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Parece un parque temático, pero no lo es. Dentro de las casas iluminadas de Quijano, en Piélagos, hay personas viviendo. Lo de fuera –de las viviendas– ya parece de otro planeta. O, como mínimo, de otro país porque en España, y más concretamente en Cantabria, últimamente se toman muy en serio esto de la Navidad, pero los de Quijano se llevan la palma. En torno a una treintena de propietarios ha decorado sus casas –la mayoría unifamiliares– por temáticas. Que si la pastelería, el pueblo blanco, el rincón de los elfos, la juguetería, el jardín encantado, la casa de la música... Pero no crean que se trata de cuatro luces parpadeantes y varios Papá Noel con medio cuerpo colgando de la chimenea. No. Son verdaderas recreaciones, con figuras gigantes en movimiento, renos, campanas, trenes, trineos, galletas, helados, cascanueces... Es un recorrido con todo lo que cabe en su imaginación cuando escucha la palabra Navidad. En la suya y en la del resto de la humanidad. Adentrarse estos días en Quijano es como viajar a Laponia, pero en coche y con problemas para aparcar.
«Nos visitan miles de personas y no tenemos infraestructura para asumirlo», reconoce Esther Díaz, una de las artífices de este proyecto que toma forma en diciembre, pero que empezó a fraguarse hace tres años. «Quijano, un pueblo de unos 300 habitantes, siempre ha tenido tradición navideña y a los vecinos nos gusta poner luces». En 2021, una treintena de vecinos decidió consolidar la propuesta y decorar las casas por temas. Total, que uno va a Quijano y se encuentra un tren enorme dentro de una parcela particular, con un árbol más propio de superficie comercial que de jardín, dulces gigantes en el porche, el portal de Belén junto al garaje y árboles que parpadean sobre un césped en el que nunca se hace de noche. El despliegue de medios es de tal magnitud que uno se pregunta cómo es posible financiarlo. «Para nosotros es un hobby y en vez de viajar o hacer otras cosas, nos gastamos el dinero en esto». Es decir, se trata de una iniciativa privada y es «el sueño de cualquier niño en Navidad».
Muchas de las recreaciones se realizan con materiales reciclados. Por ejemplo, Lucía Pérez ha empleado «madera y tubos de PVC, además de humor e imaginación». ¿Por qué lo hace? «Porque me encanta ver el pueblo bonito y la gente te lo agradece», respondía ayer entusiasmada. A su lado estaba Pamela Ostolaza, la creadora de la heladería Luna. «Nos gusta que vengan a verlo», reconoce. Es un trabajo de muchos «y queremos mostrar que somos un pueblo unido», insiste Esther. Su vivienda es una de las más exitosas. Acumula como ochenta casas en miniatura en el espectacular pueblo blanco que expone en el patio. Junto a la juguetería que ocupa todo el porche, donde varios osos de peluche cobran vida. «Un año compramos las luces para el balcón, otro año para la entrada y así al final vas acumulando materiales y piezas».
Cada propietario se paga lo suyo y el Ayuntamiento de Piélagos pone la seguridad y dos trenes (con luces y villancicos) que hacen el recorrido entre Renedo y Quijano y ahorran a los visitantes el paseo hasta el aparcamiento. Es todo muy bonito –¿quién podría decir lo contrario?–, pero no siempre la gente respeta lo que ve. «Queremos enviar un mensaje a los visitantes y es que sean responsables con la decoración»; es decir, que no toquen si pone «no tocar». También que faciliten el tránsito de vehículos de los vecinos que intentan atravesar las estrechas calles de Quijano para acceder a sus hogares. Conciliar la rutina y la multitudinaria Navidad del pueblo de Piélagos no es tarea fácil. «Les estamos abriendo las puertas de nuestras casas». Y de manera «altruista». Incluso los vecinos han caracterizado también lugares públicos como el puente de los suspiros y el árbol de los deseos.
Desde la distancia, cuando uno va llegando al pueblo, parece un parque de atracciones deslumbrante. Ayer, a las ocho de la tarde, mareas de personas transitaban de un lado a otro disfrutando de este singular cuento de Navidad. Las luces se encienden a las seis y se apagan a las once. Así, cada día, hasta el final de la época navideña, cuando la noche parecerá en Quijano más oscura que nunca. Pero el año que viene, esta localidad cántabra promete volver a devolvernos la ilusión.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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