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Un grupo de vecinos de Piélagos está escribiendo la historia de sus vidas en un recorrido cronológico que irá desde su infancia y juventud hasta su vida adulta y tras la jubilación. Son los integrantes del taller 'Mis fotos cuentan la historia de mi pueblo', ... una de las cinco propuestas organizadas por Unate en Renedo, en colaboración con el Ayuntamiento de Piélagos.
Se trata de un proyecto en el que participan hombres y mujeres nacidos en Piélagos o que residen en el municipio, conocedores de una historia, la suya, que es también la del municipio. De hecho, con su colaboración y en un «ejercicio de generosidad y solidaridad», este taller trata de recordar historias, costumbres, anécdotas y vivencias que forman parte de la memoria colectiva.
El proyecto consta de tres fases: una primera sobre el trabajo de investigación, recopilación y puesta en común de temáticas como la familia, niñez, juventud o edad adulta; una segunda sobre la captación de recursos de apoyo como fotografías, documentos o cartas y la última, la organización de todo el material. recopilado en una publicación y un audiovisual.
De hecho, al final del taller, los participantes habrán construido un pequeño libro con todos esos recuerdos articulados, a través de las fotografías, que Unate les hará entrega a cada uno de ellos.
Durante las primeras sesiones celebradas, hasta la fecha, los participantes en este taller han constatado cómo la sociedad española ha cambiado en tan sólo unas cuantas décadas.
De hecho, algunos de los participantes en este proyecto, como Jaime, recuerdan que antes las familias solían ser numerosas y pone el ejemplo de la suya. «Éramos seis hermanos, cuatro varones y dos mujeres», rememora.
También han recordado las dificultades que, en muchos casos, existían para poder estudiar. En este sentido, Seve explica que, aunque ellas eran tres hermanas, sólo la mayor pudo hacer Magisterio, mientras que, en su caso, se quedó en casa aprendiendo a bordar porque «no había posibilidad de salir fuera».
Precisamente, los pocos recursos de muchas familias, obligaban a los hijos e hijas a trabajar desde edades bien tempranas. Este fue el caso de Clotilde, quien a sus quince años dejó su pueblo, cercano a Valladolid. «No había nada y algo teníamos que hacer», reconoce esta mujer, quien añade que «nadie sabe lo que lloré por la separación de mi familia».
«No hemos sido ni felices ni desgraciados», asegura Carmen, quien recuerda su infancia en Liaño, donde el tren les dio la vida y se muestra convencida de que la gente de su generación «nunca ha vivido como ahora de mayores».
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