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Los zarzales que estrechan el camino anuncian con su repiqueteo en las ventanillas del coche el comienzo de la ruta de las cascadas de Viaña, en Cabuérniga. Cae esa lluvia fina y persistente que parece no terminar nunca de llegar al suelo. La temperatura es templada y en pocos minutos se accede al invernal, una extensión donde se enseñorean dos vacas tudancas y se puede aparcar el coche antes de empezar a andar el camino. La ruta a pie que se ofrece, promete, porque es una de las 82 Reservas Fluviales que existen en territorio español. De hecho, la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa subvencionará un proyecto específico, a través del programa Leader, para acondicionar y señalizar el itinerario. «El objetivo es potenciar este bien natural como recurso turístico», explica el alcalde, Nicolás Toral. Las de Viaña se unen así a las cascadas de Lamiña, en Ruente, otro extraordinario enclave para visitar. Y es que el valle de Cabuérniga es territorio de cascadas, un espacio que supone un considerable bien de interés turístico y una potencial fuente de riqueza en el municipio.
A día de hoy, salvo por un pequeño cartel de madera que cuelga de un árbol e indica el comienzo del itinerario, la ruta de las cascadas de Viaña no está señalizada. El trazado es considerablemente escarpado y alberga algunos tramos de difícil acceso. Acondicionarlo será un reto equivalente a domar la naturaleza: si no imposible, complicado. Los pies se hunden en el barro en los primeros tres metros de recorrido, hay que mirar al suelo para pisar sobre las piedras y se tiene la sensación de estar dentro de un videojuego en el que para avanzar hay que superar diferentes pruebas. Naturaleza en un radio de 360 grados, sin nadie, ni signos de civilización. Los arbustos arañan las piernas, los robles se estiran hacia el sol que tapan con sus ramas y el agua brinca alrededor. Las primeras cascadas son casi inaccesibles y están camufladas por la abundante vegetación, pero a medida que se avanza, se revelan como imponentes monumentos de agua. Así transcurren los cuatro kilómetros -este dato depende de dónde se inicie la ruta- de ida y vuelta, donde por cierto no es difícil caerse.
Por eso uno de los objetivos del proyecto para acondicionar el terreno «es evitar las zonas de riesgo», explican desde la Asociación de Desarrollo Rural. «Queremos facilitar que los visitantes puedan seguir el trazado a través de una intervención mínima», añade el alcalde. Toral cuenta con una subvención de 3.200 euros y ya se ha puesto en contacto con los empresarios de alojamientos turísticos de la zona para que promocionen la ruta. «Este verano ha habido más afluencia que nunca», asegura y quiere seguir sacándole partido al enclave. Además la ruta de las cascadas tiene sorpresa, la guinda de un pastel que solo conocerán los que se atrevan a atravesar el monte cuesta arriba sin pensárselo mucho. Es la última cascada. La conocida como pozo del infierno -de 16 metros de altura-. Es la fase que culmina el videojuego; la revelación final. Una lengua de espuma que lame la roca negra y termina desembocando en la poza. Contemplarlo compensa sobradamente el esfuerzo. Sin embargo la ruta, considerada de dificultad media según muchas reseñas, no es accesible para todo el mundo. Es necesario ir convenientemente equipado con botas y bastones de montaña. Al girar sobre los pies, la vuelta se hace más corta, quizá porque se afronta con la seguridad de quien ha pisado un poco el cielo.
SEÑALIZADA
RESPETO DEL ENTORNO
TURISMO
Sucede algo parecido con las cascadas de Lamiña, en Ruente, cuyo recorrido es mucho más liviano y está en mejores condiciones de acceso, a pesar de lo cual «hay que tener un mínimo de preparación para hacerla», opina el alcalde del municipio, Jaime Díaz. El trayecto está señalizado y acondicionado. El Ayuntamiento procedió a colocar incluso placas de madera para poder atravesar el río. El trazado es más liviano que en Viaña y consta de unos siete kilómetros. Estas cascadas ya son en sí mismas un «recurso turístico, porque este verano se han masificado de visitantes», relata Díaz. A diferencia de las de Viaña, las cascadas de Ruente son muy conocidas, para bien y para mal, porque esta afluencia de público puede ir en detrimento de la conservación del paisaje. Más que eso, al alcalde de Ruente le preocupa que los turistas «puedan alterar la vida de los vecinos del pueblo y sus costumbres», señala. Por eso, «nuestras actuaciones van dirigidas a facilitar el acceso y la creación de aparcamientos», añade Díaz. «Tratamos de regular el tráfico para que los conductores no estacionen sus vehículos a la entrada de las fincas particulares ni interfieran en la vida de la gente del pueblo».
El alcalde de Cabuérniga trabaja con la misma filosofía y en la misma dirección. «Hemos acondicionado una zona junto al molino de Viaña para crear un aparcamiento donde caben unos veinte vehículos». El parking se encuentra situado fuera del pueblo «con el objetivo de evitar que los usuarios aparquen en las estrechas calles de Viaña, ya que se crearía un caos, sobre todo en época estival». El Ayuntamiento también ha llevado a cabo la mejora del camino que discurre entre el núcleo rural y el nuevo aparcamiento. Ochocientos metros que se pueden recorrer cómodamente en coche antes de comenzar la ruta a pie.
«Queremos potenciar el sendero teniendo en cuenta su gran valor y priorizando su conservación», aseguró el regidor cabuérnigo, que está verdaderamente ilusionado con este proyecto. «En los últimos meses hemos visto como se ha incrementado el número de personas que visita la ruta, desde excursionistas que han venido en autobús hasta grupos de montaña». Las cascadas de Viaña se están empezando a conocer. «Los técnicos del Grupo Leader ya han acudido a Viaña y han dado su visto bueno, por lo que podemos empezar a encargar la cartelería», adelantó Toral.
Las señales guiarán al usuario por el camino a seguir e indicarán dónde se encuentran ubicadas las diferentes cascadas, ya que en ocasiones hay que salirse del trazado para poder verlas. «También colocaremos paneles informativos en los que hablaremos de la flora y la fauna». Tal y como informan desde la Asociación de Desarrollo Rural, la ruta se localiza en los espacios naturales protegidos del río Saja y del parque natural Saja Besaya. El arroyo Viaña es un afluente del río Saja, que atraviesa el municipio de Cabuérniga.
Las cascadas de Lamiña y de Viaña suponen un considerable potencial turístico para ambos ayuntamientos, situados en un marco de gran belleza natural y paisajística. La complicada situación que se vive en España como consecuencia del coronavirus, ha tenido un importante impacto turístico en Cantabria, que este verano ha recibido más turismo de lo esperado. Las zonas rurales se han convertido en las favoritas de los visitantes, ya que se trata de entornos seguros, al aire libre y dotados de gran belleza paisajística. Los vecinos de Ruente y de Cabuérniga han visto este verano paseando por sus calles más turistas que nunca. Es un buen momento para promocionar las bondades de la zona, entre ellas estas espirales de agua en plena naturaleza.
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