
Los vecinos de la zona de El Ansar, en Ruente, reclaman mejoras en el Saja
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Aseguran que las fincas de las que son propietarios se inundan con frecuencia y piden que se reconstruya la escollera que las protegíaHay días en los que a los vecinos de Ruente el río Saja no les deja dormir. «Cuando baja con mucho caudal y ... suena no te creas que es tan fácil», comenta Roberto Díaz, propietario de una estabulación ganadera en la zona del municipio conocida como El Ansar. En este territorio de fincas y naves de animales el río continúa campando a sus anchas e inundando todo lo que encuentra a su paso. Los afectados se quejan de que «las máquinas de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico -que están llevando a cabo labores de mantenimiento y conservación del río en diferentes puntos- no han pasado por aquí desde que tuvieron lugar las inundaciones en enero de 2019». En aquel momento, Ruente fue uno de los municipios más afectados de la comarca. La crecida del Saja como consecuencia de las fuertes lluvias que asolaron Cantabria, dejó un argayo de enormes dimensiones y provocó la caída del puente que separa el núcleo de Ruente de las fincas de Monte Aá. La Consejería de Obras Públicas restauró la montaña y está levantando un nuevo puente, pero el río continúa causando problemas a su paso por Ruente.
Especialmente en El Ansar, una llanura de terreno a los pies de la montaña. «Antes de las inundaciones había una escollera que evitaba que el agua entrara a las fincas -explican-, pero el río se la llevó por delante». A la queja de Roberto, se une la de Vicente Rábago, Telesforo González, Borja Toyos, Pablo Gutiérrez y Roberto Rábago. «Hay más propietarios que protestan», asegura Roberto junto al río, «pero no hemos venido todos para no ser muchos por el tema del coronavirus». El Saja esa mañana baja tranquilo, manso. «Nada que ver con la semana pasada, cuando llegó casi hasta la gasolinera», comentan los propietarios de las fincas. Al viento y a la lluvia que cayó sobre la comunidad autónoma hace dos semanas se sumó el deshielo de los montes de Sejos. Las circunstancias idóneas para que aumente el caudal del río, se salga de su cauce y destroce las fincas de los vecinos, que están hartos, «hartísimos», de que esto pase cada vez con mayor frecuencia. «Los dueños de esa casa -indica Vicente mientras señala la vivienda más cercana al río- se marchan cada vez que crece un poco, porque ya saben lo que hay».
Los afectados insisten en que lo único que necesitan «es que canalicen un poco el río para que no se salga». Han visto máquinas de Confederación trabajando por la zona, «pero aquí no ha venido nadie», se lamentan. Ante la falta de actuaciones para remediar esta situación, los propios ganaderos han colocado arbustos y palos en la orilla del río para intentar contenerlo, pero apenas surten efecto. «Necesitamos una escollera como la que había», reclaman mientras aseguran sentirse «impotentes» y «abandonados». Lo cierto es que hace casi dos años que se produjo la gran inundación y el río sigue siendo motivo de preocupación, «especialmente ahora que llega el invierno». Las dos avenidas de octubre han sido un preludio. Por eso solicitan actuaciones de forma inmediata. «Ahora mismo esto se arregla con una pequeña obra que no resultaría muy costosa», insisten. «Sin embargo, si dejan pasar más tiempo puede producirse una avenida muy fuerte que ocasione daños serios, cuya reparación sería mucho más cara».
Los vecinos de Ruente se han dirigido al alcalde, Jaime Díaz, en varias ocasiones, «pero nos ha dicho que él no puede hacer nada, a pesar de que es nuestro representante». Preguntado, Díaz explicó a este periódico que desde el Ayuntamiento son «perfectamente conscientes del problema y ya lo hemos puesto en conocimiento de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico más de una vez, desde donde nos han asegurado que van a intervenir en cuanto puedan».
El regidor sabe que «quien tiene competencia para actuar es la institución hidráulica», por lo que no le queda más remedio que esperar. Y el que espera desespera. Es lo que les está pasando a los ganaderos que poseen tierras en este tramo del Saja. «Yo lo único que quiero es que no vuelva a salirse, porque una vez el río me destrozó cinco hectáreas», comenta hastiado Roberto.
La relación de estos vecinos con el río es de 'sí pero no', porque lo conocen bien, viven y trabajan en torno a él y en ocasiones prevén su comportamiento, pero también es muchas veces la causa de sus disgustos.
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