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Las nuevas técnicas que emplean en la actualidad las diferentes policías judiciales y científicas de España facilitan a diario el esclarecimiento de diversos crímenes. Sin ... embargo, cuando esas nuevas herramientas se utilizan para descifrar casos del pasado, en ocasiones el resultado no es el deseado. Eso es lo que ha pasado con el crimen de la millonaria María Luisa Fernández, conocida como 'Mari, La Curra', que fue asesinada hace veinte años en su mansión 'El Galeón' sin que se haya dado con el autor de los hechos.
Justo ayer se cumplieron dos décadas del crimen y si nos remitimos al artículo 131 del Código Penal este delito habría prescrito por el tiempo transcurrido entre el día de autos y la actualidad. Sin embargo, fuentes jurídicas explican a El Diario Montañés que en ocasiones las diligencias judiciales interrumpen ese plazo, con lo que no hay que descartar que, en caso de que aparecieran nuevas pruebas o indicios, se podría reabrir el procedimiento judicial y juzgar a un hipotético autor de los hechos.
Para entender los entresijos de este misterioso caso es imprescindible recordar el perfil de la víctima. Una de sus mejores amigas la define como una mujer «hecha así misma» y «muy guapa», que incluso fue Miss Comillas. Pertenecía a una familia trabajadora, «que tenía un bar». Como otros vecinos de Comillas, María Luisa emigró a Francia, donde estuvo trabajando en casas y tuvo un hijo. Desde allí se marchó a Madrid, donde conoció a un ingeniero vinculado al mundo de los negocios con el que se casó en Estados Unidos. Fruto de ese matrimonio nació su segundo hijo. «Entró en un círculo de élite, de la prensa del corazón. Hasta el juez Garzón le mandaba flores», cuenta esta amiga, que recuerda que este matrimonio tenía una casa en La Moraleja, un piso de más de 500 metros cuadrados e incluso una vivienda en Montecarlo. «Ella vivía a cuerpo de rey».
De hecho, esta amiga cuenta que en el Banco de Santander a Mari «la ponían la alfombra roja porque tenía muchísimo dinero».
Uno de los regalos que recibió La Curra de su esposo fue 'El Galeón' de Comillas, una mansión que contaba con una serie de medidas de seguridad, consciente la mujer de las envidias que podía generar por su opulencia. De hecho, quienes la conocían aseguran que apenas se la veía por la calle o en algún establecimiento haciendo vida social. «Yo creo que no salía de casa por el miedo que tenía a alguien, pero no sé a quién», apunta un vecino de la localidad.
El viernes, 26 de noviembre de 2004, La Curra fue invitada a una fiesta. «La animé a que viniese porque le gustaba mucho alternar. Pero me dijo que no porque había quedado con un asistenta a la que iba a contratar para que se hiciera cargo de las tareas del hogar. Entonces quedamos para comer al día siguiente». Pero Mari no acudió a esa comida. Extrañada, su amiga la llamó por teléfono pero no contestaba y se fue a buscarla a 'El Galeón', donde tampoco respondía a las llamadas. El hijo de esta amiga se subió al muro que rodeaba la mansión y pudo ver el coche de La Curra, un todoterreno, pero nada más. Al día siguiente, el domingo 28, esta amiga regresó con la prima de Mari y decidieron llamar a la Policía Local. Allí se personó el agente Jorge Rayón, que sigue recordando todos los detalles de lo que se encontró ese día, a pesar del elevado tiempo transcurrido.
«Creo que La Curra tenía que conocer a su asesino porque su mansión era un bunquer, una fortaleza. Aquel día la puerta principal estaba cerrada y tuve que saltar el muro. Me encontré abierta la puerta de la cocina, ubicada en un lateral de la casa. Ella abrió esa puerta y recibió allí los primeros tiros, porque había gotas de sangre. Desde ese punto dejó un rastro de sangre hasta su habitación, ubicada en la primera planta. Allí se la encontró muerta, detrás de la puerta», rememora este policía. «Ha sido con violencia», escuchó la amiga de la víctima, a pie de escalera.
María Luisa, que tenía 60 años, recibió varios disparos en la nuca procedentes de su propia pistola, sin que se haya encontrado el arma y tampoco haya trascendido el móvil del crimen.
«Se rumoreaba que se podía tratar de un ajuste de cuentas, porque la caja fuerte donde tenía el dinero estaba intacta. Fue algo chapucero porque revolvieron varios cajones y rompieron un cristal para que pareciera un robo», añade Rayón.
La investigación llevó a la detención de un sobrino de la Mari, pero lo soltaron a las pocas horas por falta de pruebas. «Su hermana dice que sabe quién la mató, pero nunca ha dado un nombre», cuenta este policía.
El 18 de diciembre de 2008, la Audiencia Provincial acordó sobreseer la causa por no existir indicios suficientes para acusar a una persona determinada como autor, cómplice o encubridor del hecho. Sin embargo, en 2018 reabrió el caso para que el equipo de Criminalística de la Guarda Civil realizara, con las técnicas actuales, unas pruebas de análisis genéticos de las muestras de cabello que fueron halladas en la mano derecha de la víctima, a fin de determinar si resultaba factible obtener el ADN nuclear.
Sin embargo, los especialistas del Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil no obtuvieron un resultado positivo del estudio, lo que llevó el 13 de enero del 2020 a la Audiencia Provincial a acordar el sobreseimiento provisional y archivo de la causa.
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Ana del Castillo
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