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Los ataques del lobo en Cantabria son como el repique de las campanas, sabes que después de un toque viene otro y en ese ... impasse sientes cierta incertidumbre. Le pasa a Marcos García, vecino del Cobijón, en Udías, que desde enero hasta ahora ha perdido «veintipico animales en ataques de lobo». Los últimos cinco, el jueves, calcula «que a las seis y media de la mañana». Justo después de que él mismo acudiese, como cada día, bien temprano, a darles de comer. Pero ese día fue fatídicamente distinto a los demás, porque cuando volvió a la una del mediodía se encontró una escena familiar pero no por ello menos desagradable: «Lo primero que vi fue una oveja muerta y otras cuatro con mordidas en el cuello». Se dio cuenta de que le faltaban cuatro animales más y al tiempo se los encontró «esparcidos por la finca». De nueve ovejas, los lobos -cree que tres- le mataron cinco. De momento, porque lamentablemente el propietario asume que en los próximos días verá morir a más «como consecuencia de las heridas».
«Dicen los vecinos que a las siete de la mañana escucharon ladrar al perro» -Marcos tiene mastines-, pero teme «que el lobo también me los mate». Tanto él como sus vecinos están «atemorizados» porque el ataque «ha sucedido a 50 metros del colegio de El Llano», cerca de las casas. Además, «no es el primer ataque que se produce en la zona, donde los lobos llevan tres noches haciendo de las suyas», asegura. Uno de estos episodios «tuvo lugar al lado del Ayuntamiento, lo que pasa es que la gente está cansada y ya no llama a la prensa». Marcos también está hastiado: «A mí, cada vez que el lobo me mata las ovejas, se me quita la ilusión», asume «a punto de tirar la toalla».
¿Qué le diría a los que toman las decisiones acerca de la gestión del lobo? «Les diría que nos dejen vivir tranquilos, porque así no podemos seguir». «Yo -desarrolla- me gasto unos 150 euros en cada cabra, porque para mí es un capricho, un hobby, para que luego venga el lobo y las mate así, sin más». Le sucedió lo mismo cuando se compró «dos cabritas pintas», con las que los cánidos acabaron al día siguiente. Por si esto fuera poco, «han decidido soltar quebrantahuesos -especie en peligro de extinción-, así que alguna vez cuando he subido a ver las cabras me he encontrado tan solo los cuernos y restos de pelo, porque acaban con todo», lamenta Marcos. «A ver si contándolo conseguimos que nos hagan caso, porque va a llegar un momento en el que no podamos tener animales en ningún sitio», concluye.
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Ana del Castillo
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