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Se llama Ángel Vega, es conductor de ambulancias, copropietario de una ganadería y protagonista de la fotografía que acompaña a la información. Sí, lo ... que carga a sus espaldas es un ternero de cincuenta kilos. No, la imagen no está hecha utilizando inteligencia artificial. Y claro, tenía que hacerse viral, seguramente porque representaciones de amor a los animales tan abrumadoras como esta no son lo que se dice habituales. Ni en el medio rural, que es donde está tomada la instantánea, ni en el urbano.
La foto, que así, a primera vista, produce asombro, risa y ternura, por ese orden, está enmarcada en un relato singular que para el ganadero sin embargo apenas tiene recorrido porque, por extraño que pueda parecer, ir por ahí con un jato en la espalda es algo que el hombre hace con cierta asiduidad.
«Me gusta que las vacas paran fuera de la cuadra, en el campo. No sé, me parece más natural», dice Ángel para empezar a explicar una imagen tan fascinante. «Así que cuando van a parir las sacamos y las dejamos fuera». Pero como el lobo ya anda merodeando por Udías, que es donde tiene la ganadería, Finca Julita, y ya ha atacado a algún rebaño, Ángel, que no quiere problemas, ha cambiado este hábito por otro que le parece algo más seguro. «Ahora, una vez que la vaca ha parido y el becerro ha mamado, los bajamos a la cuadra para que estén protegidos».
Generalmente lo hacen caminando los tres. Amo, vaca y jato. Pero, en ocasiones, los becerros, que tienen apenas horas de vida, no pueden hacer todo el trayecto a pata por sus propios medios. Se caen, se resbalan, se fatigan... Entonces, para ahorrarle padecimiento al animal, y para ahorrarse él un tiempo precioso, Ángel coge al ternero, se lo echa al hombro y tira kilómetro y medio dejando a su paso una imagen que había que inmortalizar.
«Estás de foto», le gritó hace un par de domingos una vecina. «Y cogió mi padre y me hizo una foto», que en estos tiempos modernos solo podía acabar circulando veloz de móvil en móvil por toda Cantabria.
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