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Son las diez de la noche y falta poco para que concluya el día. Varios grupos de personas observan el cielo incendiado del atardecer en el mirador de la ermita de San Esteban, en pleno Monte Corona, el paraje más visitado de esta masa forestal de 2.400 hectáreas. La vista resulta de una belleza prácticamente inefable. El sol es una bola incandescente a punto de ser engullida por el mar Cantábrico, en cuya superficie se dibuja una estela brillante. Entre los árboles, al fondo, la playa y el Parque Natural de Oyambre, con su marisma y su apariencia de paisaje pintado. La puesta de sol desde esta atalaya del Monte Corona, si bien no tiene la fama del 'Rayo Verde' de Gerra -que en verano se masifica-, es cada vez más conocida. Y es que en Cantabria ya casi no quedan lugares secretos.
Hace unos años, no tantos, apenas acudía gente. Ahora «es uno de los lugares más emblemáticos del monte, al que van sobre todo los propietarios de segundas residencias de Comillas -porque esta parte del conjunto pertenece al Ayuntamiento de Comillas y a la Junta Vecinal de Ruiseñada-», explica Severiano Arenal, el agente jefe de Montes de la comarca trece. Es decir, que no solo lo visitan los vecinos. «Yo diría que es al revés, que lo valoran más los de fuera», afirma Arenal, quien asegura que hay personas a cualquier hora del día, que se ha convertido «en una alternativa a la playa», aunque sin mar. Junto a la ermita existe un área recreativa con mesas y bancos. Todo muy cuidado, «porque somos nosotros quienes nos ocupamos de su mantenimiento», los agentes de la Consejería del Medio Natural.
En la zona más alta se encuentra la ermita de San Esteban. De construcción sencilla, antaño era la referencia de los pescadores que arribaban al puerto de Comillas. «La fachada norte está encalada para que pueda verse desde el mar». Aunque hace unos años se realizaron pequeñas actuaciones de mantenimiento (restauraron el tejado y pintaron algunas zonas), el edificio presenta cierto deterioro, especialmente en el interior, por el poco uso que se le da. Solo un día al año el templo se convierte en protagonista. Es el día de San Esteban, 3 de agosto, una cita que la Junta Vecinal de Ruiseñada celebra el primer domingo de este mes estival. Entonces se hace misa, baile de picayos y comida campestre. Una tradición que no se pierde. Por suerte.
El paraje está situado a unos cinco kilómetros de Comillas y, según Arenal, hay gente a todas las horas del día. «Paseantes, ciclistas, corredores o simplemente turistas que se sientan a observar el paisaje». Se sientan en un banco de piedra, situado en una de las esquinas del terreno, que se ha hecho famoso de tanto fotografiarlo. Allí los pensamientos se ralentizan, el tiempo frena de golpe, los colores penetran en la mirada y uno se da cuenta de los privilegios que tiene como ser humano. «Y es que el 90% del Parque Natural de Oyambre se ve desde la ermita. Y si está despejado, también los Picos de Europa». El enclave forma parte además de varias rutas de senderismo que resultan sumamente atractivas tanto para los habitantes de la zona como para los visitantes y turistas. A la ermita de San Esteban se une la de San Antonio, desde donde no se atisba un paisaje tan impactante, pero cuya riqueza natural es también incuestionable.
Todo ello se enmarca en el Monte Corona, el pulmón verde de la zona Occidental de Cantabria, que pertenece a los ayuntamientos de Comillas, Udías y Cabezón de la Sal, así como a las Juntas Vecinales de Lamadrid, El Tejo, Treceño, Caviedes (en Valdáliga) y Ruiseñada. De sus más de dos mil hectáreas de terreno, unas 2.100 son arbolado y el resto cultivo pratense. La masa forestal destaca porque fue el primer monte de Cantabria sobre el que se estableció un reglamento para regular sus usos en el año 1901. En los últimos años se ha potenciado el aspecto recreativo del conjunto y cada vez son más los que deciden adentrarse en esta nube verde y explorar.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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