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Doce y media de la mañana del miércoles dos de octubre. Segundo día del mes y segunda clase que reciben los ocho alumnos (seis chicas y dos chicos) que participan en la Escuela Taller sobre doma básica que se imparte en el centro. Hace sol. ... Los caballos comen en el establo y el monitor, Dominique Gómez, les ofrece las primeras pautas a sus aprendices: «Tenemos que aproximarnos a los caballos de forma inofensiva, porque nosotros somos depredadores, y debemos cambiar la actitud y ser armoniosos, suaves y directos». Los alumnos se acercan a los animales con cautela y admiración. En un año, ya habrán adquirido la suficiente confianza de un jinete. Es el tiempo que dura la formación que reciben estos jóvenes de entre 16 y 25 años, que al finalizar el curso recibirán un Certificado de Profesionalidad. «La escuela taller ha sido subvencionada por el Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) y tiene como objetivo instruir a los participantes en la doma básica», explica el teniente coronel Eugenio Heredia. El aprendizaje se lleva a cabo con potros que todavía están sin desbravar. Cada alumno tiene a su disposición dos potros cerriles y un tercero domado. «Vienen del campo y todavía no saben lo que es tener el peso de un humano encima». Una vez superada esta fase, «deben aprender a dirigirlos e ir al paso, al trote y al galope». Al final, han de ser capaces de hacer un recorrido saltando obstáculos. Resumido parece algo fácil, pero no lo es. Por eso en las primeras clases Dominique y Marco Barba, otro de los monitores (son tres en total), les explican a los participantes «qué técnicas han de emplear para relacionarse con los caballos». Se basan en dos ciencias, el conductivismo y la etología. «A partir de ahí, establecemos un método de comunicación que nos va a permitir hacer todo lo que queramos con el caballo, sin violencia y por puro convencimiento».
Todos los alumnos saben montar (para acceder al curso hicieron una prueba de doma clásica y otra de salto) y trabajan con «caballos de deporte español y anglo-árabes de tres años de edad». Los alumnos tienen entre 16 y 25 años. La adaptación, como dice Heredia, «es mutua». Y las salidas profesionales fructuosas. Al menos así lo asegura el teniente coronel. «Todos los caballos de deporte español (CDE) tienen que pasar por la fase de desbrave ineludiblemente». Es una labor que hasta ahora están llevando a cabo profesionales. «Reciben en su casa a los ganaderos y les desbravan caballos y ese es el camino que tendrán que seguir los alumnos, con la ventaja de que van a disponer de un Certificado de Profesionalidad que acredita su formación, tanto en el ámbito nacional como internacional».
La intención de Heredia a corto plazo es situar a Cantabria como referente en España. De momento el centro de cría caballar es el único a nivel nacional donde se lleva a cabo este tipo de formación. «Cantabria se tiene que posicionar como líder, porque contamos con la orografía, los pastos, la climatología, el ambiente rural...». «Se trata de formar profesionales y de que éstos puedan adquirir experiencia aquí, de atraer ganaderos de diferentes puntos de España y de que el mundo del caballo crezca en la región». «En este país se están criando alrededor de 600 potros CDE al año», añade. Es un trabajo, eso sí, de todos. «Nos gustaría recibir el apoyo del Gobierno de Cantabria, la Mancomunidad..». Heredia planea realizar una jornada especial para el día 26 de octubre en la que los alumnos presenten sus potros a los ganaderos. Quiere invitar a todo el mundo. «Que la gente venga y conozca lo que estamos haciendo».
Aunque el centro gravita sobre los chavales. Heredia les pone a correr a las ocho de la mañana. Disciplina militar. Un regalo extra a la formación oficial. «Me apunté a la escuela taller porque me pareció una oportunidad para aprender a domar potros y dedicarme a esto en un futuro. Espero llevarme bien con ellos», comenta Elena Ruiz, una de las alumnas, aún insegura el segundo día de clase.
Lucrecia Sarralde dice que el mundo del caballo «no tiene fin, porque nunca vas a saber lo suficiente». «Tenemos la suerte de contar con profesionales que llevan mucho tiempo aprendiendo y nos están regalando su experiencia». Una vez finalice esta primera fase del curso, que dura seis meses, a los tres monitores que hay ahora se unen otros dos con formación más específica en el salto. «Son civiles contratados», aclara Heredia. Los alumnos son becados la mital del curso y la otra mitad contratados. Lucrecia se apuntó «de cabeza».
A la pregunta de si tienen miedo, responde Raúl Rogina. «Yo creo que siempre hay que tenerle cierto respeto al caballo, porque te subes a un potro al que nunca han tocado y corres el riesgo de caerte, pero lo asumes». El monitor les explica que «ellos tendrán que aprender poco a poco a controlar ese miedo». «Lo que todavía no saben es que cuando acabe el año se van a dar cuenta de que es el que caballo el que les doma a ellos. Van a mejorar muchísimo en el control de las emociones, así como en muchas áreas de su vida que nos e imaginan y todo eso es por trabajar con los caballos». «¿A que te dan ganas de apuntarte?», pregunta Heredia emocionado antes de despedirse.
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