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Lo que le ha sucedido a Manuel Herrero, vecino de Ruente, en la madrugada de este domingo con sus vacas se puede contar desde dos puntos de vista, el suyo y el de los animales. Si elegimos el primero, la historia empieza a las dos de la madrugada, cuando Manuel recibe la llamada de un vecino que le avisa de que sus vacas (cinco de las seis que tenía recién paridas en una finca junto a su casa, en el pueblo de Ruente) están corriendo carretera arriba por Barcenillas. Como locas -«a toda hostia», en palabras de Manuel-. Huían de los lobos, pero eso Manuel no lo sabrá hasta más tarde.
Alarmado, el ganadero sale de casa y ayudado por otros vecinos, logra reconducirlas y cercarlas en un terreno de la zona. En el transcurso, una de ellas se queda atrapada en un paso canadiense y tienen que rescatarla. Sale herida pero viva. Ya con todos los animales reunidos, Manuel cuenta y se percata de que le falta una vaca y dos terneros. Acompañado de su padre y otro vecino, se adentra con linternas en la mies, cerca de la gasolinera de Ucieda, para encontrar a los animales. Llegan a Monte Á y apenas hablan entre ellos. Están pendientes del campano de la vaca que falta. A las dos horas dan con ella y con uno de los terneros. Faltaba el otro.
Así que Manuel se dirige a su finca de nuevo, en el pueblo de Ruente, donde estaban las vacas que salieron corriendo, a cien metros de su casa. Ahí se desvela el misterio. El de Ruente se encuentra al animal carcomido y muerto en el terreno del vecino. «Solo conservaba la cabeza, una pata delantera y otra trasera», describe. Había sido arrastrado varios metros por «al menos tres lobos». Los lobos de los que huían las vacas, que corrían despavoridas, «muertas de miedo», por la carretera. «Se ve que rompieron los estacados de las fincas, porque se vieron indefensas, y de una pista pasaron a otra, llevándose todo por delante, asustadas, hasta que llegaron al centro del pueblo y de ahí salieron a la carretera». Manuel ha reconstruido la huida de los animales en su cabeza y este lunes a las reses «parecía que las habían dado una paliza». Del esfuerzo. De correr con la muerte en los talones, como la película de Hitchcock. «Ojo, que no es lo mismo verlo que contarlo», comenta Manuel sin restarle importancia.
¿Y qué va a hacer? «pues no lo sé, porque tengo al resto de animales en el monte, para prevenir los ataques, y bajé a estas porque iban a parir». «Es una putada, una putada -repite- y nos están apretando a más no poder». «Nos están ahogando y yo ya aviso que por mi parte, antes muerto que sin vacas». Los hay que no abandonan.
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