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LUCÍA ALCOLEA
San Sebastián de Garabandal
Domingo, 27 de junio 2021, 07:54
Existen tres posturas diferenciadas con respecto a las apariciones marianas que supuestamente tuvieron lugar en San Sebastián de Garabandal entre 1961 y 1965: la de los devotos, que en ocasiones siendo demasiado crédulos, aceptaban la magnitud de lo que tenía lugar; los detractores, que fueron mentalmente incapaces de detenerse a estudiar con rigor lo que estaba sucediendo; y, por último, los observadores, que atendían a cuanto acontecía, sopesándolo todo. Las tres 'categorías' son establecidas por el doctor en Teología José Luis Saavedra en la tesis que publicó en 2018, 'Garabandal a la luz de la historia' -la primera sobre las apariciones-. Quizá el documento ayude a los primeros a ratificarse, haga dudar a los segundos y sitúe en una posición clara a los terceros sobre lo que sucedió en este pequeño pueblo de Cantabria a lo largo de cuatro años.
La primera visión de las niñas tuvo lugar el 18 de junio de 1961 mientras recogían manzanas en la zona conocida como Los Pinos -hoy un lugar de culto al que acuden miles de personas-. Se les apareció el Arcángel San Miguel para anunciarles la llegada de la Virgen, que se presentaría ante ellas en cientos de ocasiones durante los siguientes cuatro años. Ese día se encendió una vela en San Sebastián de Garabandal que de momento nadie ha conseguido apagar, ni siquiera los fuertes vientos que en ocasiones la Iglesia ha hecho soplar en contra.
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Esta es precisamente la cuestión sobre la que pivota el libro de Saavedra, quien de forma pormenorizada y valiéndose de multitud de fuentes tanto orales como escritas -como exige toda tesis doctoral-, expone las diferentes posiciones que ha mantenido la Iglesia desde el principio hasta hoy. Además, narra con una excelsa profusión de detalles lo acontecido en el pueblo desde que tuvo lugar la primera aparición hasta la última, el 13 de noviembre de 1965. Entonces, según explica Saavedra en el libro, la Virgen le dijo a Conchita, la mayor de las niñas: «Conchita, será la última vez que me veas por aquí, pero estaré siempre contigo y con todos mis hijos». Aquello concluía supuestamente un capítulo que nunca se ha cerrado.
En la tesis, Saavedra describe las pruebas (el aumento de peso de las niñas durante el éxtasis; su carácter tranquilo y pacífico a pesar de la presión recibida; su capacidad para caminar salvando obstáculos, así como para reconocer las cosas santas...) que llevarán al más escéptico a creer y quebrantarán los argumentos más sólidos en contra de las apariciones. Pruebas que en su momento llevaron a la Iglesia a mantener una posición más laxa sobre lo acontecido. Mención aparte merece la descripción sobre el trato en ocasiones denigrante que recibieron las cuatro niñas, siendo sometidas a un escrutinio atroz, presionadas y amenazadas hasta el punto de que ellas mismas negaron en varias ocasiones lo que habían visto. A día de hoy, la posición oficial de la jerarquía eclesiástica es 'non constat', «una fórmula que se expresa para mostrar ambigüedad o incerteza, es decir, que ni se aprueban ni se condenan las apariciones. Se deja a la devoción privada a los fieles».
A tenor de lo expuesto, la pregunta que se hacen los estudiosos es «¿por qué Garabandal continúa suscitando tanto interés y atrayendo a miles de devotos de varias partes del mundo (sobre todo de Francia, Estados Unidos, Bélgica y Australia) a pesar de haber transcurrido tanto tiempo desde que se produjeron las apariciones?» Para el escritor Enrique Álvarez, la respuesta hay que buscarla en el Concilio Vaticano II y los dos mensajes que la Virgen les transmitió a las niñas.
«Lo que sucedió en Garabandal tiene una conexión directa con la crisis que vive la Iglesia desde el Concilio Vaticano II de Roma», explica Álvarez. «A partir del concilio se inició una crisis en la Iglesia que continúa hoy en día, con la pérdida constante de fieles». Esta desafección, según el experto, fue anunciada por la Virgen en su segundo mensaje a las niñas: «Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Los sacerdotes van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia (...)». El mensaje pudo no parecerle adecuado a la Iglesia. Cuando tocaron las campanas del Concilio Vaticano II, señala el escritor, «había optimismo, pero en Garabandal se anunciaba todo lo contrario. No hay que verlo como una condena, pero cada vez hay menos sacerdotes, matrimonios, bautismos, lo que arroja un saldo negativo». En base a esta teoría, la Virgen no se equivocó.
Álvarez pone de manifiesto la «oposición de la Iglesia a las apariciones de Garabandal, con actitudes y procederes nada honestos». Hubo al menos tres comisiones de investigación «que se llevaron a cabo de forma chapucera». Saavedra habla además en el libro de una última comisión secreta, cuyo objetivo no era tanto averiguar si los hechos ocurrieron o no, como probar que Garabandal era una fuente de negocio y especulación.
Sobre si la Iglesia va a iniciar una nueva investigación acerca de los hechos, Álvarez tiene esperanza de que así sea. «Esperamos que el caso se estudie de nuevo de una manera fría y con procedimientos canónicos para verificar si las apariciones, los éxtasis y los mensajes que transmitieron fueron verdaderamente dictados por la Gracia o fueron otra cosa». Una opinión en la que coincide con otro estudioso de Garabandal, Antonio Soler, quien asegura que ahora mismo «no consta la sobrenaturalidad, pero tampoco la no sobrenaturalidad de los hechos y supongo que en algún momento habrá una comisión seria que aborde el tema, porque los datos son apabullantes», afirma. Mientras esto sucede, o no, Garabandal sigue siendo una luz parpadeante que atrae a cientos de fieles de diversas partes del mundo. Los testimonios sobre las personas que lo visitan invitan sin duda a conocer qué es todo aquello: «Cuando he ido, he sentido que el señor estaba presente. Sales de allí con la persona a la que amas, es una sensación difícil de explicar. Yo pido por todos nosotros», relata convencido Soler.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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