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El Poblado Cántabro de Cabezón de la Sal está hecho a prueba de resistencia. A lo largo de la última década, el complejo que ... recrea cómo vivían nuestros antepasados hace millones de años se ha incendiado, se ha inundado, ha sido rehabilitado para volver a inundarse y se ha convertido en objeto de la peor suerte. Y aún así, sobrevive. El poblado continúa abierto al público, aunque los visitantes, al acceder, se encuentren con que una lona de plástico azul cubre dos de las tres cabañas que ocupan el complejo -y de las cuales solo una es visitable-. La misma lona desde hace casi un año, para evitar filtraciones. Como una tirita. El aspecto del museo al aire libre, que en su día llegó a tener cuatro construcciones, es decadente -sí, el término se ajusta a la realidad-. Pero van a intentar sacarlo a flote. Otra vez. La Consejería de Cultura invertirá 170.000 euros en la restauración de las instalaciones, según anunció ayer el alcalde, Óscar López. Aunque si algo ha quedado claro a lo largo de todo este tiempo es que lo difícil no es invertir en su rehabilitación, sino en su mantenimiento. Lo que resulta más costoso, en sentido literal y figurado.
Parte de lo que le ocurre al recurso turístico con mayor identidad de Cabezón de la Sal es consecuencia de la escasa atención que ha recibido. A pesar de lo cual, es importante insistir, ha continuado funcionando gracias -por qué no decirlo- al trabajo realizado por el personal de la Oficina de Turismo. También ha habido inversión por parte de las instituciones (tanto la Consejería de Turismo como el Ayuntamiento financiaron diversas actuaciones en anteriores legislaturas), pero siempre ha resultado insuficiente. Pan para hoy y hambre para mañana.
La previsión que realiza el actual alcalde es, sin embargo, diferente. «Vamos a realizar una reforma integral del poblado», adelantó ayer. «De todas las cabañas», concretó. La intención de López, de hecho, es cerrar el museo durante aproximadamente dos meses -el tiempo que estima que duren las obras- para reabrirlo en primavera, ya con los deberes hechos.
La cuestión no es tanto cuándo, sino cómo. Antes de acometer la reforma, el equipo de gobierno municipal deberá plantearse si su objetivo es crear una exposición museográfica con base científica o un proyecto arqueológico. Enfocar el tema de una manera u otra determinará la metodología empleada. En el poblado hay cuatro cabañas. O más bien tres y media, porque de la construcción que se incendió solo queda el esqueleto. La techumbre de las viviendas prehistóricas es de escoba, un arbusto que resiste mal las humedades. Para su correcta conservación, sería necesario encender hogueras en el interior, ya que la generación de humo favorece la durabilidad de los techos vegetales. Todo esto requiere, como decíamos, un mantenimiento difícil de acometer. La opción es utilizar otro material menos auténtico y más rentable, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un recurso turístico. Consciente de esta problemática, el alcalde valora la posibilidad de «aplicar algún tratamiento en la escoba de manera que dure más tiempo».
Para encontrar una solución adecuada, López contará «con la ayuda del arqueólogo Lino Mantecón, que ha intervenido en el poblado en varias ocasiones y es el mayor conocedor del asunto». Fue Mantecón quien recuperó el maltrecho museo tras las inundaciones de 2019. Pero luego volvió a llover de forma torrencial y se vieron afectadas de nuevo las instalaciones. El Ayuntamiento decidió entonces precintar las cabañas y trasladar el material que había en el interior al centro de interpretación, ubicado a la entrada del recinto, donde se suelen organizar talleres infantiles de barro. Estos días, más que turistas, «acuden sobre todo escolares», pero la previsión es terminar de definir el proyecto y cerrar el poblado para empezar las obras. Quién sabe si esta vez es la definitiva.
El Poblado Cántabro es una recreación de la forma de vida de los antiguos cántabros. Dos de las cabañas, las que son circulares, pertenecen a la I Edad del Hierro. La única rectangular es de la II Edad del Hierro. Tras las inundaciones de 2019, que dejaron prácticamente inservible una de las construcciones –la más pequeña–, se decidió mejorar la dotación de material para la reapertura del museo en 2022. Con ese fin se emplearon escudos, armas, atuendos, alimentos simulados, cerámicas, camastros... La idea era crear una representación lo más fiel posible, de manera que visitar el poblado se convirtiera en toda una experiencia. El visitante conocía los utensilios que utilizaban sus antepasados o cómo se defendían ante el enemigo.
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