.jpg)
.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Miguel Izaguirre contesta al teléfono al cuarto tono. «Hola Miguel, ¿ha vuelto a atacar el lobo?». Responde alto, con voz estentórea: «Sí, hija, sí, ya ... es costumbre». No parece enfadado, más bien resignado, cansado de ser siempre la mala noticia. Hace poco más de un mes, un cánido salvaje mató tres ovejas en la finca de este ganadero en Treceño (Valdáliga), donde le quedan 17. En la madrugada del sábado, el lobo atacó de nuevo y dejó una oveja muerta y siete heridas en el terreno de Las Navas (Cabezón de la Sal), donde Miguel tiene otro centenar de animales. O tenía. Ahora le quedan 99.
La historia de este vecino de Cabezón con los lobos va de resta en resta. Dice que ha sufrido siete ataques en tres años y que posee 31 ovejas menos. De hecho, ya no se sorprende al ver el escarnio que deja el rastro de los lobos, con la sangre y las ovejas medio comidas. Miguel ya ha pasado a otro nivel, el de quien se ha acostumbrado a la muerte.
El sábado por la mañana fue un poco como siempre que se produce un ataque. «Cuando llegué a Las Navas, a eso de las nueve de la mañana, vi que los animales andaban revueltos, que había cinco o seis tumbados y uno muerto a unos cuarenta metros de la vivienda que se ubica en la zona», muy cerca de la carretera que conecta Treceño con Cabezón de la Sal. Y eso que el terreno está «cercado con dos hilos de alambre de pastor». No fue impedimento. El lobo los rompió y entró a comer. ¿Y por qué no tiene perros que vigilen las fincas?: «Porque eso tampoco les frena y necesitaría cuatro, con todos los gastos que conllevan». ¿Y si las guarda en las cuadras? «Con la cantidad de lana que tienen ahora en verano y con este calor es imposible», afirma. Lo que hace Miguel es estar prácticamente todo el día con las ovejas, «de nueve a nueve, solo me falta quedarme a dormir con ellas», porque es de noche cuando viene el lobo.
Eso por no hablar del dinero, que es lo de menos, sí, pero importa. «El veterinario está viniendo un día sí y otro también a curar a los animales heridos» y hacen falta medicinas. En total, Miguel lleva gastados 237 euros. «Los guardas de Montes me han dicho que no tire los recibos, porque luego me lo pagará el Gobierno de Cantabria, pero la realidad es que de momento sale de mi bolsillo», se queja. Además, nadie le asegura que sus ovejas se vayan a salvar. «Dependerá de la gravedad de las heridas» y el lobo no es precisamente un depredador piadoso. Tampoco, asegura, le han pagado las pérdidas del año pasado, ni por las tres que cayeron en abril. Hace poco más de treinta días. «Así que dime mozuca, ¿qué hago? porque yo vivo de esto».
«Es una vergüenza, una vergüenza», repite y repite al otro lado del teléfono. «Quieren que abandonemos el campo y que dejemos los terrenos para monte, pero qué piensan comer si los ganaderos somos los que producimos». Miguel ya se planteó abandonar el oficio tras el ataque sufrido hace un mes. Está desalentado y se siente desprotegido. «Han subido los impuestos y ya sabemos cómo son los jornales. ¿Qué podemos hacer?».
El de Miguel no ha sido el único caso de los últimos días. Unas horas después de que los lobos atacaran a sus ovejas y a plena luz del día, otro lobo mataba tres animales en la finca de un vecino de Roiz, en Valdáliga, que prefiere permanecer en el anonimato, pero que cuenta con detalles lo que sucedió. «El sábado me levanté a eso de las ocho y media y fui a soltar a las ovejas, que pasan las noches dentro de la estabulación –el ganadero asegura que cumple «escrupulosamente» todas las medidas de protección del ganado que recomiendan las autoridades–, tras lo cual me marché tranquilamente a ver pasar a los participantes de los 10.000 del Soplao por el barrio de La Cocina», relata.
Cuando regresó, se encontró al rebaño «en la portilla de la finca» y a unos metros más allá estaba el lobo comiéndose a una de las crías y con dos ovejas muertas al lado. Los cánidos, dice, «estaban agazapados, esperando a que las soltara y en cuanto me fui, atacaron», asegura. Es el tercer episodio que sufre en los últimos tres años, pero ninguno tan en directo y ninguno con tanto sol. «Están al acecho», justifica. A la vez, valora la labor «profesional que están desarrollando los agentes forestales, que no pueden hacer más de lo que ya hacen».
La situación mantiene aún más desesperados a los ganaderos desde que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico introdujera al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre), lo que ha generado duras críticas por parte de las Comunidades Autónomas en las que el cánido ataca al ganado, entre ellas Cantabria. El consejero del ramo, Guillermo Blanco, mantiene una lucha constante con el Ministerio y apela incluso a la Unión Europea para buscar apoyos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.