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Ana Ranera
Miércoles, 15 de marzo 2023
El 3 de junio de 2017 el ritmo frenético de Londres se paró en seco. Aquel día un grupo de terroristas sembró el pánico en ... la ciudad e Ignacio Echeverría fue un valiente en medio de ese horror, que le costó la vida a ocho personas. Él, que estaba montado en su bicicleta, vio cómo un hombre apuñalaba a una chica, y, sin dudarlo, se bajó de su bici y se lanzó a ayudarla, golpeando al agresor con el monopatín que llevaba a la espalda.
En ese momento, otros dos terroristas se abalanzaron sobre Ignacio y le asestaron varias puñaladas hasta matarlo. Y, pese a este trágico final, su actuación fue un rayo de luz, ya que sirvió para salvar a aquella chica, así como a varios de los viandantes que se encontraban por la zona en ese momento y que pudieron ponerse rápidamente a salvo.
Este joven, bien conocido en Comillas -donde veraneaba-, se convirtió así en el héroe del monopatín y hasta recibió diversas distinciones, entre las que estuvieron la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid y la británica Medalla de San Jorge. En Comillas también se le rindió homenaje en su día: se puso su nombre a la zona deportiva donde se encuentra la pista de skate en la que el joven solía practicar este deporte, y el aparcamiento aledaño, en un emotivo acto. La abuela materna del joven descendía de esta localidad cántabra.
La familia de Ignacio Echeverría inició hace unos meses el proceso para su posible causa de canonización. «Monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, nos comentó un día que si tendríamos interés en impulsar el proceso de canonización de Ignacio y ahí empezó todo», explica Joaquín Echeverría, su padre. De esa manera, esta familia emprendió un camino en el que, en estos momentos, un postulador está recabando testimonios para presentarlos al Arzobispado de Madrid. «Necesitamos conseguir testimonios de quienes conocieron a Ignacio para que den fe de su vida y de sus prácticas religiosas», apunta.
Y también es necesario perfilar la fama de santidad, es decir, la opinión extendida entre los fieles de su pureza e integridad. «Tenemos testimonios de gente que le reza. Por ejemplo, sé de una persona que le pidió porque tenía unas cardiopatías graves y que iban a operarla. Unos días después de la intervención, me escribió porque acababa de salir de la UVI y me contó que lo que se había detectado en las pruebas previas había desaparecido». Y no es el único caso porque «hay más personas que me consta que le piden».
Una vez que se presenten todos estos datos al Arzobispado, decidirán si lo presentan a Roma y la causa llega al Vaticano. «Suponiendo que en Roma lo consideren digno de seguir adelante, sería ya venerable, es decir, se le podría hacer culto oficial», apunta el padre. «Hasta que no haya un milagro oficial no pasaría a ser beato, y hasta que no tenga dos no podría ser santo», detalla sobre el proceso. De momento, para Joaquín Echeverría ya es todo un logro lo que están consiguiendo. No hay mayor orgullo para este padre que ver el monopatín de su hijo volando imparable hasta alcanzar el cielo.
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