Hace catorce años Comillas fue el escenario de un crimen sin resolver cargado de misterio, el del asesinato de la millonaria María Luisa Fernández Santos dentro de su mansión 'El Galeón'
Domingo, 28 de noviembre de 2004. Una mujer de Cabezón de la Sal queda a comer en Comillas con su amiga María Luisa, conocida por todos como 'Mari, La Curra'. Le da plantón. No contesta al teléfono ni abre el portón de su mansión. Preocupada, al día siguiente avisa a una prima suya y ambas se presentan en la imponente casa de la calle Gallery bautizada como 'El Galeón', por la nave tallada en el escudo de piedra del portal. Ni rastro de Mari. Llaman a la Policía Local. Acude el agente Jorge Rayón. Sigue sin contestar. Se temen que podría haberle pasado algo, «tal vez se haya caído y esté dentro…», pensaron entonces. El policía se sube a un banco de la calle y trepa los muros. Una de las amigas va con él. Dentro del recinto está el coche de María Luisa… Todo parece normal. Suben por la escalinata a la planta principal. El policía prueba a abrir las puertas, una a una. Hasta que, sorpresa, la de la cocina se abre. «Una bocanada de aire caliente me sacudió la cara», recuerda el agente. Era calor concentrado de la calefacción, encendida desde a saber cuándo en una casa cerrada. Hay una taza de té y un sobao en la mesa. «Qué raro en Mari, tan limpia», piensa la amiga. En el suelo de la cocina ven unas gotas de sangre. El policía decide rodear la casa por la balconada. Las ventanas que dan al salón están rotas. «Llamé a la Guardia Civil y vino una patrulla. Entramos juntos. Recorrimos la cocina, vimos más sangre…».
Siguiendo el rastro se encaminan a la escalera de un enorme salón, donde vieron «un gran charco de sangre seca» y un desconchón provocado por lo que parecía un disparo. Por las paredes de la subida al primer piso, las huellas de las manos ensangrentadas de María Luisa. El reguero les conduce por un largo pasillo hasta un dormitorio. La televisión y la luz están encendidas. Asoman unos pies detrás de la puerta. El agente Rayón se encuentra el cuerpo inerte de Mari, La Curra, en posición fetal. Llevaba muerta un par de días.
María Luisa Fernández Santos tenía 60 años cuando la mataron de varios disparos en la nuca descerrajados, supuestamente, con su propia pistola, una Smith & Wesson de 38 mm. La tenía guardada en una cómoda y ya no estaba allí. Esto es lo que trascendió entonces de una investigación que no llegó a puerto alguno. Ahora, su única hermana, Geni, desvela que, además de «cuatro ó cinco tiros», el que fuera que la asesinó «se ensañó, porque la remató con dos puñaladas en el estómago hechas con una daga».
Geni tiene ahora 73 años y vive sola en una modesta casita cercana al asilo de Comillas, donde ambas se criaron con su padre y con su madre, apodada 'La Curra', de ahí el mote de la hija mayor. En una consola expone los retratos de todos los seres queridos que su dura existencia le arrebató: La hermana de joven, bellísima, con un vestido de fiesta; un primer plano del hijo mayor de ésta, 'Santi', fallecido de un infarto a los 40 años de edad solo veintiún días después del asesinato de su madre; la foto de boda de Óscar, el hijo pequeño de Geni, que murió atropellado en Pamplona hace año y medio; y su propio marido, que se suicidó un par de meses después… Aquel noviembre de hace catorce años marcó el inicio de una sucesión de desgracias en esta familia comillana. «Lo viví horriblemente, el crimen de mi hermana fue espantoso… Los tiros que le dieron en la cocina, las manos de mi pobre hermana en su intento de escapar escaleras arriba y encerrarse en su habitación, y la daga que le clavaron en el cuarto…», llora Geni.
-¿Por qué cree que la mataron?
-Por tener mucho dinero.
-¿Quién la mató?
-Puedo imaginármelo, pero no puedo echar la culpa a nadie.
-¿Qué pudo ocurrir ese fin de semana dentro de la casa?
-Pienso en mi conciencia que allí dentro se desencadenó una tragedia con equis personas por algo.
-¿Aspira a saber la verdad algún día?
-Ya no quiero saber la verdad. Creo que fue una tragedia. Prefiero no saberlo.
Las dos líneas de investigación
En aquel momento se siguieron dos líneas de investigación: los empleados domésticos de la fallecida y también los miembros de su propia familia. Se interrogó a varias personas, se tomaron muestras de las manos de amigos y familiares en busca de rastros de pólvora y se hicieron pruebas de ADN a aquellos que pudieran encajar en la categoría de 'sospechoso'.
Se descartó el móvil del robo, porque la caja fuerte que tenía en un ropero, en la que guardaba mucho dinero -estaba a punto de pagar un chalé que había comprado para uno de sus dos hijos- y casi todas sus joyas, estaba intacta. «Solo se llevaron su teléfono móvil, su pistola y algunos objetos de marfil que guardaba en un armario. Había desaparecido el colmillo de elefante. Pero nada más. No tiene explicación», cuenta la hermana.
El abanico era amplio. María Luisa había contado a sus amigas días antes que pensaba despedir a su asistenta, de origen rumano. Y que ese viernes -el día antes de que la mataran- iba a entrevistar a una muchacha de Potes, que iba a presentarse allí con su novio, algo que incomodaba a la propia Mari, «a cuento de qué tiene que venir con él», dijo.
Era una mujer de «muy mal carácter», según la gente que mejor la conocía, «un genio endiablado y altivo» que generaba antipatías. No eran pocos los que «tenían manía» a esta millonaria envidiada por su dinero pero también muy querida por los que la conocían a fondo. Estos destacan su «buen corazón, su disposición a ayudar a los demás y sus ganas de fiesta» y también un poso de «soledad y amargura» que la acompañó en los últimos meses de su vida.
Un sobrino -el hijo mayor de Geni, con pasado problemático- fue detenido dos años después del crimen «durante tres horas, pero lo soltaron porque no había nada contra él», relata su madre. Cobró peso la teoría del crimen por venganza, tal vez por encargo.
Hasta hoy.
«Estas investigaciones no se cierran nunca. Quedan en estado latente hasta que surja algo para poder retomar las pesquisas», explica un portavoz de la Guardia Civil de Cantabria.
Poder, lujo, drama, despecho, venganza y secretos familiares. En Comillas ocurrió hace catorce años un asesinato con un argumento de película que puede que nunca tenga un final. De aquello quedó una familia destrozada, amigos que ansían que se descubra la verdad y la grandiosa casa del crimen, comprada hace un tiempo por un alto cargo del Banco Santander. Telarañas en el telefonillo indican que nadie vive ahí fuera de temporada.
El policía Rayón ha regresado al lugar para mostrar desde una atalaya cómo consiguió aquel día asaltar la fortaleza, la escalinata que recorrió en busca de un resquicio para entrar, la puerta bajo el tejadillo que se abrió… «Recuerdo la sorpresa al ver que el pomo cedía. Y recuerdo intuir en aquel momento que pasaba algo. Y entras sin saber lo que te vas a encontrar. Desde entonces, entrar en las casas me da respeto. Cualquier casa es un laberinto».
La intensa biografía de María Luisa
Esa casa fue el panteón de una mujer con una intensa biografía. «Mi hermana y yo emigramos de jóvenes a París para ayudar a nuestros padres, que se quedaron al cuidado del hijo que ella había tenido de soltera. Trabajamos en casas, por horas. Yo estuve diez años, allí conocí a mi marido. Ella aguantó solo uno».
En la plenitud de su juventud, la guapa comillana -dicen que llegó a tener algún título de belleza- marchó a Madrid, donde tenía una amiga, y conoció a P. P. C., un ingeniero granadino metido en el mundo de los negocios que tenía «muchísimo dinero», relata Geni. Era la España de los años setenta, en la que no existía el divorcio. Ese hombre estaba casado y tenía varios hijos, así que P. y María Luisa «se casaron al principio en Las Vegas», cuenta una amiga, que prefiere mantener su anonimato por los muchos flecos sueltos de este inquietante crimen sin resolver.
El marido dio sus apellidos al niño y luego ambos tuvieron otro hijo. «Vivían a todo lujo; tenían tres muchachas, chófer, jardinero…», relata la hermana. Vivían en la exclusiva zona de El Viso «al lado de la casa de Julio Iglesias». Muchas fiestas y recepciones con altas personalidades, en una vida a todo trapo. «Ella siempre de anfitriona perfecta, llevando la cuenta de los vestidos que no podía repetir, de los menús que debía ofrecer cada vez...»
Una mujer «de armas tomar»
Gente de Comillas que conocía a Mari 'La Curra' la definen como una mujer «altiva y reservada», otros destacan que «seguía siendo una mujer muy guapa y le gustaba mucho salir de fiesta». Unos y otros coinciden en destacar su «carácter explosivo, un mal genio que le salía cuando no se hacía lo que ella quería. Era de armas tomar». Sus mejores amigos destacan también su «bondad», que ayudaba económicamente a las personas que le rodeaban. «Era muy espléndida. Dejaba propinas en los restaurantes de cien euros».
Su propia hermana se queda con lo mejor de ella: «una persona que quería muchísimo a su familia. Aun teniendo una fortuna no era nada pretenciosa, siempre fue consciente de que se había criado con mucha miseria».
P. y Mari estuvieron juntos unos veinte años y luego se separaron. A ella le quedó una suculenta fortuna -las amigas hablan de «por lo menos mil millones de pesetas, aunque ella reclamaba bastante más»- por el acuerdo de separación.
María Luisa se trasladó a un chalé de La Moraleja, «vecina de la Obregón», y empezó a pasar largas temporadas en Comillas, en busca de tranquilidad y con ganas de dejar atrás tanto alto standing. Se casó con otro ingeniero, aunque le costara perder la pensión de «800.000 pesetas al mes» que le pasaba su ex. Al nuevo marido, un hombre muy guapo, lo «sacó de trabajar». Fue un matrimonio breve -unos dos años- en el que también sucedió un intrigante episodio: «una vez aparecieron las fotos de ambos apuñaladas en un robo en su casa no esclarecido».
Ya en su época de Madrid comenzó a sentir un miedo obsesivo por su integridad. En Comillas, su casa estaba protegida por fuertes medidas de seguridad. Era casi un búnker. Decía a menudo que temía que algún día alguien quisiera hacerle daño. Tenía una pistola, con la que practicaba tiro de vez en cuando con una amiga. «Era por el capital que guardaba dentro de la casa. Yo siempre le decía que los fines de semana, cuando libraba el servicio, debería contratar a un guarda de seguridad, que alguien podría tener la tentación», rememora Geni.
Mari y Geni siempre estuvieron muy unidas. Pero la relación era desigual. «Ella era la que tenía el dinero y nos quería dominar. Su hijo mayor y yo nos negábamos. Cuando la mataron llevábamos un tiempo enfadados con ella. Veinte días antes de morir me llamó. Quería arreglarlo. Pero no le dio tiempo».
Cuentan que poco antes del crimen Mari había decidido volver con su primer marido, que en aquel tiempo residía en otra provincia con el hijo de ambos. Ya preparaban los pormenores del reencuentro. En esos días -ella todavía vivía sola- se cambió la alarma de El Galeón. Cuando la mataron no sonó.
María Luisa fue enterrada en el cementerio de Comillas tras celebrarse una ceremonia íntima.
Su hijo mayor estaba «hundido por la muerte de su madre», cuentan. Cambió sus planes de vivir en Comillas con su mujer y su hija y decidió volver a Madrid para rehacer su vida. Un día hizo la mudanza en una furgoneta acompañado de su primo el mayor. Dentro ya de la nueva vivienda a la que trasladaban unos muebles, sufrió un infarto y murió. No había pasado ni un mes cuando la tragedia agitó de nuevo a los vecinos de Comillas, que asistieron además al insólito momento de la paralización del entierro del joven por orden judicial para realizarle una autopsia de la que nunca más se supo.
Han pasado ya catorce años y la investigación está en punto muerto. «No quiero que caiga en el olvido. Me da mucha pena que la muerte de Mari se olvide así como así», clama un amigo suyo. «Pienso que el crimen ha sido una venganza ciega», añade otra allegada, que ha aportado sus vivencias al lado de su amiga en un intento de que «se sepa la verdad y algún día se resuelva el caso».
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.