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El recorrido vital y profesional de la nueva directora de la Fundación Comillas, que comienza hoy mismo su mandato, es también un viaje por los distintos acentos del idioma español, el principal ámbito de trabajo de la institución académica. Eva González es una andaluza de ... Sevilla que, antes de recalar en Cantabria, ha desarrollado gran parte de su carrera en América, con la Universidad de Monterrey (México) como referencia e incursiones constantes en Estados Unidos y todo el continente. Las palabras y expresiones que salen de su boca la delatan, pero ese bagaje lingüístico no es el principal motivo que ha llevado al Patronato y la Consejería de Economía del Gobierno de Cantabria ha escoger su perfil entre todos los que optaron al concurso público, sino la capacidad que tendrá que demostrar para dar un cambio de rumbo con la digitalización, el emprendimiento, la innovación y la internacionalización como banderas a un proyecto que se enfrenta a «grandes retos». Entre otros, el de su autosuficiencia económica y el crecimiento de una idea que no termina de despegar.
-Antes de entrar en profundidad en sus planes para la institución, ¿cuál ha sido su primera impresión al pisar las instalaciones de la Fundación Comillas?
-La primera impresión ha sido increíble. El lugar te asalta a todos los sentidos desde que pasas por el arco de entrada a la finca. El paisaje tanto natural como arquitectónico, para mí ha sido impresionante. Lo había disfrutado virtualmente con una visita a través de internet, pero nada que ver con la realidad. Te embruja.
-¿Cómo conoció que se ponía en marcha el concurso público y por qué decidió optar a esta plaza?
-Ha sido un cúmulo de circunstancias. Por mi situación personal, que llevo mucho tiempo fuera de España, ya llevábamos en mi familia hablando de que queríamos regresar. Yo estudié Comunicación en la Universidad de Sevilla, pero cuando me fui a América empecé a trabajar en el área de negocios. Quería dar un cambio de vida. A través del Instituto Tecnológico de Monterrey, que ha empezado a hacer alianzas estratégicas con la Fundación Comillas, me llegó la información. No me lancé a la primera, la verdad es que me tomé un tiempo de reflexión. A pesar de llevar tanto tiempo fuera tenía ya alguna referencia de la Fundación Comillas. Me senté y pensé qué podía yo aportar a esto. Conozco el mundo de las industrias creativas y toda esta visión de negocio siempre la he defendido para el ámbito cultural. Siempre me ha resultado una perspectiva interesante. Y vi la luz. Creo que es una oportunidad de aportar toda esta visión que traigo muy madura sobre el idioma español y los cambios. No solo por haber vivido en América, también por haber vivido desde dentro la transformación digital en la que me ha tocado trabajar.
UN SELLO PROPIO
-¿Cómo es esa visión madura del español con la que llega? ¿Qué se autorrespondió a esa pregunta sobre qué puede aportar?
-Puedo aportar esa combinación de cultura y comunicación. Soy alguien que no le tiene miedo, aunque sea algo que se suele separar, a pensar que la cultura y el idioma no solo son una herramienta, también un sector de desarrollo económico y social importante. No hay que hacer negocio de la cultura, pero la cultura también tiene que ser negocio. Generar riqueza. Creo que lo que ha gustado de mi perfil es esa visión estratégica e innovadora. Sin miedo, con un respeto tremendo por la cultura, pero pensando que puede ser también un vehículo de transformación económico y social.
-¿Cuáles son los objetivos que se marca? ¿Le han dejado libertad para introducir esos cambios y su impronta personal en el proyecto?
-Tengo que cerrarlo con el equipo, pero me gustaría hacer un buen diagnóstico de la situación de la Fundación. Quiero saber cuál es actualmente su posición, ver qué aportamos en estos momentos para construir a partir de ahí. Y definir una estrategia de acción y futuro. La Fundación es una pata más que tiene Cantabria para intervenir social y económicamente. No tenemos que alinearnos totalmente con el Gobierno regional, pero sí ver cómo podemos aportar. Si las fundaciones públicas y privadas y las distintas instituciones que trabajan en una comunidad tiran para lados distintos es muy difícil que todos construyamos algo. Hay que ver bien cuál es el rol de la Fundación en Cantabria, pero también en el contexto internacional.
CAMPUS SOBREDIMENSIONADO
-Con 15 profesores y 98 alumnos este curso, parece claro que la actividad académica no es suficiente. De hecho, requiere sólo el 45% del espacio rehabilitado. ¿Hay que aumentar la oferta académica o buscar otros caminos?
-Es verdad que esos números me llamaron mucho la atención. Hay que apostar por dos o tres pilares. Uno de ellos claro que es la educación. Lo que hacemos, si lo hacemos bien, no hay que apartarlo, sino potenciarlo. Ver qué podemos hacer para atraer alumnos y qué perfil nos interesa. No sólo alumnos que estén aquí físicamente, sino también a través de otros medios telemáticos. Tengo ideas al respecto, pero todavía hay que cerrarlas. Y yo no concibo la educación sin investigación. Tenemos el potencial y el escenario para hacerlo. Sobre todo en transformación educativa. Eso tiene mucho sentido. No se trata de rellenar este espacio con alumnos de cualquier manera para tener más matrículas. Y la tercera pata es el emprendimiento. No se trata de estudiar una materia para luego salir a la calle a que venga el trabajo. Yo tengo la idea de que cada uno es responsable de su propio empleo. También en el ámbito de la lengua y la cultura hay que ver las posibilidades de crear empresa o de incorporar esos perfiles a las empresas que ya existen.
-Cantabria ha firmado un acuerdo con el Instituto Tecnológico de Monterrey, la universidad de la que usted procede, para implantar también un 'hub' en Comillas. ¿En qué va a consistir?
-No conozco muy bien ese acuerdo, pero sí el TEC de Monterrey. Y una de sus grandes fuerzas es el tema del emprendimiento y la inversión en tecnología e inversión tecnológica. Podemos observar mucho de lo que han aprendido para traerlo aquí. Inteligencia artificial, realidad virtual aplicada a la educación... Hay otros laboratorios de los que podemos captar ideas, pero el TEC es un buen lugar con el que empezar. Lo ideal es atraer uno o dos proyectos buenos con impacto social y económico que ayuden a poner a la Fundación en órbita. Eso sería mi objetivo principal.
OTROS USOS PARA EL EDIFICIO
-¿Las enseñanzas del Campus han logrado alcanzar los estándares de calidad que se marcaron en sus inicios?
-No creo que desde su inicio la Fundación haya perdido calidad o prestigio, pero es que hay mucha competencia a nivel internacional en este ámbito de la lengua y el español. La Fundación ha hecho las cosas bien, pero siempre hay alguien que las puede hacer mejor que tú. Por eso hay que ver cuál tiene que ser nuestro posicionamiento como referencia. Nos falta encontrar qué podemos hacer nosotros que no hacen los demás. Porque dar clases de idiomas no es algo que sea único. Tenemos que ver en qué queremos ser los mejores y eso tenemos que hacerlo de acuerdo con el Gobierno de Cantabria.
-Ahora mismo la Fundación no gestiona el edificio, pero está previsto un cambio de estructura interna para que empiece a hacerlo. ¿Qué plantea en cuanto a los usos de los espacios que están disponibles?
-En esa parte todavía tengo que profundizar, en la estructura y la organización interna. De momento me estoy centrando en la parte estratégica. Pero un edificio como este implica una gran responsabilidad. Hay que pensar con calma cómo llenar de contenidos estos espacios.
-Desde hace años se insiste en potenciarlo como un centro de eventos y congresos y no se consigue. ¿Cree posible conciliar la actividad del Campus y el potencial del lugar como atractivo turístico?
-Esa es la parte más estándar, pero claro. Está ahí. Tengo que ver qué se ha hecho hasta ahora en ese sentido. No puedo decir que lo de antes no estaba bien. Hay que construir sobre lo que hay. Todos somos profesionales y los anteriores gestores actuaron en relación a los recursos y al contexto que tenían, que probablemente sea distinto al mío. Yo voy empezar a partir de todo lo bueno que se ha hecho. Y por supuesto esto tiene un potencial turístico impresionante. No solo de turismo cultural y natural, también académico y científico. Es un espacio que invita a la reflexión. De momento no me atrevo a ir más allá.
-¿Es posible a corto plazo conseguir que la Fundación Comillas sea autosuficiente desde el punto de vista económico?
-Cuando hablo de un plan estratégico hablo justo de eso. Ver qué proyectos podemos sacar, quiénes pueden ser los interesados en participar tanto a nivel público como privado para ponerlos en marcha y que sean autosustentables. La dependencia económica del Gobierno regional no es que sea mala, pero tiene poco sentido si queremos crear desarrollo económico y social en el territorio. Tenemos que dar ejemplo en eso. El resumen es que tenemos que hacer cosas que interesen a muchos y que afecten a muchos. Si interesan, tiene que surgir dinero para hacerlas. Y si no hay dinero es que no interesan.
-¿Cómo se ve la cultura española desde América, donde ha vivido 20 años? ¿Qué papel puede tener la Fundación en este ámbito geográfico?
-Es impresionante. Ellos, en todas las partes en las que he trabajado, que son muchos países de norte a sur del continente, nos tienen un amor impresionante. Admiración, reflejo... Y nos ven de una manera aspiracional. Los españoles no somos conscientes del rol de liderazgo que tenemos para esas comunidades. Debemos ser un ejemplo en todo. No solo en la lengua, también en democracia, por ejemplo, porque somos su espejo. Para mí son muy importantes los vínculos con América y creo que ahí también puedo aportar.
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