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La imagen de una yegua con un potro muerto a sus pies es amarga. Amarga y poderosa, porque apela a las emociones para reflejar la dramática situación que viven los ganaderos con los ataques del lobo en Cantabria. Pero no es lo suficientemente dura ... para que las partes implicadas -y enrocadas en sus respectivos argumentos- lleguen a un acuerdo. La yegua de Juan Fernández, ganadero de Fresneda (Cabuérniga), y su potro muerto son hoy los protagonistas de una historia que ya se sabe cómo empieza.
Con el ganadero que llega a su finca «a las ocho de la mañana» y se encuentra a dos potros muertos, ensangrentados y carcomidos. Y a las yeguas mirando, recién paridas, «con las ubres a punto de reventar porque no podían darles de mamar». Las dos hembras y sus potros estaban en una finca separadas del resto de animales de Juan, «porque cuando paren les doy mejores cuidados». En otro terreno, tiene tres yeguas más, dos de ellas preñadas. «Y menos mal, porque estoy casi seguro de que si llegan a haber parido, los lobos se comen a sus potros también». Sucedió en la madrugada del miércoles al jueves. El hermano del ganadero las vio vivas a las dos de la mañana, «por lo que tuvo que ser después». De nuevo, cerca de las casas, «a unos cincuenta metros». Y, también de nuevo, el guarda certificó que se trataba de un ataque de lobo. Otro.
A Juan le sucedió algo similar el verano pasado, en Palombera. Le mataron un potro «que tendría tres o cuatro meses de vida». Un disgusto. Y ahora «otra vez, porque cuando tienes cuatro yeguas como yo, las quieres como si fueran tus perros». Y a los potros, como si fueran los cachorros de tus perros. «Yo no vivo de ellas, es un 'hobby' y las tengo muy arregladas, lo mejor posible». Para que venga el lobo «y me las mate nada más parir». «Pues a uno se le quitan las ganas de todo», admite el ganadero de Cabuérniga. Además, recuerda, «que yo aporto un granito de arena al sistema, porque mucha gente vive de esto y lo que van a conseguir es que nos retiremos». También, continúa, «que desaparezca la gente de los pueblos». «Se les llena la boca hablando del despoblamiento, pero estas leyes es a lo que nos van a llevar».
¿Y ahora qué va a hacer, Juan? Responde con otra pregunta: «¿Qué ánimos va a tener uno?, tengo que esperar otros once meses para que la yegua vuelva a parir y que a los ocho días venga el lobo y me mate los potros». Así que dice que lo único que le apetece «es quitarlas todas y abandonar el barco».
Juan cuenta lo mismo que el resto de ganaderos pero con otras palabras, «que algún día se tendrá que hacer algo porque así no podemos estar». El descontento en el sector se ha agudizado desde que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico decidiera incluir al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen Especial Protección (Lespre). La frecuencia con la que se producen los ataques mantiene en vilo a los productores y preocupados a los conservacionistas, que abogan por una convivencia entre el ganado y el lobo. «Yo no digo que se mate al lobo, porque hay que convivir con este animal, pero así no, no en estas circunstancias, porque esto está empezando a ser un escándalo», comenta Juan.
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