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Raro es el pueblo español, por recóndito que esté, que no cuenta con una leyenda de un tesoro escondido. En Cantabria conocemos bastantes ejemplos, como el del valle del Nansa, en donde aún los más mayores recuerdan la tradicional historia heredada de sus antepasados de la existencia del tesoro del moro Chufin que nadie había descubierto, por lo que a lo largo del tiempo no faltaron aventureros que se adentraron en la cueva del mismo nombre en busca de esa fortuna, siempre con resultados infructuosos. Rescatamos ese relato cuando se cumple medio siglo del descubrimiento del secreto de la cavidad.
El 30 de marzo de 1972, un vecino del valle, Manuel de Cos, por fin halló el tesoro. No se trataba de ningún sarcófago lleno de monedas de oro o joyas, era algo más valioso que, a pesar de estar bastante visible, tan solo fue apreciado hasta ese momento por este hombre. Él era un tipo pequeño físicamente, pero de grandes ideales, cuyos intereses alejados de valores materiales le llevó a mirar Chufín de una manera diferente Fue así como dio con el gran tesoro que albergaba en sus paredes, hoy reconocido como Patrimonio de la Humanidad.
Inmortalizó aquellos grabados y pinturas que aparecieron ante sus ojos con la cámara fotográfica que le acompañó a lo largo de toda su vida. En primer lugar compartió esos archivos con los responsables regionales del patrimonio de la época que, al parecer, no le dieron importancia. El pasado de hombre luchador y represaliado antifranquista no parecía ser una buena carta de presentación para ganarse la credibilidad de las autoridades del momento.
Sin embargo, esa falta de confianza no fue un problema para que Manuel de Cos, acostumbrado a luchar contra todo tipo de obstáculos, siguiera adelante con el empeño de que su hallazgo fuese objeto de estudio. Con sus fotos se presentó ante el director del Museo Arqueológico Nacional de la época, Martín Almagro, que se quedó impresionado por las imágenes que compartió con él. A los pocos días, Almagro viajó a Cantabria para comprobarlo sobre el terreno.
Por fin el misterioso tesoro de Chufín había salido a la luz, pero su procedencia no era del tantas veces señalado moro, sino de los hombres del Paleolítico que lo ahí lo plasmaron hace unos 18.000 años atrás.
Ese tesoro de Chufín ya puede ser conocido y disfrutado por todos los que lo deseen, con las grandes limitaciones establecidas por las dimensiones de la cavidad y su especial ubicación y para la protección de las pinturas,
En estos momentos, tras el largo paréntesis en el que las visitas han estado suspendidas por la pandemia, se han retomado desde la pasada Semana Santa y se mantendrán hasta el próximo 18 de septiembre, con cuatro pases al día de miércoles a domingo, con un aforo máximo de seis personas en cada uno de ellos. Visitas que se complementan con el amplio y variado programa de actos para celebrar el 50 aniversario de su descubrimiento, que tiene como principal objetivo la promoción de la cavidad, pero sobre todo para que sea conocida y valorada por los propios vecinos del valle del Nansa para que forme parte de su identidad.
El tesoro de Chufín cuenta con distintas muestras de arte parietal. En la zona de la entrada, donde llega la luz natural, destacan los grabados de temática animal en los que se representan una figura que algunos autores identifican como un pez, un bisonte y grupos de ciervas. En el interior de la cavidad, aparecen las representaciones pictóricas de figuras geométricas y de otros animales. También se puede observar una representación humana -probablemente femenina-, una forma arboriforme y una mancha sobre pliegue estalagmítico, además de otros trazos geométricos que algunos autores identifican con bastones. Pinturas en las que se centran los nuevos estudios que dirige el arqueólogo Diego Gárate.
Al gran valor del contenido de Chufín se suma el singular atractivo de su emplazamiento, en un paraje natural de extraordinaria belleza, junto al pantano de Palombera, aunque su ubicación supone un problema para las visitas. Por ello, uno de los principales objetivos en los que se viene trabajando es ofrecer un nuevo acceso a través de un camino de ribera junto al pantano en el que el entorno natural no solo no sea un problema, sino un atractivo añadido. Así lo ha manifestado la directora de Patrimonio, Zoraida Hijosa.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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