El Poblado Cántabro de Cabezón sobrevive pese a las adversidades

Una lona de plástico azul cubre la cubierta de la cabaña rectangular situada en la parte más baja de la colina. Alrededor de la estructura hay escaleras, bancos de madera que parecen sostener un pequeño muro de piedra, palos y arbustos de escoba (el material del que se compone la techumbre de las cabañas). La puerta de la vivienda está cerrada con candado y no se muestra al público. A pesar de que la cabaña -una réplica de las que existían en la II Edad del Hierro- fue restaurada hace unos meses, tiene un problema de filtraciones. Para que la situación no se agravara decidieron precintar la construcción y trasladar el material que había en el interior (cerámicas, atuendos, armas, escudos, alimentos simulados...) al centro de interpretación ubicado en la entrada del recinto.

También se llevó a cabo la mejora de la cabaña circular situada a la derecha de la anterior y cuyo aspecto no es mucho mejor. Otro plástico azul cubre parte del techo y por el momento tampoco se muestra en la visita guiada. En la reconstrucción se invirtió la nada desdeñable cantidad de 45.000 euros, pero se vio afectada por la lluvia y el viento. Y es que la mala suerte también ha influido en el estado del poblado.

La tercera vivienda, que pertenece a la I Edad del Hierro, es la única a la que pueden acceder los visitantes. La reconstrucción de las cabañas se llevó a cabo teniendo en cuenta que para mantener en condiciones óptimas el techo es necesario encender hogueras en el interior, ya que la generación de humo favorece el proceso de conservación de los materiales vegetales. Sin embargo, emplear esta técnica implicaría realizar frecuentes tareas de mantenimiento en el complejo, algo que no se está haciendo. Por eso, se optó por una solución mixta empleando un aislante en la base del tejado. «En el cuerpo de la estructura, se utilizó una malla de cemento de hormigón estampado, cuya textura es similar al barro, que garantiza mayor durabilidad», según explicó el alcalde del municipio, Víctor Manuel Reinoso, en su momento.

Y todavía hay una cuarta cabaña. O más bien media, porque en lo alto del recinto tan solo queda en pie la base (palos de avellano entrelazados formando un círculo) de la construcción que se quemó hace varios años. El Consistorio optó por no rehabilitarlo y aprovecharlo para mostrar a los visitantes cómo es el esqueleto de una de estas construcciones. Una pequeña muralla completa la recreación del antiguo poblado cántabro.

A pesar de todo, este museo al aire libre continúa despertando interés también por su potencial didáctico. Además de la visita, se ofrece la posibilidad de realizar talleres donde los más pequeños aprenden a construir una cabaña con plastilina o con barro. De cara a la primavera acuden escolares de diferentes centros educativos. Ahora la cosa funciona de manera un poco diferente, porque los alumnos primero realizan la visita y después, ya en el centro de interpretación, reciben la pertinente explicación sobre los materiales que se encuentran en el interior de las cabañas. Construcciones a las que, claro, no han podido acceder por las malas condiciones en las que se encuentran.

El Poblado no atraviesa su mejor momento y aún así desde el Consistorio le están sacando todo el rendimiento posible. Si se invirtiera en restaurar de forma definitiva las viviendas y se realizaran las labores de mantenimiento que requieren estas construcciones, podría demostrar todo su potencial turístico.