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Los vecinos de Correpoco, en el municipio de Los Tojos, temen por la integridad de sus muertos. Hace años que el cementerio de la localidad languidece a causa de su abandono. «La última vez se vino abajo parte del muro perimetral», relata Andrea, la vecina ... de Correpoco que más ha luchado «para que se arregle». «Llegamos a recoger firmas entre todos los vecinos», que serán unos cincuenta, pero los 'garabatos' no cambiaron nada y mientras, el suelo del camposanto «se ha ido desquebrajando también». Hasta la verja del recinto está oxidada. Tanto que –piensan– «terminarán por desprenderse las sepulturas –hasta ahora no se han visto afectadas–». Así que Andrea recuerda a su difunto marido, fallecido hace cinco años y enterrado en el cementerio de su pueblo; en el cementerio de Correpoco. Como él, debe haber en torno a treinta o cuarenta vecinos, porque el número exacto de enterramientos nadie lo sabe. Al menos nadie lo dice. La alcaldesa de Los Tojos, Belén Ceballos, es otra de las personas que ha alzado la voz para que se escuche su queja. «Tenemos una parte del camposanto argayado», afirma. A Ceballos le preocupa también que se caigan los ataúdes «y entonces sí que será un problema». La regidora lleva tiempo «en contacto con el Obispado para que actúe y frene el deterioro». «Hablé con ellos en verano y me dijeron que les diera seis meses de plazo, así que volveré a preguntarles», aseguró.
Belén Ceballos
Alcaldesa de Los Tojos
Andrea
Feligresa
Obispado
El problema no es tan fácil de solucionar. Desde el Obispado explicaron esta semana que «el cementerio está ubicado sobre una falla y se producen corrimientos de tierra que inciden en la construcción», de manera que se generan grietas y pequeños argayos. Es decir, «que el pueblo se está moviendo constantemente y la solución es compleja». Y cara. «El Obispado no dispone de recursos para afrontar la reparación» e insta a la alcaldesa a buscar otras alternativas. Además, la institución echa balones fuera. «Es cierto que históricamente los cementerios se han construido en torno a las iglesias, pero actualmente son los ayuntamientos quienes tienen que dispensar este servicio», es decir, que la obligación «de habilitar espacios donde enterrar a los muertos» recae sobre la alcaldesa. En este sentido, la institución religiosa plantea que el Consistorio «construya un nuevo cementerio en otra ubicación y traslade las lápidas». O, en su lugar, «restaure el actual», pero con sus propios medios. También argumentan que «renovar la cimentación del cementerio es pan para hoy y hambre para mañana», porque la tierra se mueve. ¿Y de quién es la responsabilidad si se caen las tumbas? «depende, las construcciones son de los usuarios», responden desde el Obispado.
Por otro lado, la alcaldesa sí que se ha planteado –tímidamente– construir un «camposanto civil» en otra ubicación, pero la propuesta no ha sido muy bien recibida por los feligreses, que son los que al final salen perjudicados. Como Andrea. «No podemos consentir que se venga abajo y terminen saliendo los difuntos», lamenta. Supone, continúa, «una pena muy grande y dolorosa para los que tenemos seres queridos enterrados allí». Dice la vecina que es «una chica del pueblo que hace unos años perdió a su marido la que a veces va y adecenta el terreno». Lo hace, incide, «porque ella quiere, nadie la obliga, pero le da pena verlo como está».
Al mal estado del cementerio, se suma en esta localidad de Los Tojos el abandono que sufre la iglesia de Nuestra Señora de San Juan Bautista, cerrada desde hace al menos treinta años. Y es que la infraestructura del templo se vio afectada por el mismo problema, el paso de una falla que hace que el suelo se mueva. El Obispado decidió clausurar el edificio religioso para evitar males mayores. Para la alcaldesa la solución pasa por «aprovechar la parte del inmueble que se encuentra en buen estado y construir una capilla para que los vecinos de Correpoco recuperen su iglesia». Una propuesta que «no ha aceptado el Obispado». Desde la institución explicaron que es la Comisión Mixta la que decide qué templos se restauran. En cualquier caso, «en algunos pueblos los propios vecinos se organizan y recaudan dinero para arreglar las iglesias». Mientras se deciden, Andrea se lamenta «porque como no hay capilla en el pueblo, tuvimos que celebrar la misa por el funeral de mi marido en el pueblo de Terán».
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