
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Mucho añoraron los vecinos de Cabezón de la Sal el año pasado el sonido de los campanos de las vacas tudancas el Día del Pilar. ... Por eso este martes, cuando se retomó la celebración de la Olimpiada del Tudanco tras un año de parón, ya había tumulto en las calles a eso de las once de la mañana. La gente madrugó para ver a las reses dirigirse hacia la finca de Ontoria donde tenía lugar el famoso concurso de ganado. Casi parecía la 'pasá', cuando las tudancas recorren las principales calles del pueblo ya de vuelta a sus cabañas, a eso de las cuatro de la tarde.
Aunque esta vez participaron menos ganaderos que en ediciones anteriores (veinte en lugar de los más de treinta habituales) y cada uno podía llevar alrededor de una treintena de reses, los visitantes volvieron a contarse por miles. Y todos, o la mayoría, con ganas de consumir en los puestos que se instalaron en el entorno de la exhibición de ganado. Aunque sea un trozo de queso, unas deportivas, una pulsera, castañas, empanada de carrilleras, un bolso de piel de vaca tudanca e incluso una rodaja de bacalao de Islandia.
El primer puesto en la feria fue el de Judith Sánchez, de Torrelavega, con ocho palés de trescientos kilos cada uno cargados con cientos de botes de conservas. «El público de Cabezón es muy bueno y siempre compra», asegura. Había ganas de normalidad. El Pilar es una de las fiestas grandes de Cabezón, una seña de identidad. «¿No os acordáis de aquel año que llovió tanto y aún así hubo muchísima gente?», dice un señor que se llama Segundo Zurita y que, por primera vez, ve la feria desde fuera tras quince años vendiendo suspiros en un puesto. «Yo lo que siento es nostalgia. Esta es una fiesta muy buena y para la hostelería supone una inyección económica importante». Él vendía bien el Día del Pilar, «pero no me preguntes cuánto dinero hacía porque esas cosas no se dicen».
«Oferta en calcetines, chicas», grita un feriante y cerca huele a chorizo frito del puesto de San Román de la Llanilla, en Santander. «La chica pregunta que cuántos años llevamos viniendo», le grita un hombre a otro por encima del sonido de la plancha. «Buf, como diez». Los del chorizo ya tienen clientes fijos,«que vienen todos los años». Unos metros más adelante huele a almendras garrapiñadas y a queso curado de oveja.
Ya en la finca donde están las vacas tudancas, Germán Pérez, ganadero, explica que lleva dos días para limpiar y poner las rosetas y los campanos a las 37 reses que ha traído a la feria desde Santibáñez. Alguna vez Germán se ha llevado un premio. ¿Y este año? «Quizá en algún lote de novillas», responde. Y entre el gentío pasean con sus varas Emilio Pérez, Jesús Pérez y Pedro Morante, de Sámano. «Todavía quedan chavales con ganas de arrear a las tudancas», comentan.
Al margen de la feria y ya entrada la tarde, la atención se centró en la 'pasá' de los diferentes rebaños por las calles de Cabezón de regreso a sus cabañas. A las cuatro, las veintena de ganaderías participantes salieron del recinto ferial para iniciar el recorrido por las abarrotadas calles de la localidad. Un paseo que se redujo en tiempo respecto a otros años, ya que también fueron menos las reses. En total, una hora fue lo que duró el desfile de las 550 tudancas dirigidas por ganaderos de distintas generaciones, muchos de ellos, jóvenes. También presenciándolo hubo gente de todas las edades, que hasta la despedida del ganado por Carrejo, no le quitó los ojos de encima a la exhibición de vacas, toros y terneros, ambientada por el sonido de los campanos.
El alcalde de Cabezón Víctor Reinoso, valoró la jornada como un «éxito total» y celebró que sirva para impulsar al mismo tiempo dos sectores que están pasando por malos tiempos como son el de la ganadería y el de la hostelería.
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Ana del Castillo
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