La verja ornamental de Domènech ya luce restaurada en el cementerio

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La recuperación de la pieza, en avanzado estado de deterioro debido a su ubicación junto al mar y a malogradas restauraciones previas, ha llevado dieciocho meses. Sobrino y su equipo han estado más de quinientos días recuperando cada milímetro de la verja con un solo objetivo, hacerlo de forma que el resultado fuera igual al de la original. Aunque eso conllevara más tiempo y más dinero. Basándose en la máxima de que las cosas se hacen bien o no se hacen, el resultado es excelente. «Es una vuelta al pasado», aseguraba el artista en su taller pocas semanas antes de terminar la laboriosa tarea.

En total, Sobrino trasladó el pasado martes desde Llanes a Comillas 1.200 kilos de obra de arte. Los pilares y las hojas bien embalados para que no entrase ni una gota de agua. Ni de polvo. Nada. Una vez ya en el cementerio de Comillas, habiendo subido las escaleras que llevan a la entrada, a trabajar durante varias horas más en encajar cada parte al milímetro. Incluso tuvieron que preparar el terreno con anterioridad porque la piedra que cubre el suelo también se había deteriorado. Poco a poco, con esfuerzo y la misma tenacidad con la que habían restaurado el enrejado, los expertos lograron hacer encajar todas las partes.

Desde entonces, la entrada al antiguo camposanto de la villa modernista luce de otra manera. La verja está a la altura de su misterioso encanto. Ahora solo falta que se haga lo propio con la escultura del Ángel de Josep Llimona, otra obra de arte deteriorada. A ver si corre la misma suerte.