El paseo hacia La Rabia, una delicia natural
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La senda que discurre entre Comillas y Oyambre se convierte en un lugar frecuentadoSube la pequeña cuesta sudando y respirando tan fuerte como si aspirara todo el aire disponible. Lleva la camiseta mojada y cascos en las orejas, ve a los periodistas y pasa de largo sin aumentar el ritmo, porque no puede. Es uno de los muchos ... turistas o vecinos de Comillas que pasean o corren por el paseo de La Rabia, que une la villa modernista con el vecino municipio de Valdáliga y la playa de Oyambre. Cuatro kilómetros (más o menos) de naturaleza fresca y húmeda, 400 metros de un paisaje digno de película. En invierno, uno se encuentra apenas una, dos o tres personas recorriendo la senda. En época estival hay gente a cualquier hora del día, aunque llueva o haga un sol abrasador, algo, esto último, que casi nunca sucede este mes de agosto. El recorrido comienza en Comillas con una pequeña elevación bajo la sombra de los árboles -plátanos-, cuyas enormes raíces empiezan a levantar las baldosas del suelo. El desnivel finaliza a la altura del restaurante El Galeón, junto al campo de fútbol de Rubárcena. En verano a la izquierda aparcan caravanas y furgonetas. Sus ocupantes desayunan en sillas plegables. Cuesta abajo, la carrera o el paseo son amenos hasta la ría de La Rabia, en pleno parque natural de Oyambre. Ahí se ve si la marea está alta o baja, porque la cresta del suelo sobresale por encima del agua. Un antiguo molino llama la atención de los curiosos, pero está cerrado. También lo está el restaurante que durante muchos años fue el 'garito' frecuentado por la 'jet set' madrileña, a los pies de la ría.
Aquí comienza de nuevo a elevarse el terreno hasta el segundo mirador, que ofrece unas increíbles vistas a la duna, el campo de golf y un extremo de la playa de Oyambre. Las olas desde allí parecen pequeñas, aunque la mayoría de días no lo son en este arenal abierto al Mar Cantábrico. Durante el año apenas circulan coches. Estos días sin embargo el ruido de los vehículos que atraviesan la carretera de forma constante perturba la tranquilidad sosegada del paisaje. Las ramas de los árboles invaden el camino de manera natural. Todo en este enclave tiene su encanto. Ya en la recta antes de llegar al puente está la casa en la que se venden calabazas y en torno a la que siempre toman el sol varios gatos. En agosto abre un local que se llama Caramelo y ofrece conciertos. Por la mañana hay vasos usados y cajas de tabaco vacías en el suelo, porque el ser humano mancha la naturaleza.
Los paseantes se asoman al puente y observan a los patos en la ría de la Rabia. De nuevo sorprende el esplendor del parque natural y los Picos de Europa que se divisan al fondo los días de cielo despejado. Unos pasos más y se llega al cruce para girar a la derecha en dirección a la playa. Los surfistas caminan con la tabla desde el camping hasta el arenal por una senda sin asfaltar junto a la carretera. Antes de llegar a la playa ya se escucha el sonido del mar. La imagen que ofrece Oyambre es idílica en cualquier época del año por su extensión, la arena que cubren las olas cada pocos segundos, la brisa que acaricia los rostros desnudos, la colina que protege la playa, la paz que corta el ruido dentro de la cabeza.
Es jueves, son las diez y pico de la mañana y chispea en Comillas. Hay circulación al comienzo del recorrido. Carlos García ya está de vuelta y camina a paso ligero. Es de Burgos y pasa las vacaciones en casa de unos amigos. Se ha hecho la mitad de la senda «por casualidad». «Todas las mañanas salgo a andar y hoy comencé por la Coteruca hacia la playa de Comillas y el Seminario Mayor, tras lo cual he seguido hasta Trasvía y luego he preguntado que cómo se volvía al pueblo» y aquí está, tras muchos kilómetros. «Voy a desayunar», dice y asegura que «pasear por este lugar es una delicia, haga sol o no y resulta menos duro que en Burgos, por la frescura y la humedad». El madrileño Eduardo Arraiza opina de manera similar. Es el segundo día que atraviesa este camin o. «Es fantástico, porque está protegido de coches, es verde, hay árboles y anchura suficiente para caminar varias personas». Eso sí, dice que los vehículos circulan a gran velocidad «y que debería realizarse algún control». Eduardo también propone una idea: «Pondría un autobús entre Comillas y San Vicente de la Barquera para que la gente pueda ir a la playa sin necesidad de coger el coche de manera obligatoria». Una iniciativa interesante la de Eduardo.
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