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Las imágenes que dejan los ataques del lobo que se producen en Cantabria recuerdan cada vez más a una película de terror. La desafortunada protagonista esta vez es Ana, una vecina del barrio 'La Vega', en Roiz (Valdáliga). Los lobos mataron en la noche del ... jueves a seis de sus 29 ovejas, hirieron a otras quince y una permanecía ayer desaparecida. Ana las fue encontrando «desperdigadas» por su finca a lo largo de la mañana del viernes, a poco más de cien metros de su vivienda. Algunas estaban en el río Escudo, que atraviesa este pueblo valdáligo. Otras en la carretera o «atrapadas entre los cierres del terreno», pero «todas con los colmillos del lobo clavados hasta los huesos». La crudeza de la descripción de esta ganadera pone los pelos de punta y eso que prefiere no explicar «cómo quedaron los corderos, porque si te lo digo... Les habían comido hasta los huesos de las patas», suelta al final. Una imagen «como para echar a correr». En vez de eso, Ana llamó al agente de Montes de la zona, quien dedujo que el ataque había sido pertrechado por «varios lobos», que semejante destrozo no podría haberlo provocado un solo animal.
Se trata de al menos el segundo ataque que se produce tan cerca de las viviendas del pueblo. A finales de diciembre otra manada de lobos atacaba a las ovejas de un vecino no muy lejos de este lugar. Una realidad que preocupa, y mucho, a los vecinos, que llevan varios meses durmiendo con un ojo abierto.
Ana nunca había sufrido ningún ataque similar hasta ahora, pero sabía que el lobo andaba rondado la zona. «Me decían que estaban matando a varios potros en la parte de arriba de la montaña, así que por precaución decidí guardar a los animales por las noches», explicaba ayer. Hasta que empezó el calor y optó por dejarlos fuera. «Pensé que los lobos no iban a bajar hasta las casas teniendo comida en el monte», pero bajaron. Y esta vez le tocó a Ana, que tiene a los animales más por gusto que para ganarse la vida. «No saco provecho económico de las ovejas. Son mi capricho y por eso las tengo siempre tan cuidadas». Lo primero que le dijo el agente de Montes cuando vio las ovejas muertas fue que no se preocupase, que el Gobierno se las iba a pagar, «pero a mí no me importa el dinero, lo único que siento es una impotencia muy grande al pensar lo que han sufrido estos animales antes de morir», señalaba ayer desconsolada.
Esta vecina no sabe cuál es la solución a un problema que vienen sufriendo los ganaderos desde hace varios años y que ha generado mucha polémica. «Los vecinos no tenemos otro tema de conversación. A mí me dan ganas de quitar los animales, porque no se puede vivir así todos los días».
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