Secciones
Servicios
Destacamos
Angelitas habrá muchas, pero para Jesús Rebanal como su vaca, ninguna. Por eso ha hecho un esfuerzo titánico para rescatarla, recorriendo a diario los 50 kilómetros que separan Cabezón de la Sal del puerto de Sejos. Ida y vuelta. Angelita se precipitó colina abajo el ... martes de la semana pasada, cuando ella y sus 19 compañeras -todas de Jesús, natural de Valle de Cabuérniga- realizaban la histórica subida a las praderías de Sejos, donde el ganado pasa el verano. El recorrido es duro para los animales -algo así como los 10.000 del Soplao para las personas- y Jesús sube a las reses en camión hasta la zona de Jaya Cruzá. Ahí las suelta y recorre con ellas los kilómetros restantes hasta las praderas por el conocido como canal de Cureñas. «Es un camino de cabras, donde no entran vehículos, cuesta arriba y lleno de barro». Un camino malo. Angelita se cayó por un precipicio en una curva, cuando iba a arrimar a las otras vacas. «Se jorobó una pata delantera», explica. El ganadero aprovechó que estaba «en caliente» y logró devolverla al camino. Después, el animal no pudo avanzar más y se derrumbó.
Así que Jesús continuó el resto de la ruta con las demás -eran ya las siete de la tarde- y decidió que el animal de veinte meses pasara solo la noche en el monte, a unos tres kilómetros y medio de la meta. Se fue «preocupado» el hombre, porque es una zona de lobos -ahora casi todas lo son- y «porque lo mismo la vaca se intentaba poner de pie y volvía a caerse». A primera hora del día siguiente llamó al Servicio de Emergencias 112 para que fuera a auxiliar al animal con un helicóptero. Le dijeron que vale, que rescataban a la vaca, pero que 'la broma' le iba a costar 1.800 euros, que era casi como decirle que no. Jesús no se amilanó. Contacto con la presidenta de la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga y alcaldesa de Los Tojos, Belén Ceballos, y su homóloga en Cabuérniga, Rosa Fernández, «para ver si podían mediar con el 112 y que fueran a por la vaca». Pero tampoco surtió efecto la medida. No pudieron porque las normas son las mismas para todos. Excepto para los animales. «Pues si no hago algo, se me muere la vaca», pensó Jesús. Y lo hizo. Vaya que si lo hizo. El cabuérnigo decidió subir a Sejos todos los días, «por la mañana o por la tarde, y a veces por la mañana y por la tarde», para asistir al animal y tratar de cargar con él -literalmente- hacia el alto del puerto, donde se encontraba el resto de las reses. Iba acompañado de un amigo, Pablo Linares. Cada día avanzaban unos metros. No sabe cuántos. Como para estarse a contar teniendo que arrastrar 400 kilos de vaca. Y así, «a base de bregar y bregar, y de hacer cosas que no se pueden ni decir, porque tuvimos que ponerle una cuerda y tirar de ella», lograron los dos hombres que Angelita llegara al alto de Sejos, coja, pero viva.
Allí permaneció con las demás reses pastando. Mientras, el dueño seguía subiendo y bajando al puerto, «para asegurarme de que estaba bien y acercarla al camino» -las reses se mueven a sus anchas en campo abierto-, con el objetivo de remolcarla y poder llevarse a Angelita a casa. No lo consiguió hasta antes este martes, justo cuando se cumplía una semana del accidente. «Tiene una paletilla salida y vamos a ver si lleva arreglo, porque es la primera vez que vemos algo así», explicaba este miércoles, con la voz más sosegada, porque no es lo mismo tener a la vaca a treinta y tantos kilómetros que en su finca.
Esta hazaña tiene mucho de amor hacia la vaca, pero también de amor propio y de amistad, porque Jesús ha podido realizar esta honorable tarea gracias a la ayuda de Pablo, «un amigo muy amigo». «Solo no habría podido», asegura, aunque con esta gente de voluntad indomable nunca se sabe. «Es lo que hay», repite. «A nadie le importaba que se muriera la vaca, salvo a nosotros, porque a los políticos se les llena la boca hablando del campo, pero luego no hacen nada; el movimiento se demuestra andando», se queja Jesús, que no ha dejado de estar preocupado ni un solo día. «Tenía miedo por si la atacaban las otras reses o los buitres. Vete tú a saber», confiesa.
¿En algún momento pensó en dejarla allí, al ver que no podía con ella? «Nunca, porque si uno tiene animales es por algo y hay que responsabilizarse. Si no venían a salvarla, lo haría yo», zanja el cabuérnigo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.