Borrar
Garabandal, sesenta años de las apariciones

Ver fotos

Javier Rosendo

Garabandal, sesenta años de las apariciones

Aniversario. El 18 de junio de 1961 cuatro niñas relataron cómo el Arcángel San Miguel se les había aparecido en el ascenso a una colina del famoso pueblo de Rionansa. Desde entonces es un lugar de culto para miles de visitantes

Lucía Alcolea

Cabezón de la Sal

Domingo, 20 de junio 2021, 07:29

Que un nombre -como Garabandal- derive en un adjetivo -como garabandalista- indica que es famoso y que va a perdurar en el tiempo. Sucede con shakesperiano o maquiavélico (por poner dos ejemplos de los muchos que existen). Pues bien, el relato de que cuatro niñas tuvieron apariciones marianas en San Sebastián de Garabandal (Rionansa) entre 1961 y 1964 es internacionalmente conocido e imborrable. Un tatuaje en la historia. Antes de ayer, viernes, 18 de junio, se cumplieron sesenta años desde que tuvo lugar la primera visión -del Arcángel San Miguel- y el pequeño pueblo, encajado en una ladera del valle del Nansa, se convirtiera en un multitudinario lugar de peregrinación. Durante los primeros años, a visitarlo acudieron tanto creyentes como escépticos, médicos, científicos, sacerdotes, diocesanos, teólogos, psicólogos, curiosos... Ahora solamente van los que tienen fe. Eso sí, de diferentes lugares del mundo -hace diez años, se estimaba que desde 1961, cuatro millones de personas de los cinco continentes habían visitado la zona-.

Son los caprichos de la historia, o del destino, porque el 18 de junio de hace sesenta años por la mañana, antes de que todo sucediera, nadie pensaba que Garabandal iba a repiquetear eternamente. Aquel día, la rutina transcurría serena y apacible en San Sebastián de Garabandal, a cinco kilómetros de distancia de Cosío (perteneciente a Rionansa). No había coches, ni asfalto. Como mucho un teléfono del siglo XX, o dos, en todo el pueblo. Quizá ni eso. La rutina olía a hierba y a fe, porque el lugar era sobre todo religioso -según el documental 'El mensaje de Garabandal', los vecinos se reunían cada noche en la iglesia para rezar el Rosario-. Cuatro niñas, Conchita, Jacinta, María Dolores y Mari Cruz, salen de la escuela y van a recoger manzanas a la zona conocida como Los Pinos -otro enclave sonoro para la historia-, el camino ascendente hacia lo alto de la colina (hoy una especie de santuario repleto de ceremoniosidad). Una de ellas cae de rodillas mirando hacia el cielo. Las demás al principio se asustan. Luego parece que sienten lo mismo y se arrodillan también. Fue su primera visión, un ángel (no sabían cuál), que luego resultó ser el Arcángel San Miguel (es el encargado de frustrar a Lucifer). La imagen venía a anunciarles la aparición de la Virgen, que tuvo lugar después y se sucedería durante los cuatro años siguientes en centenares de ocasiones.

La aparición mariana profetizaba el futuro y advertía a la humanidad sobre lo llena que se encontraba una copa, metáfora para apuntar al mal comportamiento de los seres humanos, que serían castigados mediante un suceso que a día de hoy no ha tenido lugar.

Lo que aconteció durante aquellos años sobre este pequeño espacio terrestre que pareció entrar en contacto con el cielo ha sido analizado desde innumerables puntos de vista. La Iglesia mantuvo desde el principio, y mantiene, que «no consta la sobrenaturalidad de las referidas apariciones». El obispo de Santander ordenó retirar las alusiones de la web parroquial en octubre de 2015 y prohibió la celebración de misas en Los Pinos, así como bendecir el centro de acogida de peregrinos. Nada de esto ha frenado el fervor de los devotos que acuden cada año a rezar con crucifijos al pie de la montaña. Algunos con enfermedades, van a intentar curarse, porque hay cosas que no cambian aunque cambien los tiempos.

Los hechos despertaron curiosidad desde el primer momento y San Sebastián de Garabanal pasó de ser solo un pueblo de Cantabria a convertirse en un lugar conocido en Australia o Estados Unidos, donde por cierto residen dos de las tres niñas (una tercera vive en Asturias y otra murió). Desde hace sesenta años, Garabandal se asocia a imágenes de cientos de personas sobre la ladera de una montaña, rezando, besando el suelo, en trance, llorando, riendo y viviendo su fe de todas las formas imaginables. Ha ido mucha gente. Muchísima (se juntaban de 500 a 3.000 personas por día en los rezos). Seguramente más de la que nunca habría visitado este enclave de no ser el pueblo de las cuatro niñas que vieron a la Virgen. Y es que Garabandal no es que sea un pueblo feo (tiene su encanto), pero la naturaleza no se puede comparar con la expectación que causa un milagro que se sucede cuatro largos años. Y que permanece para siempre en esa tierra.

Se han abierto tiendas de artículos religiosos, donde también se venden pegatinas y postales. Quién lo iba a decir. Una especie de centro religioso de visitantes de todos los lugares del mundo. El centro de atención al peregrino (antigua escuela) tiene una página web en la que se cuenta la historia «de las apariciones de la Virgen del Carmen» de pe a pa, con algunos párrafos extraídos del diario de Conchita, la supuesta líder del grupo. En internet hay tanta información sobre Garabandal que uno puede estar leyendo durante varias semanas. A todo el mundo le suena el nombre, conozca o no la historia. Seguro que el viernes muchos celebraron el sesenta aniversario. No hubo ningún acto oficial, pero tampoco es necesario cuando se trata de algo tan grande.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Garabandal, sesenta años de las apariciones