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A grandes males, grandes remedios.El Ayuntamiento de Ruiloba ha decidido clausurar definitivamente el punto negro de La Florida, donde se acumula una montaña de residuos verdes (restos derivados de la actividad jardinera) de hasta tres metros de alto. Imagínense 2.500 metros cúbicos de ... troncos, ramas, pasto, césped, restos de plantas y algún que otro envase de plástico en un descampado junto al camping de Ruiloba; en una finca situada en medio de una plantación de eucaliptos en la que durante años, sistemáticamente, particulares y empresas de jardinería se han ido deshaciendo de sus residuos. Sin control ni criterio alguno de compostaje. El resultado –kilos y kilos de poda y escombros– lo tienen a menos de un kilómetro de distancia del Ayuntamiento, en el barrio de La Iglesia. Una imagen difícil de digerir.
Dispuesto a terminar con este problema de forma inminente, el Consistorio ha habilitado un espacio específico para depositar los restos de siega y de poda. De forma separada. «Se trata de una finca municipal en la que se han dispuesto dos habitáculos, uno para cada tipo de restos», explica el alcalde, Julio Pinna (PSOE). Ambos depósitos serán vaciados al menos una vez a la semana y el contenido se trasladará al lugar que corresponda con el objetivo de evitar acumulaciones como la que se ha producido en ese punto de La Florida. Los residuos serán tratados, explican, «de forma segura y rentable, ya que se prodrán emplear como abono».
El problema es que antes de operar en el nuevo espacio, que está a unos setencientos metros del anterior, el alcalde deberá contar con la aprobación de la ComisiónRegional de Ordenación del Territorio y Urbanismo (CROTU), «organismo al que ya le hemos remitido nuestra propuesta», apunta el regidor socialista. Sin embrago, el Gobierno de Cantabria aún no ha contestado.Ni a esto ni a lo que el Consistorio le planteó hace ya varios meses sobre la creación de una planta de compostaje que fuera gestionada a nivel municipal –la gestión de los residuos depende del Ejecutivo regional–.
Mientras se resuelven los trámites burocráticos, el alcalde ya ha movido ficha para poder redistribuir los residuos de forma sostenible. «Hemos hablado con MARE para que instale un segundo contenedor de residuos verdes en el punto limpio –actualmente tan solo hay uno–». No supondrá una solución definitiva, «pero aliviará el problema».
Otra historia es cómo se retirará el musculoso brazo de basura que lleva años fraguándose en el punto negro de La Iglesia. «Hemos hablado con empresas del sector para que nos hagan un presupuesto», adelanta Pinna, que proyecta triturar los residuos con maquinaria especializada. No será una tarea fácil, porque las capas internas del vertido han ido fermentando y contaminando el ecosistema. Por no hablar de que se trata de material inflamable que emite gas metano y que está expuesto, especialmente ahora, en verano, a altas temperaturas. Una vez cerrado este capítulo, la labor del Ayuntamiento consistirá en controlar y mantener el nuevo depósito para que «el problema no se vuelva a repetir».
Aunque los usuarios en general han respetado la medida tomada por el alcalde de cerrar La Florida, hay quien ha hecho oídos sordos y ha continuado deshaciéndose de sus restos de poda o escombros en el mismo lugar, o directamente lo han arrojado a las cunetas. «Afortunadamente –aduce el alcalde– es una práctica que se ha erradicado, porque hemos permanecido vigilantes durante todo este tiempo». Pinna quiere devolver la parcela degradada «a su estado original, analizar el estado de los suelos y realizar una plantación de arbolado autóctono». Y quién sabe si la tierra resurgirá de sus cenizas.
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