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El paisaje que alcanza a verse desde la carretera cuenta sin darse cuenta lo ocurrido el lunes en algunos municipios de Cantabria. Las marcas en los arbustos recuerdan hasta donde llegó el agua durante las inundaciones y el barro es una señal de ... que todavía queda camino hasta recuperar la normalidad. Muchas de las familias afectadas por las riadas pudieron instalarse en casas de amigos y gente cercana. Otras decidieron quedarse en sus viviendas a pesar de los problemas como la falta de luz. Pero no todas tuvieron la misma suerte. «La casa se inundó y nos vimos en la calle», decía este viernes Yoana Leira, residente en el barrio de La Ventilla, en Vioño. Su casa quedó completamente destrozada tras el temporal. Imposible vivir allí. Por eso necesitaban un sitio donde quedarse hasta que el seguro les ayudara a buscar una casa mientras reconstruyen el que era su hogar.
La primera solución se la dio el Ayuntamiento de Piélagos, que les permitió instalarse en unos apartahoteles del municipio, un gesto que agradecieron a la alcaldesa, Verónica Samperio (PSOE). Allí realojaron también a otra familia. El problema surgió el miércoles cuando el Consistorio avisó a los afectados de que al día siguiente debían desalojar el piso a las 12.00 horas. A partir de ese momento, el tiempo que estuvieran en la instalación, correría de su cuenta. «Sólo queremos una vivienda digna», añade la vecina entre lágrimas. Un espacio donde dormir con sus tres hijas de 6 meses, 9 y 14 años durante unas noches, mientras localizan otro hogar que se ajuste a sus necesidades. «Ellos nos lo cubren y se encargan de esos costes, pero que no nos dejen en la calle», comenta la vecina.
«Somos una gran familia», dice José Francisco Muñoz, director general de Covirán. Y si alguno de los trabajadores necesita ayuda, el resto del equipo mueve cielo y tierra para buscar soluciones. En la cooperativa saben que la «única forma de salir adelante» es estar ahí y echarse una mano cuando más falta hace. Es más, esa es su forma de entender el trabajo que está basado, precisamente, «en la economía social», resume. Por eso, lo que a ojos de otra persona puede parecer un gesto extraordinario, para ellos forma casi parte del día a día.
Así que, cuando se enteraron de que uno de sus compañeros y su familia había perdido la casa de Vioño durante las inundaciones de esta semana, no tuvieron que pensarlo demasiado. «Nos dijeron que la alternativa que tenían era quedarse en un pabellón» y, con tres niñas pequeñas, en la cooperativa no les pareció la mejor opción. Tras una reunión de urgencia decidieron costear los gastos que le supone a la familia estar en el apartahotel –donde han pasado estos días– mientras encuentran una casa en la que dormir los próximos meses hasta recuperar la suya, que ha quedado completamente destrozada por el agua. «Nosotros les hemos dicho que se queden el tiempo que les haga falta», subraya Muñoz, aunque la familia insiste en que sólo espera necesitar un par de noches más.
«Estamos para ayudar a nuestra gente», añade el director general, que insiste en la sencillez de lo que han hecho. Además de darles esa solución enseguida, intentaron buscar todas las alternativas posibles. «Lo que ellos necesiten». Cuando un compañero urge ayuda, se ponen en contacto con el resto repartidos por la geografía nacional y, entre todos, buscan el remedio. La ayuda no quedará ahí. Una vez el seguro les dé una casa temporal, la idea de la cooperativa es «ayudarles con la ropa y la alimentación, lo básico» y seguir apoyándoles hasta que el tiempo termine por devolverles la rutina y la vida que el agua arrasó.
Esa es la misma petición que lanzó también la otra familia afectada: únicamente piden tranquilidad para afrontar una situación que, si resulta complicada para cualquiera, lo es aún más para su hijo con autismo. Por eso ambas se pusieron en contacto con Carlos Caramés, portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento, ante la posibilidad de quedarse sin techo. Las redes sociales volvieron a jugar un papel clave y se convirtieron en un tejido de solidaridad. Los vecinos se han volcado. En la localidad no entienden el gesto del Consistorio, que les ofreció como alternativa dormir en un pabellón municipal. «Mi marido y yo nos quedamos donde sea, pero con mis hijas, no. Dos son asmáticas y no podemos. Yo sólo pienso en ellas», añade la madre. Buscan tranquilidad, una forma de intentar «normalizar la situación» y, dentro de lo posible, retomar la vida que se ha quedado congelada esta semana.
El Ayuntamiento también habilitó un albergue en Boo de Piélagos. El problema es que las niñas van al colegio en Vioño y para ellos resultaría muy complicado los desplazamientos diarios. Ir y venir con ellas y los pocos enseres «no es vida». Al menos les queda algo positivo: el apoyo que han recibido de los vecinos que se han encargado de darles ropa, comprarles comida y pañales para la más pequeña. «Se han volcado con nosotros», reconoce Ramón Rueda, el padre. También están agradecidos a Covirán. La cooperativa en la que trabaja ha asumido los costes del apartahotel en el que residen durante el tiempo que les haga falta. Entre esas personas que han echado una mano también está Inma Araunabeña, la alcaldesa pedánea de Vioño. «Intentamos buscar un sitio para que no tengan que ir de un lado para otro. Y el albergue no es para largo plazo», comentaba este viernes.
Además de en su casa, las marcas de las inundaciones son visibles en la mayor parte de la localidad, donde continúan las labores de limpieza a cargo de cada familia. En el mismo barrio de La Ventilla, Almudena Fernández y sus vecinos seguían este viernes achicando agua. Un día más. «El jueves recuperamos la luz», cuenta. En estos días, gracias a la junta vecinal, «hemos conseguido que nos trajeran comida», añade. Ella fue de las que decidió quedarse en su hogar a pesar de no tener ni luz, mientras su hija se instaló en casa de la abuela. La situación es «desesperante» y muchas familias han tenido que, simplemente, «buscarse la vida».
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