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«Nuestra casa de Tablanca ejercía en todo el valle por virtud de su condición benéfica amén de ilustre, cierto señorío indiscutible y patriarcal, y ... era el paradero obligado de todas las personas notables que pasaban por allí, incluso los obispos». De esta manera describía José María Pereda en el primer capítulo de 'Peñas Arriba', una de sus obras más destacadas, la vivienda familiar de sus protagonistas, inspirado, sin duda, en la Casona de Tudanca, residencia que a lo largo de su historia se ha convertido en el faro de toda una comarca y ha atraído a grandes personalidades de la literatura y la cultura de España durante varias décadas.
Un protagonismo que sorprende a los que en la actualidad visitan esta vivienda-museo, enclavada en un pequeño pueblo de menos de un centenar de habitantes, alejado de los centros culturales y de poder de la época y que incluso en la actualidad, con la mejora de las comunicaciones y de las nuevas infraestructuras, sigue pareciendo un lugar remoto, por lo que a pesar del rico patrimonio que alberga y del extraordinario emplazamiento natural y paisajístico, sorprende el pequeño número de visitantes que recibe, en su mayor parte atraídos por los fondos literarios.
En nuestra visita al pueblo de Tudanca nos encontramos con el aparcamiento perfectamente equipado a la entrada del pueblo, pero prácticamente vacío. El auge del turismo rural de este verano tan atípico no parece haber llegado a este pueblo situado en la zona alta del valle del Nansa y no será porque le falten atractivos.
En sus empinadas calles totalmente solitarias tan solo se escucha el lejano sonido de un tractor y las risas de dos niñas de ciudad que se encuentran pasando unos días en casa de su abuela jugando en los columpios. Una familia aparece con cierta prisa porque se les acerca la hora de la visita que tenían concertada para conocer La Casona, el edificio más sobresaliente de todo un pueblo que, precisamente, destaca por su arquitectura popular, magníficamente conservada en su mayor parte, por lo que esta pequeña localidad cuenta con el singular reconocimiento de estar declarada Conjunto Histórico Artístico desde el año 1983.
En la Casona de Tudanca nos recibe a la hora señala Agustín Marcías Piris, el guía que nos acompañará por las diferentes estancias del edificio y nos descubrirá los numerosos tesoros que ha ido albergando a lo largo de sus cerca de tres siglos de una historia que comenzó cuando, a mediados del siglo XVIII, la construyó Pascual Fernández de Linares, un indiano que tras hacer una gran fortuna en Perú retornó a su pueblo y mediante esta edificación mostraba a sus vecinos la riqueza acumulada.
A lo largo de todo este tiempo los diferentes propietarios han ido aportando piezas de todo tipo que conforman la heterogénea y valiosa colección que contiene, que incluye mobiliario de diferentes estilos y procedencias, prendas textiles y obras de arte en las que se deja sentir la influencia colonial de los propietarios originarios.
Pero la parte más valiosa de todas las colecciones la conforman la biblioteca y el archivo, con diversos manuscritos literarios de los principales escritores españoles del pasado siglo XX, un legado que se debe a su último propietario, José María de Cossío, quien lo donó a la entonces Diputación Provincial de Cantabria por lo que en la actualidad forma parte de la red de museos del Gobierno de Cantabria.
La personalidad de este polifacético escritor e historiador hizo que el pueblo de Tudanca y su Casona se difundiese por todo el mundo de habla hispana, siendo residencia temporal de algunos de los nombres más ilustres de la literatura, contando con manuscritos de extraordinario valor que atraen a estudiosos y especialistas de todo el mundo.
Sus estrechos vínculos con los toreros de la época también dejaron su huella en la Casona por lo que son también muchos los aficionados del mundo taurino que acuden a visitarla.
Desde hace ya varios años los diversos Gobiernos regionales han planteado actuaciones encaminadas a dinamizar este importante centro cultural, lo que serviría también para potenciar esta zona del Nansa, pero hasta el momento, los frutos de todas ellas apenas se han dejado sentir.
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