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Vicente Cortabitarte
San Vicente de la Barquera
Domingo, 6 de mayo 2018, 07:45
La vida se despierta poco a poco en la marisma de Rubín, un espacio natural que antaño se robó a la naturaleza para servir al hombre. Ahora, los trabajos de restauración de este valioso ecosistema intermareal –iniciados hace tres años– están dando sus frutos. El agua se abre paso entre la vegetación, los peces han vuelto a nadar por un hábitat propicio y especies singulares como el águila pescadora se sienten cada vez más cómodas allí.
La marisma de Rubín es un excepcional espacio natural de las rías de San Vicente de la Barquera y muestra los aspectos propios de las zonas húmedas que habían desaparecido a finales del siglo XIX, cuando se desecaron cerca de 100 hectáreas de terreno para dedicarlas inicialmente a explotación agrícola y, posteriormente, a explotación forestal.
La restauración de este ecosistema se ha convertido en un ejemplo y modelo a seguir en otros muchos espacios de características similares, que han pasado por el mismo proceso de deshidratación artificial. Precisamente uno de ellos está situado muy cercano de Rubín, en la marisma de Pombo, en el otro extremo de las rías de San Vicente.
Según los expertos, es una restauración «pionera» que ha sido posible gracias a que se logró aunar en torno a este proyecto las voluntades de diversas entidades públicas y privadas. En el proceso han puesto su grano de arena el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, el Gobierno de Cantabria y los ayuntamientos de San Vicente de la Barquera y Valdáliga como instituciones públicas. En la parte privada, la empresa ENCE renunció a la concesión de los terrenos y la Fundación Banco Santander financió la iniciativa. Sobre el terreno también han participado en esta aventura ambiental organismos y entidades conservacionistas como el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), que ha estado al frente de esta idea desarrollando todos los trabajos ya ejecutados.
Esta colaboración ha hecho posible la nueva realidad en la marisma de Rubín que, poco a poco, se va pareciendo más a lo que fue antes de la intervención humana de hace un siglo. Los terrenos han sido reinundados de nuevo, posibilitando la recuperación de la flora y fauna propia de estos espacios. Uno de los indicadores más destacados de vida en este paraje natural es el haber logrado recuperar más allá de la invernada la presencia de una especie singular, el águila pescadora.
Durante los trabajos iniciales de restauración se eliminaron más de 8.000 eucaliptos que cubrían la zona, además de la flora alóctona. Al frente de estos trabajos ha estado siempre el presidente de Fapas, Roberto Hartasánchez, que continúa realizando su seguimiento. Según describe, en este punto del proceso hay varios aspectos que ya son palpables en la recuperación de la marisma de Rubín.
En primer lugar, se ha logrado el objetivo principal, que era la inundación de la marisma con la apertura de los diques que no han sido retirados en su totalidad. «Esto ha permitido que el terreno recuperado se haya incorporado al sistema intermareal del conjunto de la marisma». Además, según Hartasánchez, el proceso de desmantelamiento de los diques se está produciendo «de manera natural, como era de prever por efecto de las mareas y la corriente del río, facilitado en gran medida por la retirada de la cubierta vegetal de eucaliptos, cuyas raíces afirmaban el terreno». Tras este paso, también se ha logrado la recuperación de la estructura ecológica de la superficie intervenida y de toda la vegetación no vinculada a las características de este ecosistema.
Además, dentro de esa vegetación se encuentran tanto especies autóctonas como invasoras. «Su desaparición por efecto de la acción del mar y la salinidad, está ya dando paso a la presencia de otras especies, especialmente algas, que ya están colonizando toda la superficie del terreno, a la vez que se ha iniciado el proceso de eliminación natural de la vegetación residual y muerta que aún permanece en pie por descomposición», inciden desde Fapas.
Otro de los aspectos que resalta el dirigente de este colectivo es la recuperación de la fauna propia de las zonas húmedas. «Actualmente con la vegetación existente y la presencia de un suelo irregular con zonas que tienen un mayor nivel de inundación que otras, se ha favorecido la presencia de nichos ecológicos que acogen de momento a especies menos características de terrenos intermareales, especialmente aves». Además, la entrada y salida del mar «ha permitido una presencia de peces constante, tanto en las pleamares como en las bajamares, ya que hay muchas áreas que no desaguan totalmente y quedan permanentemente inundadas», añade.
Por último, Hartasánchez subraya el hecho de que la marisma de Rubín se haya incorporado al conjunto de áreas cantábricas donde se ha instalado el águila pescadora, a través de la instalación de posaderos y nidos artificiales. Una presencia que confirma la bióloga de Fapas Doriana Pando, quien afirma que el área recuperada está siendo utilizada «con frecuencia» por ejemplares de invernantes de esta especie que se quedan a pasar los meses de invierno en la costa cantábrica, pero vuelven al norte de Europa a reproducirse.
La buena noticia es que se ha detectado que ya, en este año, la presencia de ejemplares «se está manteniendo pasado ya el invierno», celebra esta experta, que lleva una década realizando el seguimiento de esta especie. «La utilización de los nidos artificiales es un buen indicador como elemento de calidad de hábitat para esta especie, que gusta de utilizar plataformas amplias para criar, pero que al mismo tiempo encuentra en la ría de San Vicente de la Barquera un hábitat adecuado para vivir de la captura de peces, especialmente múgiles», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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