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Todavía con el susto en el cuerpo, los miembros de una familia de la localidad de Salceda, en el municipio de Polaciones, relatan el susto que recibieron hace unos días cuando, de madrugada, un oso se subió hasta el tejado de su casa buscando ... un enjambre de abejas que se encontraba debajo de las tejas.
La casa familiar de Gregorio Roiz y María Luz Alonso en la que, junto a su hija María, recibieron la visita del oso, se encuentra en un extremo de la localidad, junto a una pista y al lado del bosque. En la parte trasera, que no cuenta con ventanas, un muro separa la zona de monte de la vivienda. Desde ese lugar saltó el oso para poder acceder al tejado. «Eran alrededor de las tres y media de la madrugada de la noche del pasado día ocho», relata Gregorio, que se encuentra en la cocina de su casa en compañía de su esposa y de su hija. «Ya estábamos en la cama. Nuestra hija duerme en un extremo de la casa y nosotros en el otro. Escuché ruido y pensé que mi hija no se encontraba bien y que había bajado a la cocina a tomar algo, pero cada vez oía ruidos más fuertes y fue cuando me asusté».
En ese momento, Gregorio despertó a su esposa. «Enseguida nos dimos cuenta de que los ruidos que se escuchaban, no podían ser de nuestra hija que bajaba por las escaleras a la cocina. Entonces, comenzamos a vocear desde la ventana de la casa al exterior, diciendo: ¡Quién anda ahí! ¡Qué estáis haciendo!, pensando que había alguna persona que intentaba entrar al interior de nuestra casa, pero no teníamos respuesta alguna».
El matrimonio abrió la ventana del baño y comenzaron a entrar abejas al interior de la casa. Su hija María, desde la ventana de su habitación, vio como «el perro de nuestro vecino, que se llama Panchi, se acercaba hasta la fuente, que se encuentra junto a nuestra casa. Le llamé, pero enseguida se dio media vuelta, metió el rabo entre las patas y se fue ladrando asustado».
Fue entonces cuando tanto el matrimonio como su hija pensaron que podía tratarse de la visita de un oso «que estaba intentando comer la miel de un enjambre que tenemos junto al alero, y que llevamos varios años intentando que nos le quiten».
Después de una noche de intranquilidad, María se levantó a las siete de la mañana, puso música en el móvil para hacer ruido y salió a la calle. «Al mirar al tejado, vi como faltaban tejas en la parte donde se encontraba el enjambre, por lo que ya no había duda de que nos había visitado por la noche el oso. Además, vinieron los guardas a ver los daños, y comprobaron que desde la pista junto a nuestra casa el oso había entrado por un sendero y pasado por debajo de una valla con alambre de espino, dejando allí pelos, y llegando al muro de detrás de nuestra casa, desde donde saltó al tejado para llegar al enjambre y destrozar las tejas que levantó con las uñas».
En previsión de que volviese otra noche, después de haber localizado el enjambre y hasta que no lo quitasen, María recuerda que «nos dieron unos petardos que tiramos cada noche, para evitar que no se acercase otra vez a la casa, pero regresó de nuevo a los ocho días, esta vez accediendo al tejado desde el otro extremo de la vivienda, saltando a otro tejado de una antigua hornera, que se encuentra a un nivel inferior, junto a la vivienda, para desde allí volver de nuevo al enjambre. Después de eso, se eliminó el enjambre y desde entonces no ha vuelto».
Este mes, recuerda esta familia purriega, el oso se ha dejado ver también por otros rincones de Polaciones. «Hace quince días -dice Gregorio- destrozó varias colmenas propiedad de Ismael y Tavio, dos vecinos de Uznayo. A Isaac, el de Lombraña, que tiene un restaurante, también en este mes los lobos le mataron cuatro o seis cabras. Fue a ver los daños y se encontró con el oso que estaba comiendo los restos. Hay personas del valle que le han visto cruzar la carretera en varios lugares. Ahora, se ven a menudo y se están acercando más a los pueblos».
Salceda es el pueblo natal de Miguel Ángel Revilla, presidente del Gobierno de Cantabria, donde el despoblamiento rural también se ha dejado notar y solamente cinco viviendas permanecen abiertas durante todo el año. «En el año 43 vivían allí 27 vecinos y ahora...», recuerda con cierta nostalgia el presidente, que también revive algunas experiencias con los osos que tuvo él y, en más ocasiones, su padre, que era guarda de montes en la zona. «Ver osos en mi pueblo era algo más o menos normal en otros tiempos», recuerda Revilla, que insiste en que «en los años 50 era frecuente encontrarse con osos en la zona de Peña Labra o Sejos».
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