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Una mujer pasea por una calle de la localidad en presencia de otros dos vecinos. Javier Rosendo
La inmunidad llega a Lamasón

La inmunidad llega a Lamasón

Casi el 70% de la población de este municipio de Cantabria ha recibido ya las dos dosis de la vacuna. Los vecinos respiran aliviados

Lucía Alcolea

Cabezón de la Sal

Sábado, 17 de julio 2021, 07:24

Cualquiera de los paisajes de Lamasón podría ser un cuadro impresionista. El señor mayor que toma el sol en un banco de piedra, las gallinas en el patio, el sonido de la radio en la calle, la intensidad de los colores, la vecindad que habita entre las flores. Al idílico entorno se une ahora una situación muy favorable. Y es que Lamasón alcanza ya la inmunidad de rebaño, con cerca de un 70% de la población vacunada. La gran mayoría de los vecinos de este pueblo encajado entre montañas ha recibido las dos dosis de la vacuna contra el covid. «Ah, ¿sí?», pregunta Mila Collado al enterarse de la noticia desde el balcón de su casa en Quintanilla, uno de los nueve núcleos rurales que conforman este municipio.

«Normal, es que aquí como somos pocos (viven en torno a 250 habitantes)...». Dice Mila que la pandemia en este extremo de Cantabria no se ha vivido igual. «Yo tranquila he estado siempre». Y eso que hasta el jueves pasado no recibió el segundo pinchazo de AstraZeneca. ¿Y la mascarilla? «Ya no la llevamos casi, sólo para ir a la farmacia o al supermercado». En Quintanilla tienen ambas cosas. También una posada y un restaurante. La mitad de los establecimientos los regenta la familia de Carmina Ruiz, que atiende a Elena Meré y a Benita Gómez, dos clientas habituales, cuando la prensa irrumpe en su tienda. Al principio cuesta acostumbrar la vista a la oscuridad. «¿Una foto? Pero si yo no me puedo estar a estas cosas, que tengo la comida sin hacer», protestan. Ellas tampoco saben lo de la inmunidad, «pero ahora me quedo más tranquila, por supuesto», comenta Benita. A pesar de todo están preocupadas por la llegada del turismo en agosto. «La gente viene muy descuidada y se piensa que aquí hay libertad». La vida no ha cambiado tanto con el covid, aunque estuvieron confinados, como todo el mundo. «Y si salías de casa venían los guardias y te multaban».

Tampoco cambiará con la inmunidad de rebaño. «Lo hemos vivido de otra manera, porque muchos vecinos son ganaderos», señala Ángel Alonso mientras charla con María Jesús Collado a la puerta de su casa. «Eso sí, antes pasaba un coche y metía hasta la cabeza por la ventanilla y ahora ni me arrimo». «Es que somos los mejores», exclama María Jesús, contenta porque ya casi todos estén vacunados. Sobre este punto no hay discusión en Lamasón. Carmina lo repite varias veces. «Esto es lo mejorcito que hay, porque la gente es acogedora y somos un valle sin explotar, que incluso los propios cántabros desconocen, con lo que se pierden».

«Los turistas vienen y son muy descuidados, se piensan que aquí hay libertad y en los pueblos no pasa nada»

Carmina Ruiz - Vecina

«Saberlo me aporta tranquilidad, pero no hay que bajar la guardia y debemos seguir con precauciones»

Marimar Vega - Vecina

¿Y lo de tardar una hora en ir a Santander? «No nos afecta, ya estamos acostumbrados», asegura a su vez Marimar Vega, la hija de Carmina, que atiende el restaurante. «A mí saberlo me aporta tranquilidad, aunque no hay que bajar la guardia y debemos continuar con las precauciones», recuerda. De momento en la posada están con un 50% de ocupación, «pero esperamos llenar en agosto». «Los turistas vienen cuando se masifican los pueblos costeros, como San Vicente de la Barquera o Pechón».

J. Rosendo
Imagen secundaria 1 - La inmunidad llega a Lamasón
Imagen secundaria 2 - La inmunidad llega a Lamasón

¿Y hay miedo? «Yo he pasado miedo durante la pandemia, porque somos uno de los municipios de Cantabria que más población tiene de ochenta años». Así que Marimar se alegra de saber que tan solo falta cerca del 30% de la población por recibir la vacuna. Tanto ella como sus vecinos esperan «que la llegada de la gente de fuera no cambie la situación a peor, después de lo que hemos conseguido», afirma Ángel, que vive con su madre, una mujer que pasea apoyada en una cachava «y sin salirse de la línea blanca de la carretera». «Se lo tengo dicho», advierte Ángel.

Así es la vida en Lamasón. Apacible y serena. Con los sonidos de la naturaleza rozándote la piel y, ahora, con esa anhelada inmunidad de rebaño.

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