Carmen García. «No sé muy bien quién es la afectada pero también hay que entender que probablemente a ella no le gustará que se sepa», se justifica.

La inquietud de los vecinos -los que aún no se habían enterado de la noticia- es mayor por conocer de quién se trata que por el temor de ser contagiados tras la llegada del virus. «No tendría por qué haber problemas si hacemos las cosas bien. Vamos a seguir haciendo vida normal», revela García. Y así, efectivamente, continúan las labores cotidianas. Una anciana pasea con unas lechugas bajo el brazo, otro vecino baja del monte con su tractor y unos niños juegan con muñecos a la puerta de su casa.

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