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Con el silencio de la madrugada de este lunes está previsto que se cierre por última vez la puerta del convento de la Congregación de ... las Hijas de Cristo Rey. Las últimas cuatro religiosas que permanecían en el emblemático edificio de San Vicente hacen las maletas. Con su traslado a otros destinos culmina todo un siglo dedicadas en cuerpo y alma a su labor pastoral, social y educativa dentro la villa barquereña. Un triste momento que se produce justamente 100 años y 13 días después de la llegada, desde Granada, de las seis primeras religiosas. Fue un momento histórico que los barquereños de la época vivieron «expectantes y llenos de alegría acudiendo en gran número para darles un caluroso recibimiento en la estación», según relatan las crónicas de la época.
No resulta extraño que su llegada se viviese como un acontecimiento social extraordinario ya que, viéndolo con la perspectiva del paso del tiempo, en una época sin apenas recursos para la educación, su presencia fue de trascendental importancia para las familias barquereñas y muy especialmente para la vida de las niñas que, en aquellos años, por tradición, tenían como destino continuar la costumbre heredada de sus madres de quedarse en el hogar, no teniendo, en la mayor parte de los casos, acceso a la más mínima formación.
RECONOCIMIENTO
Desde aquel momento han sido numerosos los alumnos, chicas en su mayoría, que generación tras generación han ido pasando por las aulas del Cristo Rey. Seguramente no habrá ninguna familia barquereña que, de una u otra manera, no haya tenido alguna vinculación con el centro, bien por la actividad educativa o bien por la labor social o pastoral que también desarrollaban.
El cierre del convento de San Vicente ha sido una decisión «dolorosa» pero a la que el Instituto de las hijas de Cristo Rey se ha visto obligado por la falta de vocaciones que, como otras congregaciones, vienen sufriendo desde hace ya tiempo. Esto les obliga a realizar, de manera continua, una reestructuración de sus centros que, en este caso, ha llevado al cierre del convento, un edificio emblemático de la villa que fue posible levantar gracias a la generosa aportación llevada a cabo por los hermanos Luis y Gloria de la Mata Linares y Sánchez de Lamadrid, una importante familia benefactora de San Vicente que, siendo conscientes en la época de la importancia que suponía ofrecer a sus vecinos más modestos la posibilidad de tener acceso «a la piedad, la educación y a la cultura», lo patrocinaron. En el momento de la despedida cuatro eran las religiosas que han estado ocupando hasta hoy las estancias del convento de San Vicente.
Su traslado las llevará ahora al centro que tiene la congregación en la localidad coruñesa de Oleiros, para después, desde allí, dirigirse a sus nuevos y definitivos destinos.
En concreto, la madre Fidela Ruiz, la que más raíces tenía en San Vicente, en donde llevaba 21 años ejerciendo su labor, recalará ahora en el convento de Torreblanca en Sevilla. Por su parte, la religiosa Mercedes Fernández, que llevaba cinco años en la villa, mantendrá su destino en el convento de Oleiros. Asimismo, la madre Rosario Elorrieta, que llevaba 9 años en contacto con los barquereños, será acogida, por su avanzada edad, en la residencia que la congregación tiene en Santiago de Compostela. Por último, la que ha sido la última madre superiora en San Vicente, María Antonia Vallelado, continuará con su labor religiosa desde El Ferrol.
«Nos vamos con una gran tristeza por abandonar un pueblo y unas gentes con las que hemos tenido una extraordinaria y estrecha relación a lo largo de todos estos 100 años», destacaba la madre superiora de la congregación barquereña antes de su marcha. Un «dolor» por la despedida al que acompaña «la satisfacción» por las numerosas muestras de «afecto y cariño, incluido el Ayuntamiento, su alcalde y Corporación municipal, que estamos recibiendo», añadía. «Nos sentimos halagadas y emocionadas por lo que nos vamos con un sentimiento contradictorio», agradecía finalmente Vallelado.
Todas estas manifestaciones de afecto por parte de numerosos barquereños se han venido produciendo ininterrumpidamente desde que se conoció la decisión del cierre del convento, una noticia que llegaba apenas unos pocos días después de la jornada de alegría y de justo reconocimiento que tuvieron el pasado 30 de mayo, cuando recibieron la máxima distinción del Ayuntamiento, la medalla de oro de San Vicente de la Barquera y el homenaje popular por la celebración del centenario de su presencia en la villa. Nadie imaginaba entonces que todo ello sería el triste desenlace del cierre de todo un intenso siglo de historia que ahora concluye.
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Ana del Castillo
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