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Mª EUGENIA ESCUDERO SÁNCHEZ
Domingo, 6 de agosto 2017, 08:57
A mediados del siglo XVIII, la ría del Peral, el río Nansa a su paso por Pesués y el río Deva en el valle del río Deva constituían tres puntos de difícil tránsito en el tramo del camino costero más próximo a Asturias.
El concejo barquereño proyectó entonces variar la ubicación del puente del Peral, situando su entrada junto a la ermita de San Vicente Mártir, puesto que allí el tramo de ría a salvar era menor. Por esas mismas fechas el Comisario de Marina, don Jacinto Navarrete, viajó a San Vicente de la Barquera para conocer y evaluar el proyecto de un nuevo puente, de lo que se encargó al maestro de Potes Francisco de Guardo, sin que lo llegase a ejecutar.
Fray Antonio de San José de Pontones, natural de Liérganes, fue uno de los arquitectos designados por el Consejo de Castilla durante el siglo XVIII para revisar y diseñar numerosos proyectos de puentes. En 1772 visitó el valle del Río Deva, Pesués y San Vicente de la Barquera para examinar los lugares en los que se pretendía tres puentes de piedra, emitiendo un informe favorable a la realización de tales obras, al considerarlas fundamentales para el mantenimiento del camino costero. El padre Pontones elaboró el proyecto del puente sobre la ría del Peral, en la villa barquereña, retomando la idea de levantarlo junto a la ermita de San Vicente Mártir. El antiguo puente del Peral presentaba en aquel momento muy mal estado, fundamentalmente en las zonas en las que habían empleado vigas de madera. El arquitecto prefirió levantar un puente de nueva planta, antes que reconstruir aquel. Realizó un diseño de nueve arcos carpaneles y pilares en ángulo recto, sin concesiones a lo decorativo, para conseguir una construcción sólida; por ello propuso que no se labrasen los sillares sino que se colocasen tal y como se extraían de las canteras.
El proyecto de este puente se encuadra en un modelo característico del siglo XVIII, basado en un amplio conocimiento científico, fundado en las matemáticas, y en una profunda comprensión de la presión que las corrientes fluviales y marinas ejercían sobre los pilares y estribos de los puentes, lo que posibilitó la construcción de arcos de amplia luz.
Sin embargo, la nueva fábrica no se ejecutó inmediatamente. En el año 1774 Marcos de Vierna, comisario de Guerra y Director de los Caminos y Puentes del Reino, revisó los proyectos de los tres puentes realizados por el padre Pontones, aprobándolos y redactando un informe en el que se ordenaba la construcción del puente de Tras San Vicente. Hubo que esperar hasta el año 1799 para que la villa contase con un paso seguro sobre la ría del Peral. La construcción del puente nuevo fue evaluada en un poco más de quinientos sesenta y cuatro mil reales, encargándose de la dirección de las obras el arquitecto Cosme Antonio de Bustamante, maestro que en 1794 había edificado el Real Seminario Cántabro de Comillas.
Todos los pueblos del Bastón de Laredo contribuyeron a la edificación del puente nuevo mediante un impuesto sobre el vino, tal y como se inscribió en una de las placas conmemorativas, situadas a la salida del puente hacia Asturias.
En la década de 1980 esta construcción, que contaba con quinientos cincuenta y cinco pies de largo y más de tres de ancho, fue objeto de una importante reforma, ensanchándose para dar cabida al tráfico moderno, variando su aspecto al cortar dos de sus ojos y aumentar la altura de los tajamares.
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