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El primer domingo de marzo fueron tres en Treceño (Valdáliga) y en Ruente; a los pocos días otras seis –de nuevo en Valdáliga– y ayer cuatro más en Cabezón de la Sal. Si las ovejas muertas a manos de los lobos ... continúan incrementándose a este ritmo en Cantabria, la población corre peligro de inmunizarse ante las cifras. Mientras los políticos de la región y del resto de Comunidades Autónomas polemizan por la propuesta del Ministerio de Transición Ecológica de incluir al lobo en el Listado de Especies de Protección Especial, hay dos factores que preocupan sobremanera a los ganaderos y vecinos de la comarca: la frecuencia con la que se producen los ataques y que éstos tengan lugar cada vez más cerca de las casas. «Lo nunca visto». Así expresaba ayer su sorpresa el propietario de una finca en la zona del Conde Lara de Cabezón de la Sal, donde la noche del domingo los lobos mataron a sus cuatro ovejas. Se las encontró su hermano ayer lunes al mediodía, «ya carcomidas por los buitres». Las tenía para mantener los prados cerca de su estabulación, con más de cuarenta vacas.
«Así que ellas –las vacas– llevaban varios días inquietas y se iban como para la carretera –la zona en la que se encuentra la finca discurre paralela a la Nacional N-634–, en vez de pastar en el monte». Ahora el ganadero está seguro de que el nerviosismo de sus animales se debía a que «los lobos andaban merodeando». ¿Y no se lo imaginaba? «¿aquí? ¿lobos? Impensable», contesta tajante. La estabulación se encuentra a unos «setecientos metros» del casco urbano del municipio y el propietario nunca pensó que los mamíferos pudieran atacar «tan cerca de las casas». Pero eso es precisamente lo que está ocurriendo tanto en Cabezón, como en el resto de pueblos de la comarca.
Lo sabe bien Jesús Alonso, de Movellán (Roiz), cuyos animales han sufrido varios ataques.Jesús ahora mete a las ovejas en una cabaña, porque sabe que hay lobos por la zona. «De 27 me han pagado siete», se quejaba ayer tras dar el aviso de este último episodio en Cabezón. «Estamos hartos, desesperados y una palabra peor –asegura– ¿puedes ponerlo en el periódico? porque luego somos los malos de la película».
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