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Lo primero que se preguntó el artesano Antonio Sobrino cuando le encargaron restaurar la verja del antiguo cementerio de Comillas fue cómo y ... con qué útiles se forjó en 1893 según el diseño del arquitecto Lluis Domènech i Montaner. Nada más verla, Sobrino supo que antes de intervenir tenía que investigar cuál era la forma exacta del modelo original y replicarlo íntegramente. Nada de soldar y pegar. Sobrino, o hace las cosas bien o no las hace.
El doctor en Historia del Arte Enrique Campuzano consiguió una placa de vidrio fiel a la verja original, producto de una fotografía que sacó Domènech -se revelaban en placas de vidrio-. A partir de ahí empezaron a trabajar. Más de 18 meses después, la restauración está prácticamente finalizada y la pieza será devuelta a la entrada del camposanto comillano la próximo semana. Al fin. «Ha sido un proceso muy complicado, porque esta pieza no se parece a ninguna otra que conozcamos, no teníamos referencias y tuvimos que averiguar qué útiles se emplearon y fabricarnos nuestras propias plantillas, lo que supuso una dificultad añadida», relata el artista.
Purista, Sobrino ha querido reproducir la estructura «de forma impecable y con un rigor absoluto». Sin atajos. Una labor complicada y ardua, de la que habla sin embargo con pasión. Un trabajo meticuloso, «forjando el material y ensamblándolo como se hacía antes, uniendo una pieza con otra mediante remaches, con el hierro de la mejor calidad que he podido encontrar», describe. A diferencia de hace dos siglos, «ahora contamos con tratamientos que garantizan una mayor conservación y durabilidad de los materiales». La estructura se ha protegido mediante baños electrolíticos y galvanizado, lo que permite llegar a las partes ocultas o más dificultosas. Encima, «estamos aplicando pinturas que aparte de la función estética, añade una protección extra contra la erosión». Una parte del deterioro de la pieza se debía a su ubicación junto al mar y otra estaba relacionada con el uso de materiales inadecuados en anteriores restauraciones.
Para Sobrino, el proyecto ha sido como un «viaje en el tiempo, porque hemos retrocedido 130 años». El artesano habla de una labor «parecida a la orfebrería, pero a una escala mucho mayor». De ahí que los trabajos se hayan prolongado tanto. Todo con el fin de obtener el mejor resultado posible y corregir la desastrosa restauración que se llevó a cabo en los años sesenta. El empleo de materiales inadecuados -más por falta de conocimiento que por ahorrar costes- llevó a que se produjese una mayor corrosión de los elementos en menos tiempo. Incluso se llegaron a perder algunas piezas. Fue Campuzano quien, en el año 2017, alertó sobre el mal estado de la obra de Domènech, un bien artístico y patrimonial que adolecía ante la inexistencia de fondos para restaurarlo. El Gobierno de Cantabria manifestó entonces su voluntad de contribuir económicamente en le mejora de la pieza, pero el dinero nunca llegó. Hasta hace dos años, cuando el párroco de Comillas, Antonio Gutiérrez, anunció que el proyecto sería financiado por la parroquia. A partir de ahí empezaron a levantarse cimientos hasta que la verja fue trasladada al estudio de Sobrino, en Asturias.
Casi dos años después, volverá al antiguo cementerio de la villa modernista. La recolocación del elemento coincide además con la celebración del centenario del artista Lluis Domènech i Montaner, quien diseñó la pieza ornamental hace dos siglos. La instalación de la verja, alertan los expertos, no será sin embargo coser y cantar y estiman que el proceso se alargue durante varios días: «En primer lugar, tendremos que colocar los pilares y necesitaremos grúas y operarios». La verja tendrá que ir anclada en los cimientos y habrá que soldar. Si no surgen nuevos inconvenientes, la semana próxima ya podría registrarse actividad a los pies del cementerio comillano.
Una vez reinstalada la verja, aún quedaría trabajo por hacer en el camposanto más turístico de la zona occidental. La famosa escultura del Ángel Guardián que preside el cementerio, obra del artista catalán Josep Llimona, también presenta un avanzado estado de deterioro, fruto igualmente de una incorrecta rehabilitación y de su ubicación junto al mar. Campuzano ya ha puesto en conocimiento de las instituciones la necesidad de intervenir. Con la verja se tardaron cuatro años. El Ángel quizá tenga más suerte. O no.
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