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La presencia del águila pescadora de manera permanente y de una de las pocas colonias de garza común que existen en el norte de España, junto a la recuperación de la fauna y vegetación propia de las zonas húmedas, en donde antes había una frondosa área de explotación forestal ocupada por jabalíes, entre otras especies, es la mejor muestra del extraordinario cambio que se ha producido en la marisma de Rubín, en el estuario de San Vicente de la Barquera, desde que hace ocho años se realizó un ambicioso y singular proyecto de restauración ambiental de este privilegiado ecosistema intermareal del Parque Natural de Oyambre.
Hasta ese momento, a lo largo de 100 hectáreas de terreno, se mantenía una explotación forestal con unos 8.000 eucaliptos junto a diversas especies invasoras. Todo, como fruto de una política muy habitual llevada a cabo a finales del siglo XIX y principios del XX: desecar espacios de marismas y de rías al considerarlas económicamente «inservibles» e incluso hasta dañinas para la salud de la población. La marisma de Rubín, al igual que la de Pombo, también en el municipio barquereño, no se libraron de esa fiebre que las llevó primero a convertirse en una gran explotación agrícola y después forestal.
Sin embargo, a partir del año 2015 se comenzó a desarrollar una actuación considerada pionera en la que se logró aunar en torno al proyecto de recuperación de la marisma, las voluntades de diversas entidades públicas y privadas. Entre ellas jugó un papel fundamental la Fundación Banco Santander, que financió los 380.000 euros invertidos en esta actuación, así como la empresa ENCE, que renunció a la concesión forestal de los terrenos, contando con el apoyo del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, el Gobierno de Cantabria y los Ayuntamientos de San Vicente de la Barquera y Valdáliga.
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La iniciativa partió y ha sido posible gracias al trabajo desarrollado por la ONG Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), que todavía la sigue manteniendo. Tanto en el seguimiento de la evolución que realiza de manera permanente sobre el estuario, como en el desarrollo de actuaciones puntuales.
En el último informe en el que se avalúan los resultados de esta actuación se destaca que «el proyecto de la restauración de la marisma de Rubín es un claro ejemplo de cómo es posible recuperar un espacio natural de alto valor biológico con un bajo presupuesto económico, generando las acciones básicas que posteriormente los procesos naturales terminen a más largo plazo para llegar al estadio ambiental adecuado a la ecología del territorio».
La restauración de este valioso ecosistema intermareal se ha convertido en un ejemplo a seguir en otros muchos espacios de características similares que han pasado por el mismo proceso de desecación. Precisamente uno de ellos, que en su momento se barajaba ejecutar dentro del plan de actuaciones de compensación ambiental por el fallido proyecto del puerto deportivo de San Vicente, era el de una actuación similar en la marisma de Pombo, situada en la otra ría barquereña, sobre la que se mantiene una antigua concesión.
La intervención realizada en la marisma de Rubín consistió inicialmente en la eliminación de la plantación de eucaliptos y de la densa superficie ocupada por la planta invasora chilca. La proyectada rotura del dique de contención no fue necesario ejecutarla porque tras la eliminación de la masa de eucaliptos, el propio efecto de las avenidas fluviales y las crecidas mareales provocaron la rotura fortuita del dique, propiciando que en muy poco tiempo la zona desecada comenzase a inundarse.
Tras esa intervención directa, la marisma ha seguido con un proceso evolutivo natural de restauración y reintegración al espacio intermareal, desarrollando en fases consecutivas la eliminación de la vegetación no resistente a la salinidad marina. Ese cambio físico permitió iniciar un proceso de incremento de biodiversidad con la entrada de fauna piscícola que, casi de manera inmediata, colonizó la práctica totalidad del área inundada. En todo ese proceso natural, a lo largo de estos años, otras muchas especies de marisma, especialmente aves insectívoras típicas de zonas de matorral y carrizal, han encontrado en este espacio refugio y alimentación.
En el actual estadio intermedio destaca la presencia de árboles que no fueron retirados por indicaciones expresas de los responsables de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, que exigió mantener la especie forestal autóctona que, a causa de la salinidad, está muerta, quedando los fustes de madera, cuya presencia ha dado un resultado positivo al instalarse en ellos diversas colonias de aves, aportando un mayor valor biológico.
No obstante, en el informe emitido por Fapas de la situación actual de la marisma también se advierte de los posibles efectos negativos que pueden ocasionar esa gran cantidad de troncos y ramas al resto del ecosistema de la marisma, considerando «especialmente preocupante la evacuación de grandes troncos que podrían generar riesgos para las embarcaciones».
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