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En medio del debate sobre si deberían o no suspenderse las ferias de ganado como consecuencia de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) que afecta a la cabaña ganadera en Cantabria, Cabezón de la Sal ha celebrado este jueves el XLIII Concurso Exposición Nacional ... de Ganado Vacuno Autóctono de Raza Tudanca. Y lo hizo a lo grande. Más de ochocientas reses de 20 ganaderías distintas se dieron cita en el recinto ferial de Ontoria. De los 23 ganaderos que habían confirmado su participación, «tan solo dos se han echado atrás en el último momento –un tercero no pudo participar por tener un contagio–», confirmaba esta mañana el presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Vacuno de Raza Tudanca, Lorenzo González, quien nada a contracorriente del consejero de Ganadería, Pablo Palencia, en el asunto de las ferias.
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Javier Rosendo
Desde la Consejería han insistido en que no se vaya a este tipo de eventos para evitar posibles contagios, pero en Cabezón hicieron más o menos oídos sordos, porque vaya que si celebraron. «¿Ves esto? Esto es economía, es algo espectacular para toda la comarca». González empleaba palabras grandes. Era su momento. Rodeado de ganaderos que decidieron arriesgarse y acudir a la Olimpiada. Seguir su recomendación. Fiarse del presidente. «Me gustaría que alguien viniera y viera lo que está pasando aquí hoy», dijo, sin dar nombres. En Ontoria no parecía este jueves que haya vacas contagiadas por media región. Parecía un doce de octubre normal. Con miles de personas entre los animales, entre los puestos del mercado agroalimentario que anima el acceso al ferial. Hubo gente, sol y miedo. Miedo que se le escapaba de la boca a algún ganadero entre frase y frase. Como al padre que esperaba la llegada de su hijo en la entrada del recinto. Que traía cuarenta vacas tudancas desde Mazcuerras. No lo decía –el padre–, pero daba a entender que no había logrado convencer –al hijo– de que se quedara en casa. «Ha desinfectado todas las vacas el martes, pero no compensa, porque si lo coge una luego es mucho gasto», admitía el hombre, resignado, comedido. «A ver si hay suerte», se despedía.
A su lado, un compañero, también ganadero, pero jubilado. «Esto de la enfermedad avanza cada día más y se tenían que haber suspendido todas las ferias, pero la Consejería echa balones fuera y lo deja en manos del Ayuntamiento», afirmaba. «¿Qué si compensa? No, pero te puede suceder también en casa, porque el insecto vuela». Esta obviedad la recordaba también el alcalde de Valdáliga, que no hay manera de controlarlo. Y que en esta zona, «en la comarca de Cabezón de la Sal, no hay foco». Si así fuera otro gallo cantaría.
Harto del tema parecía uno de los primeros en llegar con sus reses al ferial, Manuel Julián Vega. El hombre decía que lo de la enfermedad era «un cuento», porque «siempre ha habido cosas de estas y nunca se ha suspendido nada». La culpa, aseguraba, «es de la gente que no vacuna a sus animales ni los higieniza, nosotros hemos echado todos los productos antes de ayer». ¿Y no hace usted caso al consejero cuando le recomienda que no venga? Jesús se enfadaba: «También le he dicho yo al consejero que quite los lobos y no me hace caso, y han matado más animales ellos que el bicho este».
Así iban llegando productores y reses al ferial, bajo un sol propio de agosto y 'cielito lindo' de fondo. Abrazados por el público, que creó una especie de pasillo para ver a las vacas entrar. Como luego harían por la tarde en la famosa pasá, cuando las cientos de reses recorrieron las calles del pueblo. Los ganaderos van delante, con el sudor en la frente brillante, los primeros botones de la camisa desabrochados, la vara en la mano y el caminar ligero. Con un ojo delante y otro a lomos de sus vacas. ComoGermán Pérez, que lleva cuarenta años participando. Este jueves también. «En esta zona no hay casos –decía–, por lo que yo creo que hemos hecho bien en celebrarlo. De hecho, al haber tenido que echar productos y desinfectar, vengo más seguro que otros años».
Fuera del recinto estaban hoy los vendedores. A primera hora cruzados de brazos. Al mediodía sin manos suficientes. «A las ocho de la mañana ya nos han pedido bocadillos, te digo yo que vamos a trabajar de lo lindo», decía una chica friendo panceta. Alrededor, pirámides de quesos, embutidos, panes, dulces, abalorios, artesanía... A la una ya no se cabía. Olía a almendras dulces y sonaba Nando Agueros. Todo muy normal.
Entre la gente, una pareja joven. Él con albarcas, diseñadas de forma personalizada, con sus iniciales y todo. Ella en deportivas, decía que ir en albarcas es «como ir en tacones, una cuestión de acostumbrarse». Sheila Saiz se llama. «La ganadería está de capa caída en general, no solo ahora por lo de la enfermedad». «Yo creo que no se debía posponer la feria, porque siempre ha habido problemas». «Igual que sales tú a trabajar, tienen que salir ellos», afirmaba también Arturo Sáez, que vendía rosquillas. «La pena es que hay miedo».
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