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Son las once y media de la mañana e Iván Sánchez, ambientador en mano, intenta aliviar el fuerte olor a humo de su escalera, el ... número 5 de la Avenida de Cantabria de Cabezón de la Sal, donde, al margen del hedor, a la vista, nadie diría ya que de madrugada tuvo que ser desalojado, al igual que el número 4 de la calle Santiago Galas, mientras los vecinos del número 6 de esta misma calle permanecían confinados en sus casas. El motivo, el fuego originado en torno a las cinco de la mañana en el supermercado Maestegui, ubicado en la planta baja del bloque que alberga estos tres portales, que fue lo que produjo la enorme humareda. En total, cerca de 60 vecinos tuvieron que abandonar de forma precipitada sus viviendas.
El incendio se originó en un cuadro eléctrico cuando, dada la hora, no había ninguna persona en las instalaciones. Así lo aclaró posteriormente el propietario, Jesús Maestegui, aliviado por que los desperfectos no hubieran sido mayores:«Hay daños en las bajantes de los pisos y aquí más que nada polvo, por lo que posiblemente tendremos que estar cerrados algún día». Fue de los primeros en llegar al lugar y cuando vio el panorama se puso «en lo peor». «Luego, piensas que no es mucho, pero cuando ves cómo está todo...», lamenta.
La evacuación, que tuvo lugar en torno a las cinco de la madrugada, y fue organizada por la Guardia Civil. Primero, llamando a los timbres del portero. Luego puerta por puerta. «Aporreándola», recuerda Iván, aún con el susto en el cuerpo. «¡Fuera, que hay fuego!, ¡salid ya! ¡salid ya!», eran las palabras de los agentes. «Primero pensaba que era vandalismo en la calle, porque a veces, sobre todo los fines de semana, ocurre que llaman al timbre los chavales», explica.
Algo parecido se figuró Marco Arce, de la puerta de enfrente. Pernoctaba en este piso con su abuela cuando le tocó responder al timbre pensando que se trataba de una broma. «Al principio no nos lo creíamos, pero después vimos que sí, que había que bajar y estaba todo lleno de humo», recuerda.
Ellos descendieron por su propio pie, no así una pareja de personas mayores que tuvieron que ser asistidas para dejar la vivienda, sin posibilidad de recoger ninguno de sus enseres. «Ni siquiera ropa y él bajó muy desabrigado, por lo que luego subimos a buscarle algo para vestirse», recuerda Iván, que señala que pasado el susto inicial se permitió esta pequeña licencia. Había tanto humo en la escalera que «no se podía respirar», recuerda el vecino, quien sólo salió con las llaves y el teléfono. Y en pijama.
Iván Izaguirre, del otro portal desalojado, ubicado en la calle Santiago Galas, describe la escena como «de película». «Estábamos en la cama y empezaron a llamar; cuando escuchamos a los vecinos salir, salimos corriendo». En pijama, junto a su pareja y su perro, sólo cogió el móvil, para descender las escaleras llenas de humo. Como Carlos Calvo, de la puerta de al lado, que enseguida metió a la gata en el transportín para desalojar su vivienda junto a su pareja. Él tampoco se olvidó del teléfono.
En el otro portal de la calle Santiago Galas, los vecinos tuvieron que permanecer en sus casas «hasta nueva orden». Pilar Casanueva rememora lo que les ordenaron los agentes. «Me levanté al baño, vi las luces de la Guardia Civil, nos dijeron que no nos moviéramos, y al rato, llegaron los bomberos». Pendiente de las indicaciones de los guardias, la vecina recuerda que durante unas dos horas escuchaba el sonido de un motor, que supone que podría ser «algún tipo de extractor».
En el mismo portal, Miguel Setién, del último piso, oyó a los bomberos al tiempo que se dio cuenta de que entraba un montón de humo. «De no poder respirar», explica. Él no sabía nada de que en su caso no debía abandonar la vivienda, pero tampoco lo hizo. No fue capaz. «Me asusté un poco y quise bajar al portal pero esta zona estaba a tope», cuenta, señalando el extractor de su cocina, por donde asegura que les entró el hollín a casa, mientras muestra en imágenes la encimera de su cocina tiznada.
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De la misma manera, el humo afectó al resto de vecinos del edificio, algunos de los cuales continuaban en tal estado de nervios que prácticamente no podían articular palabra para explicar su caso particular. Otros, no querían ni abrir la puerta, temerosos de que «se meta el humo en casa».
La construcción alberga también varias oficinas, cuyos trabajadores no conocieron lo sucedido hasta que llegaron a su puesto, por lo que se evitaron el susto aunque sí tuvieron que convivir en la jornada de ayer con el olor. Además, en uno de los bajos de la Avenida Cantabria se emplaza la tienda de electrodomésticos Cenor, que ayer también estaba precintada por verse afectada.
Para responder al suceso, el 112 movilizó a los recursos necesarios, entre los que se encontraban los bomberos del propio servicio de emergencias, la Guardia Civil y el 061. Mientras se procedía a evacuar a los vecinos, o en su caso a ordenar el confinamiento, se iniciaron las labores de extinción del incendio, que dañó un cuadro eléctrico, viéndose afectada la red de distribución, lo que provocó un apagón en varias calles de la localidad.
El alcalde de Cabezón, Víctor Reinoso, explicó que «al quemarse ese cuadro saltó el cuadro general de esa zona», y por eso, a las nueve, «todavía había una vivienda y algún local sin luz, mientras los técnicos de Viesgo trabajaban para solucionarlo». En concreto, el bar Avenida tuvo que retrasar su apertura con respecto a su horario habitual por carecer de luz. El regidor, que no había sido avisado en el momento, acudió al lugar a eso de las ocho de la mañana, cuando, «por supuesto, ya estaba todo controlado, aunque llamaban la atención los daños y el olor a humo».
También se registraron daños por fuego en el tendido de la luz y por humo en el local en el que se originó el fuego y en los edificios por los que se propagó. Del cuadro eléctrico en cuestión dependen los motores de las cámaras del supermercado..
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