«Los lobos ya merodean por la costa occidental de Cantabria»

«Utilizamos los animales para el desbroce del viñedo, porque de esta manera se mantiene por sí solo», explica. El lunes por la mañana subió a la finca situada entre el barrio de La Iglesia y El Castillo para supervisar a las ovejas. «Ya por el camino vimos que había muchos buitres». Mala señal. Y efectivamente, «al llegar a la parte de arriba nos dimos cuenta de que el lobo había matado dos ovejas y cuatro corderos». La escena que se encontraron y que Gabriel describe no difiere del panorama que dibujan otros ganaderos en la misma situación. Sangre, animales medio muertos y el extenso terreno verde de Cantabria como telón de fondo.

No debió de ser suficiente comida, porque al día siguiente, es decir, este martes por la mañana, volvió a suceder. Como cuando piensas que ya no te puede pasar nada peor y pasa. «Como estábamos con la mosca detrás de la oreja, subimos al terreno a las siete y media de la mañana y el lobo acababa de matar a otra oveja». El cuerpo todavía estaba caliente. Casi pillan al cánido in fraganti. «Debió escuchar el coche y se marchó», porque dice Gabriel que apenas le dio tiempo a comer el desayuno. La oveja estaba entera.

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Y ahora las que quedan están «asustadísimas e inquietas». El propietario ha decidido «bajarlas a otra finca ubicada en el pueblo, aunque el viñedo tampoco es que esté en el monte», asegura. Ya se sabe que los lobos atacan cada vez más cerca de las casas. Y al parecer también de la costa. El ganadero está seguro de que el cánido atacará de nuevo «y esta vez quizá se ensañe con las ovejas del vecino, que tiene mastines, pero da igual». Los ataques se producen aunque haya perros vigilando. «Es un desastre y sientes una impotencia muy grande, porque tampoco puedes hacer nada al respecto», apunta Gabriel. No es la primera vez que los lobos actúan en Ruiloba. Hace unos años ya se llevaron por delante una veintena de animales.

Las noticias sobre ataques de lobos al ganado en diversas zonas de Cantabria es casi la noticia habitual con la que se despiertan los propietarios y uno puede pensar que quizá terminen acostumbrándose, pero no. Uno no se acostumbra a ver cómo destrozan «su modo de vida». Lo recordaba este martes Miguel Izaguirre, otro ganadero de Cabezón que ya lleva perdidas muchas ovejas a manos de los cánidos.